It's the time of the season for....zombies!

Esta mañana me embarqué en un viaje al más allá. O a la clínica, a hacerme un espinograma (no se emocionen antes de tiempo, es sólo una placa de la pelvis hasta la cabeza). Me tomé el colectivo correspondiente (no voy a decir cuál es porque pueden adivinar qué clínica es y yo después padezco l'embarras du richesse...o algo así), llegué diez minutos antes del horario estipulado y me senté a esperar. El médico me llamó, llamó a otro hombre, nos asignó a cada uno un cuartucho donde debíamos sacarnos todo y ponernos las batas. Esas fueron las únicas instrucciones que nos dio. Después de unos segundos de haute couture modelando mi bata de hospital frente al espejo (¿será el peplos del siglo XXI?¿será tan sólo una prenda muy cómoda y sentadora?) decidí salir por una de las dos puertas: una llevaba al pasillo por el cual había entrado, la otra a la muerte segura...o a la sala de rayos. Abrí la segunda puerta y vi una sala llena de aparatos, con luz muy blanca, olor a hospital y ni una persona a la vista. De pronto lo que era un barullo incesante de máquinas y personas era puro silencio. "Llegó el momento", pensé, "estoy en una película de zombies...en una clínica, a pensar rápido y a correr en silencio". Respiré hondo, hice de tripas corazón y puse mi piecito indefenso del otro lado de la puerta. Entonces, desde la derecha apareció el técnico. Grité horrorizada. El técnico se rió, y me pidió que espere adentro del cuartucho porque el otro muchacho tenía que hacerse un estudio más corto. Esperé en silencio y risueña por lo que había pasado. Pensé qué podría hacer en caso de zombie outbreak y me decidí: lo más prudente era trabar ambas puertas, apagar la luz y esperar. Una vez que se hubieran devorado todos, podía salir en silencio, en bata de hospital (el look más chic que uno puede modelar en caso de invasión zombie, si no me creen miren "Resident Evil II: Apocalypse" y las piernas cada vez más largas de Milla Jovovich) y hacer lo que uno hace cuando está rodeado por zombies: sobrevivir. Traté de recordar la ubicación de alguna máquina expendedora de golosinas para aprovisionarme pero fue inútil. Cuando estaba muy concentrada, se abrió la puerta. Grité una vez más, era el técnico, que abrió grandes los ojos y dijo "qué asustadiza". Salí, me hice el estudio, pasé otro momento ridículo que comentaré en otra ocasión y que involucra estar en bata de hospital en público. Finalmente, me dieron la placa, compré caramelos de miel, y me subí al colectivo para volver a casa. Y aquí les pregunto, lectores, ¿es que vi demasiadas películas de zombies o es que necesitaba una gran perífrasis para contar que tengo escoliosis?