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Mostrando entradas de octubre, 2013

You'd better think

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Una vez, todavía en el colegio secundario, teníamos una profesora de inglés que había dicho que ella no fumaba porque sabía que podía volverse una adicta: todo le resultaba adictivo. Quizás, salvando los vicios, a mí me pase algo así. O quizás no, y todo se deba a la calidad de ese potencial vicio. Es así que les voy a contar de uno nuevo que tengo, bah, tenía, porque además fue de breve duración (aunque, como el amor, puede ser eterno mientras dure). Les voy a hablar de una serie. Hoy, damas y caballeros, desde la lejana isla imperialista, Sherlock. Sherlock Holmes es quien es, y siempre hay algo que se repite, no importa de dónde sea la versión o cuándo haya sido hecha. Siempre es el más inteligente, el más observador, el más brillante. Sherlock parece que adivina todo, pero en realidad él se entrega al poder de la ciencia de la deducción, como gusta hacer notar. Un ser solitario, puesto que nadie puede estar a su altura; un ser ermitaño y prácticamente sin amigos. Un cold f

The flashy girl

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She had style! She had flair! She was there. That's how she became the Nanny! Y sí. Los viernes de la eternidad nos llevan a estos momentos, a estos recuerdos. Pasaron muchos años desde que yo llegaba de la escuela a merendar a casa, después de la jornada completa, y con mi abuela mirábamos La Niñera (1993-1999). Cómo reíamos con esa mujer de pelo abultado y voz nasal que enamoraba igualmente al distinguido productor musical, el Sr. Shieffeld ( Charles Shaughnessy ) . Y no sólo a él: también conquistó el corazón del irónico y a su vez siempre perfecto caballero inglés Nilce (Daniel Davis) y a los tres chicos traviesos que ninguna niñera jamás había podido domar desde la muerte de su joven y adorable madre. Madre que a su vez aparece en un capítulo como espíritu y le dice a Max que ella la había enviado a Fran Fain para que les devolviera la alegría. '¿Y por qué esa voz?' le pregunta él. Ella responde que siempre había pensado que sólo era un resfriado. 

Corazón valiente

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"Y es que te quiero tanto, tanto, que hasta me provoca llanto". Eso canta Gilda mientras me siento ante la hoja en blanco, una vez más. En este día gris, frente a esos capítulos por leer, sin ganas, de Las reglas del método sociológico  y un mate salvador, sólo puede liberarme una santa. Gilda es el nombre artístico. El nombre de la película en la que Rita Hayworth se llamaba así. Pero en realidad se llamaba Miriam Alejandra y su apellido, el del virrey: Bianchi. Nació en 1961 y murió en 1996, en ese accidente en la ruta 12, camino a Chajarí. Murieron con ella, en ese colectivo chocado por ese camión, su mamá, su hija mayor (tenía dos hijos), el chofer y varios músicos de la banda. Y en la muerte de Gilda, la mujer y artista, nació Santa Gilda. El pueblo bien sabe: la fe sin religión. Y así ocurre que National Geographic  la incluye dentro de los santos populares argentinos, junto con el Gauchito Gil, y se hacen programas en un canal internacional, pero también en