Y en la distancia te puedo ver cuando tus fotos me siento a ver

Mi hermano estaba hurgando en el foro de su división en busca de alguna novedad o algún concepto aún extraño para él, a estas horas del domingo, teniendo en cuenta que mañana tiene una evaluación de química y los oxosales no le caen muy bien. Yo, que estaba a su lado, despejando la cabeza de tantos textos que me llueven –cabeza que en breve, cuando acabe de leer el diario de hoy y escribir estas líneas, volverá al ruedo-, no pude evitar ojear sus conversaciones, con su consentimiento, de más está decir. Entre ojeada y ojeada, encuentro una foto. Pienso, pienso y pienso “¿qué podré escribir para el blog que pueda incluir esta imagen gloriosa que inmediatamente me retrotrajo a tiempos pasados?”. Pero ese aluvión, esos flashes de tiempos que ya no volverán eran un stensil, sólo uno. Sobre la pared del primer piso –o el segundo, ya no recuerdo con precisión-. Antes, dibujos en las paredes antiguas. Hoy, fotos con efectos subidas a foros de múltiples usos. Pero, volviendo al punto del gazpacho, qué escribir, sobre qué. Y acá estoy, sin poder dilucidar el conflicto. Así que, como me hallo en la misma dicotomía de Pity sólo que en otro nivel artístico –tengo ganas de escribir un artículo para el blog pero no se me ocurre nada-, voy a decir, como le gusta a Porthos, que huelgan las palabras y que, a veces (déjenme recalcarlo, solamente a veces), una imagen vale más que mil de ellas. Un viaje en el tiempo. Nuestro profesor de las barbas luengas para esta sección de HND dedicada a la memoria y al patrimonio cultural.