Felices todos los días, menos el del periodista

Será que mi temperamento es volátil, será que estoy harta (y en eso soy constante) o será que son todos malparidos. Como sea, no creo que este sea un feliz día del periodista. Como no-periodista, creo que es (debe ser) un día feliz para todos los demás, todos los trabajadores y estudiantes y compañeros (en este blog no hablamos de "vecinos") que sufrimos día a día la existencia de los periodistas. Con contadas excepciones, es repugnante ver cómo tantos se regodean en su autoproclamada profesión (aseguran que ante todo es una vocación) de periodistas. ¿Acaso ignoran que las restauraciones fascistas hoy día se hacen con los medios de comunicación? ¿Acaso ignoran que los periodistas son los militares de ayer? Hace falta ver el caso de Italia y el poderío de Silvio Berlusconi (tema comentado en este benemérito blog en nuestro artículo sobre el BAFICI) para comprender que, de no haber sido por el debate sobre la Ley de Medios, ahí estaríamos nosotros. Jamás voy a olvidar la noche en que miré no más de diez minutos del programa de Marcelo Tinelli y con horror comprendí que era lo mismo que mirar televisión italiana. Esta tarde miraba Estudio País Bicentenario (programa de verdaderos periodistas que hacen que a todos los "independientes" se les caiga el peluquín) y la brevísima entrevista que Maby Wells y Martín Jáuregui hicieron a Reynaldo Sietecase. En esta charla que tuvieron en el living de mi programa predilecto de la TV Pública, Sietecase dijo algo que me llamó mucho la atención. Dijo que los periodistas eran algo así como fiscales del poder político y económico y por eso debían mantenerse alejados de dichos poderes, para poder juzgar con honestidad y, ¡oh portadores de tamaña generosidad!, compartir con el pueblo aquellas verdades silenciadas que escondían los poderosos. (No, no lo dijo así y no, no le estoy pegando palos a Sietecase, sigan leyendo y van a entender.) De esas pocas oraciones que pronunció Sietecase me surgieron infinitas preguntas. En principio, ¿puede un periodista mantenerse alejado del poder económico? ¿Abrazar un proyecto político (nacional y popular) es meterse en el baúl del poder político? ¿Son los periodistas los verdaderos fiscales de la nación? La respuesta a todas estas preguntas es muy sencilla: NO. La compañera Cristina advirtió a las fuerzas armadas el 29 de mayo, todavía con los ánimos del Bicentenario a flor de piel, que ellos habían faltado a su deber siempre que se habían alejado del pueblo. Cristina tenía (tiene) razón. Y así como los cuerpos militares se deben mantener cerca del pueblo, también lo deben hacer los periodistas. Cuando la calle es una fiesta y un periodista desde su escritorio nos grita en la cara que hay inseguridad, que hay muerte, que hay caos, que evitemos ir al centro de Buenos Aires (!!) la primera falta es alejarse del pueblo. La existencia de un monopolio sólo agrava la falta porque sofoca aquellas voces que están bien paradas en la vereda del sol (que nunca es la vereda del vigilante). Pero lo más grave es que ese periodista intentó deformar un relato colectivo que no le pertenece. ¿Puede entonces un periodista autoproclamarse el portador de la verdad en cuanto una escuelita le da un carné? ¿No debe probar ante el pueblo que lo engendró que no faltará a los hechos, que no engañará, que estará siempre hombro a hombro con los trabajadores mirando a través de los mismos ojos y cantando con la misma garganta? El pueblo, ya lo dijo la Señora Presidente, siempre enseña. Y ninguna escuela de periodismo puede enseñar lo que millones de voces corean un 25 de mayo. No jodamos, muchachos. Este no es el día del periodista, este (y todos los días) es el día del pueblo que dicta lo que se escribe en la redacción. Festejemos como corresponde: con más alegría peronista.