Solo, como Octavio Paz en una disco de moda

Querida audiencia, antes que nada, y como los conozco bien, estoy más que segura de que ustedes sólo esperan noticias del toro. Lógico. Y debo decirles que las últimas auguran un buen futuro vacacional para nuestro dementor viajero. Se preguntarán por qué, pequeños saltamontes. Resulta que Porthos se topó con Arjona en un recital transmitido por la tele tucumana, que aparentemente está en buenas manos. Y si alguno creyó que se lo había encontrado en persona, sepan que hoy yo no les estaría contando esto sino que me habría unido a la travesía González por los Valles Calchaquíes. Una vez transmitido lo urgente que es igualmente importante, paso a relatarles un problema sumamente personal que me está carcomiendo la consciencia (me gustaría que mi gurú político estuviera conmigo y no en el Jardín de la República).

Hace unos cuantos días, cuantiosos en verdad, no puedo sentarme a leer el diario ni a ver programas cuyo tema central sea la política. Es grave, vergonzoso e imperdonable. Pero yo no puedo sentarme frente al televisor, como gusta decir el mentado guatemalteco, a ver, por ejemplo, 6-7-8. No puedo, simplemente es más fuerte que yo. Y no lo comprendo y esta incertidumbre me está matando, querido Heisenberg. ¿Será que tanto hablar mal de Claribel Medina me habrá traído una maldición portorriqueña? ¿Será que los culebrones mexicanos me atrofiaron las pocas neuronas que los culebrones colombianos me habían dejado con vida? ¿Será que tanta ficción literaria me está apartando de la cruda realidad que supera las palabras y a su vez no deja de envolverse en ellas? ¿Qué será, qué será, que no tiene gobierno ni nunca tendrá?

Como yo sola mi alma no puedo dilucidar semejante cuestión, y no espero sacar un Sherlock Holmes de la galera para que lo haga, cuento con la desinteresada solidaridad de nuestros lectores, inteligentes y cultos, para darme una solución. Acepto sugerencias, diagnósticos, profecías y hasta soluciones concretas. Mi única opción viable hasta el momento es pensar que mi contraparte en este blog, ya que la levanta-niños-obesos no nos registra y Darth Vader se escapó a un lugar más insólito que Tatooine, con su partida, se ha llevado todo su peronismo consigo y me ha dejado sin nada. O tal vez no sea la partida del Toro en particular sino la de Lucho Galende, que me deja sumida en esta abstinencia de mangas arremangadas y sus anteojos blancos y negros, con su sonora risa espontánea e irreprimible. O quizás sea la noticia dura de que Juan Alberto Badía está enfermo (tumor en el mediastino, según el gran diario argentino). Mi mamá siempre dice que no es bueno que el hombre esté solo. Quizá se debiera extender esa máxima a los dementores.

Ayúdame, Freud.