I see dead people in the kitchen

Nico Pauls podrá tener su especialidad, las lentejas... pero al lado nuestro, es un poroto.
Y antes de que Aramis muera de un infarto o de envidia, debo aclarar que nuevamente la familia Pauls ocupará un artículo de espacio –más menos 1 o 2 comentarios de incerteza- en este blog. Después de todo, creo que ni el maravilloso Fry puede contra el clan. Digo, el clan.

Domingo, 12.44 de la tarde, casa de Athos, comedor. Athos, es decir, quien les escribe, estaba sentada –ambigüedad sexual a criterio del lector- a la mesa del living, leyendo el libro número 19 de Batman, la caída del murciélago, cuando suena el portero eléctrico. Se levanta, no sin antes ojear rápidamente el reloj, y atiende. Del otro lado del auricular, el dulce nombre que no revelaré de nuestro querido Porthos. Camino 36 metros de pasillo para abrir la puerta, mientras pienso en la canción de Jóvenes Pordioseros que dice no me arrepiento de haber venido hasta acá, de haber viajado una hora para volverte a ver ya que Porthos había tenido que viajar más de una hora en el 168 ex90 desde Constitución hasta Villa Pueyrredón. Abrazo emotivo de reencuentro. Finalmente, podríamos empezar a cocinar en ese mediodía soleado.

La receta estaba decidida desde antes del encuentro. Fideos saltados con cebolla y pera, con queso Emmenthal por encima una vez que todo estuviese perfectamente cocinado. Nos pusimos manos a la obra mientras en la pequeña cocina de mi casa sonaba en la voz maravillosa de Tony Bennett As time goes by de la película Casablanca. Aún no habían llegado todos los comensales pero tomamos la decisión conjunta de comenzar a cortar en gajos las peras y las cebollas para empezar a dorarlas y luego cocinar los fideos. Cortamos las peras mientras hablábamos de temas varios, pensando en la maravillosa velada que habríamos de vivir ese domingo. Y llega el turno de las cebollas. Complicado. Necesitará un párrafo aparte.

Comenzamos a pelar las cebollas, que eran cuatro en total, y al mismo tiempo nuestra conversación se desvía hacia el inmaculado Gastón Pauls y su carta maravillosa del diez de copa. Era un fantasma o espectro que nos invadía, era el blog, era el clan Pauls siempre presente. Allí, en ese preciso instante, un torbellino de emociones entremezcladas, entre la música y las cebollas. Por un lado, la carta de Pauls. Por el otro, la cebolla que nos hacía llorar. Y por otro lado, en una situación tridimensional, la risa que nos causaba el hecho de estar llorando, cocinando y hablando de Gastón Pauls y su representación gráfica al mismo tiempo, en un crisol de sentimientos encontrados. Llorando de la risa, llorando por las cebollas, ¿llorando por Gastón Pauls? Nuestras lágrimas se perdían entre las risas y las ganas de poder hablar como si nada sucediese, sin conseguirlo. Y al costado, las peras recién cortadas descansando en la sartén. De fondo, Surfin’ safari de los Beach Boys. Por supuesto, al terminar de pelar las cebollas y cortarlas, Porthos y yo nos miramos, con los ojos aún enrojecidos, sabiendo que lo vivido sería relatado para ser subido al blog. Luego acordamos que yo lo escribiría.

Para aquellos que piensan que todo esto es mentira, hay fotos, tomadas por uno de los comensales que llegó en medio del diluvio culinario. La evidencia y dios no me permiten mentir. Somos lo que somos. Aramis, no te engañes: vos también sos un humano –o un dementor, mejor dicho- en el camino.

Luego de haber relatado esta experiencia mítica, y debo decir que los fideos estaban muy ricos –también Darth Vader, quien había tenido un agitado viaje en 110 ramal 2, puede dar evidencia de ello-, me despido sintiendo que algo ha cambiado en mi vida. Los Pauls han llegado para quedarse una larga temporada, como una marca personal -¿la marca tenebrosa?-, como una cebolla que te hace llorar, como un diez de copa del destino que te hace un guiño inconfundible y te convierte en un ser urbano más en este camino que es la vida. Sólo me resta decir, como solía hacerlo la Solita que alguna vez conocimos, ¡adelante, mis valientes!

Comentarios

  1. ¿Surfin' safari + Gasti Pauls + cebollas = sesión de vipassana yoga? Tal vez sí, tal vez no. El principio de incertidumbre de Heisenberg no me permite discernir.

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