Let`s all get nervous
Habrán notado ya que cada miembro del equipo de Heisenberg Not Dead es único e irreemplazable. Cada uno de nosotros tiene su estilo, su forma, su extensión, su tamagochi y, ¿por qué no su color favorito?. Resultado (o causa) de esta serie de particularidades es que cada uno de nosotros libre una batalla personal contra distintas esferas de la actividad humana. Si nos mantenemos cerca es porque confluimos en la mayoría de estas luchas y, al divisarnos en el campo de batalla, no tuvimos que hacer más que sonreír con complicidad para entender que estamos (y siempre estuvimos) del mismo lado. Es por esa eterna camaradería heisenbergiana que juzgo necesario relatar lo que me sucedió el fin de semana próximo pasado y sonreír.
Sábado 26 de septiembre de 2009, clima agradable. El escribiente camina por San Telmo, volviendo de su taller de análisis literario con la alegría de saber que le espera una noche a solas en su humilde morada. Se detiene junto a un kiosco de diarios y un título en formato catástrofe, color rosa chicle llama su atención: "Miro mujeres: ¿soy torta?". Risa incrédula. La revista: OHLALÁ! (sic). Claro, ahora todo tiene sentido...¿o tiene sentido? "Caramba", pensó Porthos, "¿es políticamente correcto decir `torta´? ¿No es discriminatorio?". Cambia la luz del semáforo, Porthos deja atrás los anaqueles de revistas pero no la nota. Mil preguntas y ni una respuesta atosigan su cabeza: ¿está mal ser "torta"?¿no debería decir "lesbiana"?¿merece eso una nota?¿es de la incumbencia de una revista de "actualidad" su orientación sexual?¿se está volviendo loco o acaba de dejar atrás, en la tranquilidad de un taller literario, una mujer de la que se está enamorando?¿es posible que haga esa temperatura en primavera?¿no debería interferir el INADI?¿qué consejos puede dar una revista sobre mirar mujeres?¿ya puede cruzar o lo van a atropellar?¿hay gente que se pregunta si es "torta"?¿qué hora es? Llegando a Av. Juan de Garay Porthos ya no puede consigo mismo. No puede consigo mismo porque de esas mil preguntas una lo atormenta particularmente, y para acrecentar su tormento aparece la respuesta: sí, acaba de dejar atrás una mujer de la que se está enamorando. Bueno, conocemos las formalidades que rodean al verbo del amor así que nos limitaremos a decir que Porthos renunció a la compañía de una mujer que él juzga inquietante. Se da cuenta de que nunca pensó en su orientación sexual, porque nunca lo juzgó necesario. Pero a Porthos le gustan los hombres, porque Porthos es una mujer. ¿Pero eso no es un silogismo? Si aceptamos que a toda mujer, por ser mujer, le gustan los hombres y sólo los hombres ¿no debemos aceptar que Sócrates es un gato? Pero tal vez Porthos sea un gato, porque la curiosidad no lo mata pero creemos que lo fortalece. Porthos quiso saber qué decía ese artículo: ninguna verdad, eso está claro, pero cuántas mentiras podía enunciar esa nota era tan relevante para Porthos como cualquier verdad esencial.
Sábado 26 de septiembre de 2009, clima agradable. El escribiente camina por San Telmo, volviendo de su taller de análisis literario con la alegría de saber que le espera una noche a solas en su humilde morada. Se detiene junto a un kiosco de diarios y un título en formato catástrofe, color rosa chicle llama su atención: "Miro mujeres: ¿soy torta?". Risa incrédula. La revista: OHLALÁ! (sic). Claro, ahora todo tiene sentido...¿o tiene sentido? "Caramba", pensó Porthos, "¿es políticamente correcto decir `torta´? ¿No es discriminatorio?". Cambia la luz del semáforo, Porthos deja atrás los anaqueles de revistas pero no la nota. Mil preguntas y ni una respuesta atosigan su cabeza: ¿está mal ser "torta"?¿no debería decir "lesbiana"?¿merece eso una nota?¿es de la incumbencia de una revista de "actualidad" su orientación sexual?¿se está volviendo loco o acaba de dejar atrás, en la tranquilidad de un taller literario, una mujer de la que se está enamorando?¿es posible que haga esa temperatura en primavera?¿no debería interferir el INADI?¿qué consejos puede dar una revista sobre mirar mujeres?¿ya puede cruzar o lo van a atropellar?¿hay gente que se pregunta si es "torta"?¿qué hora es? Llegando a Av. Juan de Garay Porthos ya no puede consigo mismo. No puede consigo mismo porque de esas mil preguntas una lo atormenta particularmente, y para acrecentar su tormento aparece la respuesta: sí, acaba de dejar atrás una mujer de la que se está enamorando. Bueno, conocemos las formalidades que rodean al verbo del amor así que nos limitaremos a decir que Porthos renunció a la compañía de una mujer que él juzga inquietante. Se da cuenta de que nunca pensó en su orientación sexual, porque nunca lo juzgó necesario. Pero a Porthos le gustan los hombres, porque Porthos es una mujer. ¿Pero eso no es un silogismo? Si aceptamos que a toda mujer, por ser mujer, le gustan los hombres y sólo los hombres ¿no debemos aceptar que Sócrates es un gato? Pero tal vez Porthos sea un gato, porque la curiosidad no lo mata pero creemos que lo fortalece. Porthos quiso saber qué decía ese artículo: ninguna verdad, eso está claro, pero cuántas mentiras podía enunciar esa nota era tan relevante para Porthos como cualquier verdad esencial.
Domingo 27 de septiembre, clima frío y lluvioso. La hermana de Porthos regresa de un viaje relámpago de naturaleza laboral. Fue y volvió en micro. Para Porthos y para su hermana, los viajes en micro son tiempo de licencia. Es el momento en el que está permitido comprarse una revista "de actualidad", quizás hasta una "femenina", para reírse (y entristecerse) de los habitantes de ese universo "actual" y "femenino" que les es tan extraño. Saludos, chistes, comentarios. En el auto, con la radio 2x4 amenizando la tarde, Porthos le pregunta a su hermana si compró la revista OHLALÁ! para saciar su curiosidad pero su hermana le dice que no, que compró la Cosmopolitan. Porthos está frustrado y le pregunta por qué compró la Cosmopolitan, si la OHLALÁ! contenía semejante artículo, su hermana le responde que la Cosmo-promesa de "comprender" a los hombres era irresistible. Punto para la hermana. Llega la noche y Porthos abre la revista. Muchas notas irrelevantes, entre ellas una sobre La Loca de Mierda (habituée de este blog, quizás) en la que nuestra queridísima nos revela , hablando sobre el miedo a la vejez y al efecto de la gravedad sobre su cuerpo: "En ese sentido, soy muy machista". Porthos está a punto de ponerse de color verde, desgarrar su camisa y salir a rescatar al pobre profesor de filosofía que está endeudado hasta el cuello por traducir a Derrida y ponerlo en internet. La "periodista" (id est energúmeno con título) le pregunta a M.P. si cree que necesitamos excusas para sufrir, y el mundo de Porthos es chupado por un agujero negro made in Suiza y se convierte en esto:
-Por supuesto. Siempre sufrimos, es muy difícil ser mujer. Por nuestra condición deberíamos tener algunos privilegios. No es fácil andar por la vida indisponiéndose, embarazándose, pariendo y, además, teniendo una vida, sueños, aspiraciones.
-¿Lo negro del mundo?
-Sí, de un mundo que no está preparado para todo lo que le pasa a una mujer. Sí lo está para que se indisponga, se embarace, tenga hijos o esté de mal humor. Pero no para que, además de eso, quiera hacer mil cosas, crecer y desarrollarse. Entonces, a nosotras nos dan ganas de gritar. Y eso nos hace unas locas de mierda.
Porthos no entiende por qué eso no es hablar de género, tampoco entiende de qué género se está hablando y por qué esta persona está hablando, pero no tiene ganas de gritar porque sí entiende que huelgan las palabras, como dijera Atos. Tiene ganas de extirparse los senos, mutilarse los genitales y decirle calmadamente al mundo que ya no es ni hombre ni mujer. Se distrae leyendo un artículo sobre las razones por las cuales una no pasa de la primera cita.
Miércoles 30 de septiembre, clima regular. Momento de ocio en taller de semiótica. Porthos busca un caramelo en la mochila y escucha la siguiente conversación entre un compañero trasandino y una compañera que es tan linda como tonta: trasandino dice a chica tonta que un profesor que ellos dos tienen habló de las mujeres como un bien, y dijo algo así como "acumulan bienes: terrenos, mujeres, maquinaria, excedente de producción". Ella se ríe y le dice al trasandino que no lo podía creer, que lo iba a señalar en la clase pero le dio miedo que el docente se enojara.
Entonces Porthos entiende. Entiende que las mujeres tienen miedo. Miedo a quedarse solteras, miedo a querer "hacer cosas", miedo a que piensen que son "tortas", miedo a estar gordas, miedo a estar flacas, a tener el pelo quebradizo, a no conseguir trabajo, a los hombres, a las mujeres, a sus hijos, a escribir, a leer, a pensar, a que las piensen, a escuchar, a mirar. Pero Porthos no entiende por qué tienen miedo. Entonces anochece, y Porthos se está tomando un colectivo. Porthos se derrumba en un asiento y se acurruca en la voz viril y suave de Leonard Cohen. Esa voz que nos dijo que nos animáramos a vivir solas, que nos las arregláramos sin él, que no necesitábamos su corazón para nuestro trono, sus manos para nuestra pasión. Esa voz de chocolate y jengibre que nos preguntó si realmente queríamos ser the blessing for his power, y que nos dijo una y otra vez que él sabía que lo podíamos hacer solas. Y en un momento de arrogancia Porthos se ocultó en la voz de Leonard Cohen y miró a las mujeres a los ojos y les dijo simplemente:
Why don't you come on back to the war? You can still get married.
vengo de un colegio tomado, en el cual un movimiento estudiantil, a pulmón y con errores y aciertos, se preocupa por una mejor educación pública. vengo cansada, después de un día muy largo y un viaje de una hora. tengo hambre y sueño y me siento a leer este artículo de Porthos, que es nuestra Virginia Woolf. Siempre me pregunto a qué le tenemos miedo, por qué. Será que tanta responsabilidad nos atemoriza, será que es más cómodo (lamentablemente) refugiarnos en la común frase 'eso es cosa de hombres, no te metas'. mil razones deben existir, sociales e históricas y hasta artísticas. no soy 'torta' y me animo a decir que el cuerpo de la mujer me gusta más que el del hombre estéticamente. y que un dibujo de una Venus desnuda o semi-vestida me gusta más que un cuadro de un príncipe. Necesitamos más Antígonas que se rebelen incluso en una sociedad en las que las mujeres aún somos vistas y nos vemos como inferiores, desde una Comisión Mujer, desde el nosotras sin ellos. Gracias, Porthos, por los bríos y por invitarnos a la guerra con una mirada.
ResponderEliminardebo decir algo más. igual, ya escribiré el artículo correspondiente. más allá de sus falsas acusaciones respecto del gravísimo caso Cabezas, murió Pepita, la pistolera, quien se ganó ese apodo por tirotear a unos asaltantes que la quisieron atracar. un saludo.
ResponderEliminarPor fin me decido a comentarles (aunque como uds bien saben soy su fan, a lo Emma Horvilleur).
ResponderEliminarQuerida Toro de Minos, si te digo que tu artículo me pareció brillante, me quedo corta. Me encantó, aguante Leonard Cohen y banco tu momento de arrogancia.
No sé, en cuanto sepa escribir, me doy un vueltita.
felicito a Leila Micaelita
ResponderEliminara- por firmar finalmente
b- por darnos la esperanza de saber que existe la posibilidad (para vos, lau) de que alguna vez escriba un texto en este humilde pero valiente blog
c- ponerse de nombre 'leila micaelita'.
lei, tu comentario es lo que el topo definiría como 'un golazo'-. Bruno/Atos