Sin título o cómo escribir acerca de la nada misma
Martes. Giro mi cabeza hacia la derecha y veo a mi gato durmiendo sobre el teclado de mi hermano. La casa está sola, vacía, salvo por mi muda presencia y la del felino, del cual sólo proviene un ronroneo sutil. ‘Hace días que no escribo nada para el blog’ pienso. Y sin más, resuelvo sentarme frente a la computadora y esperar que la inspiración divina de Poseidón o cualquier otro dios del Olimpo me ayude. Pero no todo es tan fácil en la vida. Es entonces cuando decido darle un empujoncito a la cuestión: pongo música. Pero no es sencilla la elección que debo hacer. En una revelación repentina –como toda revelación-, mis dedos se apresuran a clickear todos los íconos de archivos necesarios para finalmente llegar a la carpeta de Franz Ferdinand. ‘Hace mucho que no los escucho’ pienso. Y hago click con el botón derecho del Mouse, dirigiéndome a la opción play in Winamp. Escucho algunos temas, me acuerdo de Porthos y sigo escuchando más temas, mirando a mi gato, cada vez más acomodado sobre el piano electrónico, y pensando. ‘La pucha’, me comento a mí misma en un rapto gauchesco, ‘tengo ganas de escribir un artículo y no se me ocurre nada’. Sintiéndome como Pity Álvarez frente al vacío de la vida cotidiana, recuerdo a ese mítico personaje de Los Intoxicados que una vez fue entrevistado por Tognetti -¿se escribirá así?- en el departamento en que vivía. Cómo describir en pocas palabras lo que era su morada. Yo creo que con decir sucia basta y sobra. Pero no era lo más impactante la mugre acumulada, la ropa desordenada yaciendo en el piso o entre los muebles desvencijados. No, lo impactante era ver cómo comía una pseudo-sopa que estaba llena de hongos. El periodista entre divertido, sorprendido y finalmente horrorizado le pregunta si no le da miedo comer eso. Pity, el sabio, responde que su cuerpo ya era inmune a ese tipo de cosas.
Pero intentado volver a mi intento de escribir algo, decido ponerme seria, no divagar más por la memoria –Chiche, no me odies- y buscar un tema interesante del cual hablar. Como se podrán imaginar, mi intento fue en vano, me distraje escuchando el disco de Franz Ferdinand, You could have it so much better, y entré en pánico por sentir que nunca más me pasaría algo interesante digno de ser narrado. Mi vida, por un martes a la tarde, era inenarrable. Pensaba en las aventuras que Porthos y Darth Vader habían vivido en el CBC (y hecho de público conocimiento). Pensé que Aramis debía estar odiando al arquitecto que había decidido postergar dos semanas la construcción en su casa. Y yo, que me sentía como los hombres solos y tristes a los que Spinetta les canta en Almendra, no tenía nada que decir. Why don’t you walk away, y otra vez distraída entre letras de hombres que usan chalequitos pequeños y coloridos para tocar. Mi gato se despereza en el piano. Por un momento la idea surrealista de irme a dormir y, cuando estuviese en el límite entre la vigilia y el sueño, ponerme a escribir lo primero que se me ocurriese pasó por mi mente. Pero no confiaba mucho en ese método. Yo no soy surrealista. Quizá, como Isabel Allende, sea una obra del muralismo mexicano, frescos múltiples y variables en los que se puede ver a un Zapata y un Villa y, en la otra esquina, a los obreros industriales luchando por sus derechos. Y entonces, recordando el famoso cogito, ergo sum, me di cuenta que sólo el pensamiento me ayudaría a sacar las papas del fuego. Hice mentalmente un listado de temas de los que se pueden escribir en un blog.
Comentar otra clase de economía no sólo me parecía torturador para los lectores sino que me resultaba reticente y hasta de mal gusto. Hablar de las jornadas a las que había asistido ese martes a la mañana en el colegio con Javi, entre otros, me parecía un poco acotado y elitista. Hablar de mi pasado no tenía sentido. Criticar a la oposición que no quiere que salga el proyecto de medios audiovisuales requería todo un artículo aparte. Hablar de gente mal vestida también requería un análisis profundo de la moda y lo que ésta significa en un artículo más largo. De chimentos farandulescos no tengo ni la más pálida idea. Hablar de que me encontré con la tía de una de mis mejores amigas de la primaria mientras caminaba por la avenida Mosconi era muy narcisista. Contar la historia de un niño huérfano con una cicatriz en forma de rayo en la frente que a los once años se enteraba, por boca de un enorme hombre de pelo abultado, que era mago habría sido muy trillado. Escribir un artículo en élfico es algo que requiere una capacidad que yo no poseo. Inventar una poesía también. Y cuando estaba a punto de quemar las naves, me di cuenta de que había escrito una página y un poquito más en Word acerca de lo que no se me ocurría escribir. Y pensé que el libre fluir de la conciencia a veces puede ayudar mucho. Pero como no quiero irme sin una reflexión o moraleja, me despido de todos ustedes, lectores, con una canción que nos deja flotando en la duda existencial relacionada al tema locura. ¿Qué es estar loco? Yo no tengo la respuesta y la canción que les voy a brindar, tampoco. Quizá Marilú se ponga orgullosa de eso. Pero lo que importa es la cerveza. No, mentira. Lo que importa es la pregunta. Les tiro la primera piedra con la canción Loco. Y si alguien se pregunta de quién es, lo voy a decir al final, para mantener la intriga. Pero, con una mano en el corazón, estimado lector, no sea tan turro de saltearse la canción para ver el nombre del autor. No se engañe a usted mismo.
Fue tan tremenda la secuela
De aquel golpazo en la escuela
Que te llevó a otro mundo
Cambió tu vida en un segundo
Justo a la hora del recreo
Lo que siguió fueron todos hospitales
Especialistas en deficiencias mentales
Metiendo cubos en triángulos
Buscándole al círculo ángulos
Y te diagnosticaron ‘locura’
Te abandonó tu padre y tu madre
Y hasta el maldito apellido aquel
Te abandonó la comadre y el compadre de tus padres
Y hasta el Tío Ismael
El amor apagó el foco
¿A quién le interesa un loco, excepto al mismo loco aquel?
¿Dónde está el manicomio para Dios?
¿Allá dentro o aquí afuera?
¿Dónde se han fraguado las matanzas?
¿Allá dentro o aquí afuera?
Regálame un poquito, un poquito de locura
Que me ando fijando mucho en la marca de mi pantalón
¿Se te apagó la luz o la encontraste?
¿Se te zafó un tornillo o lo apretaste?
¿Cuál es la dimensión de la locura?
¿Si es más cuerdo el que piensa o el que mira la luna?
¿Si es más cuerdo el que piensa o el que mira la luna?
Te agarraste de una nube y te escapaste
Al primer planeta que encontraste
Y sin darte cuenta, te salvaste de todas las cosas que dejaste
De la geometría, de la geografía, de la economía,
De todo este mundo y sus cursilerías,
De estar a la moda, de ser una escoba, de una novia boba
Y hasta de una posible boda.
¿Se te apagó la luz o la encontraste?
¿Se te zafó un tornillo o lo apretaste?
¿Cuál es la dimensión de la locura?
¿Si es más cuerdo el que piensa o el que mira la luna?
¿Si es más cuerdo el que piensa o el que mira la luna?
Ricardo Arjona. Loco. Y lo demás es silencio. Aquí me despido, hasta otro blogoencuentro.
Pero intentado volver a mi intento de escribir algo, decido ponerme seria, no divagar más por la memoria –Chiche, no me odies- y buscar un tema interesante del cual hablar. Como se podrán imaginar, mi intento fue en vano, me distraje escuchando el disco de Franz Ferdinand, You could have it so much better, y entré en pánico por sentir que nunca más me pasaría algo interesante digno de ser narrado. Mi vida, por un martes a la tarde, era inenarrable. Pensaba en las aventuras que Porthos y Darth Vader habían vivido en el CBC (y hecho de público conocimiento). Pensé que Aramis debía estar odiando al arquitecto que había decidido postergar dos semanas la construcción en su casa. Y yo, que me sentía como los hombres solos y tristes a los que Spinetta les canta en Almendra, no tenía nada que decir. Why don’t you walk away, y otra vez distraída entre letras de hombres que usan chalequitos pequeños y coloridos para tocar. Mi gato se despereza en el piano. Por un momento la idea surrealista de irme a dormir y, cuando estuviese en el límite entre la vigilia y el sueño, ponerme a escribir lo primero que se me ocurriese pasó por mi mente. Pero no confiaba mucho en ese método. Yo no soy surrealista. Quizá, como Isabel Allende, sea una obra del muralismo mexicano, frescos múltiples y variables en los que se puede ver a un Zapata y un Villa y, en la otra esquina, a los obreros industriales luchando por sus derechos. Y entonces, recordando el famoso cogito, ergo sum, me di cuenta que sólo el pensamiento me ayudaría a sacar las papas del fuego. Hice mentalmente un listado de temas de los que se pueden escribir en un blog.
Comentar otra clase de economía no sólo me parecía torturador para los lectores sino que me resultaba reticente y hasta de mal gusto. Hablar de las jornadas a las que había asistido ese martes a la mañana en el colegio con Javi, entre otros, me parecía un poco acotado y elitista. Hablar de mi pasado no tenía sentido. Criticar a la oposición que no quiere que salga el proyecto de medios audiovisuales requería todo un artículo aparte. Hablar de gente mal vestida también requería un análisis profundo de la moda y lo que ésta significa en un artículo más largo. De chimentos farandulescos no tengo ni la más pálida idea. Hablar de que me encontré con la tía de una de mis mejores amigas de la primaria mientras caminaba por la avenida Mosconi era muy narcisista. Contar la historia de un niño huérfano con una cicatriz en forma de rayo en la frente que a los once años se enteraba, por boca de un enorme hombre de pelo abultado, que era mago habría sido muy trillado. Escribir un artículo en élfico es algo que requiere una capacidad que yo no poseo. Inventar una poesía también. Y cuando estaba a punto de quemar las naves, me di cuenta de que había escrito una página y un poquito más en Word acerca de lo que no se me ocurría escribir. Y pensé que el libre fluir de la conciencia a veces puede ayudar mucho. Pero como no quiero irme sin una reflexión o moraleja, me despido de todos ustedes, lectores, con una canción que nos deja flotando en la duda existencial relacionada al tema locura. ¿Qué es estar loco? Yo no tengo la respuesta y la canción que les voy a brindar, tampoco. Quizá Marilú se ponga orgullosa de eso. Pero lo que importa es la cerveza. No, mentira. Lo que importa es la pregunta. Les tiro la primera piedra con la canción Loco. Y si alguien se pregunta de quién es, lo voy a decir al final, para mantener la intriga. Pero, con una mano en el corazón, estimado lector, no sea tan turro de saltearse la canción para ver el nombre del autor. No se engañe a usted mismo.
Fue tan tremenda la secuela
De aquel golpazo en la escuela
Que te llevó a otro mundo
Cambió tu vida en un segundo
Justo a la hora del recreo
Lo que siguió fueron todos hospitales
Especialistas en deficiencias mentales
Metiendo cubos en triángulos
Buscándole al círculo ángulos
Y te diagnosticaron ‘locura’
Te abandonó tu padre y tu madre
Y hasta el maldito apellido aquel
Te abandonó la comadre y el compadre de tus padres
Y hasta el Tío Ismael
El amor apagó el foco
¿A quién le interesa un loco, excepto al mismo loco aquel?
¿Dónde está el manicomio para Dios?
¿Allá dentro o aquí afuera?
¿Dónde se han fraguado las matanzas?
¿Allá dentro o aquí afuera?
Regálame un poquito, un poquito de locura
Que me ando fijando mucho en la marca de mi pantalón
¿Se te apagó la luz o la encontraste?
¿Se te zafó un tornillo o lo apretaste?
¿Cuál es la dimensión de la locura?
¿Si es más cuerdo el que piensa o el que mira la luna?
¿Si es más cuerdo el que piensa o el que mira la luna?
Te agarraste de una nube y te escapaste
Al primer planeta que encontraste
Y sin darte cuenta, te salvaste de todas las cosas que dejaste
De la geometría, de la geografía, de la economía,
De todo este mundo y sus cursilerías,
De estar a la moda, de ser una escoba, de una novia boba
Y hasta de una posible boda.
¿Se te apagó la luz o la encontraste?
¿Se te zafó un tornillo o lo apretaste?
¿Cuál es la dimensión de la locura?
¿Si es más cuerdo el que piensa o el que mira la luna?
¿Si es más cuerdo el que piensa o el que mira la luna?
Ricardo Arjona. Loco. Y lo demás es silencio. Aquí me despido, hasta otro blogoencuentro.
Has comprobado que este blog es más que un blog, es una vida que sí nos alcanza.
ResponderEliminarMis aplausos de pie, siempre.