Ce soir la nuit sera blanche
Noche de los museos en Buenos Aires. Tras una complicada y no respondida convocatoria vía mail, los dementores, Darth Vader y algunos adjuntos logran contactarse vía mensajes de texto (hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad). Comienzo de la noche: yo, Toro de Minos, en un auto con mi hermana C. y mi hermano L. al volante yendo a museos y sufriendo "la caída de nuestros proshetos", rehusándonos así como somos a hacer colas de cuadras para ingresar a un museo. Aramis, Darth Vader y G. camino al Museo de la Inmigración (Darth Vader nos contaría después cómo comenzó su noche, con un coreano disfrazado de andino y un flogger haciendo teatro). Aramis y yo hablamos por teléfono. Aramis me advierte que el Museo de la Inmigración no existe, que están en una estación de servicio a punto de ser violadas. Toro de Minos et al. al rescate, vamos rápido en nuestro Ford Fiesta, nuevo compañero de la noche, a rescatar a las damiselas en peligro. Maniobras de dudosa legalidad mediante, llegamos a la estación de servicio y las damiselas se suben al Fiesta. L. (también conocido como "El enmascarado") nos deja en Av. Independencia y Tacuarí, luego de sufrir un viaje en el que acusamos a un gentío de ser "menenista" a los gritos y le confesamos nuestro amor a Chile en la puerta de un restaurant trasandino, y marcha hacia otro encuentro con otras gentes. Ahora estamos a pie Aramis, Darth Vader, G., C. y yo. Caminamos hacia el Museo del Títere. En el camino somos acosadas por un hombre que desconoce la existencia de los pañuelos y de los códigos de etiqueta. Llegamos al Museo del Títere e ingresamos. Lo recorremos, todo muy lindo. C. muestra a la población fotos de nuestro sobrino Leónidas, y la noche está de duelo por Leónidas Lamborghini. Seguimos recorriendo el museo. Un centroamericano dice a Aramis: ¿Tenés folleto? y Aramis con mucha euforia le dice que no, le sonríe y le pide uno. Todo al ritmo de los Black Eyed Peas, soundtrack oficial de la noche de los museos. El centroamericano me mira y le digo: Yo tampoco tengo folleto pero no estoy tan desesperada. Me da uno sin reír, el centroamericano me cae mal. Salimos del museo. Ya es tarde. Decidimos ir al Museo Mitre a ver un recital de música celta. Bueno, decidimos es un decir. La verdad es que alguien lo propuso, nadie dijo que no y empezamos a caminar. Sobre la calle Defensa se nos pega un grupo de turistas hispanoparlantes de nacionalidad no identificada que lleva instrumentos de percusión. Llegamos al Museo Mitre. Una señorita del grupo de turistas pregunta al guardia si ese es efectivamente el Museo Mitre y si es allí donde habrá un recital de música celta. El guardia dice que sí y pregunta a la señorita con cara de asco si los muchachos que tocan percusión sin pudor están con ella. Ignoro su respuesta, entro sacudiendo mi pelazo al Museo y le digo al guardia: Yo no estoy con ellos. A Aramis y a Darth Vader les parecen simpáticos los turistas (que combinan sandalias con medias), y me acusan de mala por despreciarlos. Yo no lo digo porque ya lo saben, pero pienso que la gente que toca instrumentos en la calle me cae mal. Odio la contaminación sonora. Amenazo a Aramis con regalarle una taza con la forma de la cabeza de Bartolomé Mitre (no se pierdan esa pieza en el museo). Darth Vader me pregunta si no se supone que odiamos a Mitre. Yo le digo que no importa. Terminamos de recorrer el Museo Mitre y nos sentamos las cinco en un banco en el patio. Aramis dice que el banco se va a partir, pero nos reímos del peligro. En el fondo vemos un auditorio, debemos ir pero no encontramos la energía necesaria. El ruido de un violín en la distancia nos indica que ya es hora. Nos dirigimos al auditorio. En la última fila se sientan Aramis y Darth Vader. C., G. y yo nos sentamos en un banco en el fondo del auditorio, al lado de un muchacho. A G. le llega un mensaje de texto de parte de Darth Vader que reza: ¡Mandá alto papi al 2020 y te llegan fotos del sensual a tu derecha! Estallamos de la risa. El muchacho es muy sensual, hasta tiene aspecto irlandés. Ingresan cuatro chicas con vestidos irlandeses. Creemos que ese es su gusto para vestirse y las envidiamos. Pecamos de ingenuas al no comprender que eran bailarinas de riverdancing y que en unos minutos bailarían. La banda está afinando. De pronto comienzan a tocar. La troupe de Heisenberg Not Dead no para de sonreír, es música folklórica irlandesa en serio. La banda es imperdible. De izquierda a derecha son: un militante de izquierda convencido, Hugh Laurie, Yepeto, Raúl Lavié y Remus Lupin. Detrás del proto-escenario, presidiendo la velada, un retrato de Bartolomé "en este retrato me parezco a Julian Barnes" Mitre. La música es cada vez mejor, HND hace palmas y grita "bravo" con euforia al final de las canciones. Se desocupan los asientos contiguos a Aramis y Darth Vader. Las relegadas nos mudamos a su lado. La música sigue mejorando, las bailarinas son hermosas y hacen lo que Aramis y yo intentamos hacer cada vez que nos reunimos. Ya junto a Aramis le digo: no puedo creer que este hombre sea tan parecido a Hugh Laurie. Ella me dice que jura que le sonrió, y que de ese hecho sólo puede deducir que ya está enamorado de ella. Me río. Más palmas. Levantamos los brazos al compás de la música para amenizar la velada. Hugh Laurie pregunta si se escucha bien en el frente; el frente responde. Hugh Laurie pregunta si se escucha bien en el fondo; el fondo dice que se escucha bien y cuando el fondo está en silencio Aramis grita "te amo". HND está a punto de morir de una hernia, no puede reírse más. Cuando creemos que la noche no puede mejorar, Darth Vader nos dice: Gary Oldman está atrás nuestro ¡Miren a la derecha! Todas miramos a la derecha y vemos a la versión criolla de Gary Oldman; él nos ve a nosotras y se ríe con un poco de miedo. La música sigue y Hugh Laurie hace chistes obscenos a modo de perífrasis para cada una de las canciones. Morimos de amor. Anuncian que van a cantar una canción de los irlandeses que militan por la independencia de Reino Unido. Alzo los brazos en gesto de victoria. Miramos hacia la derecha y Gary Oldman no está. Aplaudimos cada vez más fuerte. De pronto, Gary Oldman está atrás nuestro. Temo por mi vida y por mi virginidad, intuyo que en breve voy a ser parte del dúo Soplanacu. Gracias a Dios mi predicción no se cumple, Gary Oldman nos abandona (no es como Rexona). G. y Darth Vader se van a sus casas. Quedamos C., Aramis y yo. Para el cierre de la velada, la banda invita al público a bailar; el público comienza a bailar. Aramis me propone eufórica que nos unamos y antes de que mi pudor decline la invitación, me encuentro en una ronda gigante con nuestros contertulios, tomando a Aramis por la mano izquierda y a una mujer parecida a Silvia Hopenhayn por la derecha. La ronda corre más y más rápido por todo el auditorio, es casi un trencito de casamiento. Rodeamos un busto de Franklin y gracias a mi torpeza estoy a punto de tener relaciones íntimas con él. Termina el recital: Aramis y yo nos sentimos completas, C. tiene un poco de miedo. Las tres volvemos a la central de operaciones barraquense. C. se va a la cama, Aramis y yo comemos sambuchitos, durazno, galletitas con dulce de leche y hablamos de la inevitabilidad de la muerte, de nuestro amor por Irlanda, de las bebidas alcohólicas, de cómo la literatura diluye la unicidad del discurso historiográfico (pero qué tonto parece eso a la sombra de nuestra mortalidad) e incluso le sacamos el cuero a ciertas manifestaciones feministas. Pasadas las cuatro y media de la mañana, nuestra plenitud irlandesa abolida por nuestra percepción de la muerte, decidimos hacer lo que nos propone Lawrence Durrell y actuar nuestra muerte en nuestras camas. Muy temprano por la mañana, Aramis ya vestida y con el bolso en la mano me despierta y me dice que se debe ir. Salgo de la cama. Me pregunta si tengo frío, le digo que no, que tengo fiaca. No entiendo nada. Me dice que mi camisón es muy lindo, le digo que sí. Dice algo más que escucho pero no entiendo. Le abro la puerta, la saludo y la veo irse. Me vuelvo a meter en la cama. Mi despertador suena a las 10.10hs., un rato más tarde C. bañada y vestida entra a la habitación. Después de hacer un rato de fiaca, me siento en la cama y me pregunto si Irlanda, nuestra Irlanda, existe en algún lugar.
Sólo quiero acotar algunas cosas:
ResponderEliminarHugh Laurie del acordeón y la flautita re loca: PREPARATE. Sé que estás enamorado de mí y muy pronto te voy a volver a encontrar, y ahí me vas a proponer fugarnos a Irlanda la tierra de la infinita alegría con interrupciones para insertar la más hermosa melancolía.
Lo que te dije, Porthos, a la mañana, fue "yo lo usaría en la calle ese camisón, y no para dormir".
Hoy vi danzas típicas eslovenas, les falta muchísima Cindor, pero hay un par de pasos que podríamos implementar en nuestra próxima noche en la que nada tenga sentido.
Hugh Laurie se llama Daniel Weschler. And in this corner, the stalkers!
Mátenme ahora, siento que soy feliz. O mejor déjenme viajar a Irlanda, después mátenme.
lamento no haber compartido con el resto del staff la velada, una serie de eventos desafortunados lo impidieron, Jim Carrey es el culpable. Pero me sentí parte de esa noche cuando leí el maravilloso raconto de Porthos. cuántas aventuras quijotescas! y yo que sólo vi a Carlitos y a Imbrogno! (igual, la pasé bien, tampoco es cuestión). cuando leí lo que vivieron el sábado pensé en esa canción de Sabina en la que entre citas de Borges, Evita bailaba con Freud.
ResponderEliminarlas extraño, besos.