¿Chicas del montón?

Hoy vi, una vez más, Mujeres al borde de un ataque de nervios (cortesía del señor J.E.W., a quien le dedico este artículo). Esos tacos rojos de la Pepa, ese gazpacho adormecedor, el orgasmo en sueños que le quita la virginidad a Marisa.
Mujeres que entretejieron sus vidas alrededor de hombres que las lastimaron, las hicieron llorar, les dejaron el sabor metálico de la soledad en los labios y desaparecieron, abandonado hasta sus maletas. Iván se fue con Paulina a Estocolmo sin saber que Pepa estaba embarazada de él, persiguiendo a la loca de la ex-esposa que quería matarlo en el aeropuerto. Carlos quedó encantado por la aturdida Candela, mientras su novia gemía en sueños, frente a Madrid. Y los terroristas chiítas...¿qué puedo decir de ellos?
Eran mujeres al borde de un ataque de nervios, destrozadas por vicisitudes de amores inciertos que nunca habrían de llegar a buen puerto. Y detrás de todo ese montaje, la mano de Pedro Almodóvar que, al igual que el mercado para Adam Smith, dirige invisiblemente los pasos de esos tacones lejanos.
Me río como loca, compadezco a esas mujeres, intento entenderlas y pienso que Yo quiero ser una Chica Almodóvar y no dar el alma sino a quien me la roba. Quizá algún día pueda viajar de Madrid a New York y del invierno al verano, como Pepa o Marisa o Paulina o Candela o la madre de Carlos. Calzarme los tacones rojos e incendiar mi cama o arrojar el teléfono por la ventana, haciendo añicos el cristal. Pero me quedo con la escena en que Pepa echa los calmantes en el gazpacho, treinta pastillas blancas, y mirando de reojo, casi en un murmullo, dice "Ya estoy harta de ser buena".
Desde este blog, mi homenaje y eterno agradecimiento a Pedro, por su maravilloso universo femenino, y a esas mujeres que nunca se rinden y que creen que es más sencillo aprender algo de mecánica que de psicología masculina. Aunque, no obstante, no se cansen de amar, entremezclando dulzura, dolor, placer y un poco de gazpacho.