Cien páginas antes de dormir: menos sexo y más literatura

Hay momentos de lucidez y momentos de lucidez. Los momentos de lucidez son aquellos que se alcanzan con un tiempo decente de sueño, con una buena alineación de los astros, con una cabeza fresca. En cambio, los momentos de lucidez preferibles son aquellos a los que sólo se accede de la mano de la ira. De la bronca, de la furia. De ese estado febril en el que el corazón bat la chamade, las manos tiemblan, la respiración se entrecorta. Se agudiza la mirada y se ven cosas que nunca se habían visto. Resulta imposible hablar porque la velocidad de la lengua no alcanza la del cerebro. Esa lucidez llega en los momentos más inconvenientes y quiere ser atesorada, protegida y documentada en un viaje en colectivo, en una fiesta o en una clase. Pero es imposible vivir así, entonces esa lucidez se disipa y se vuelve a un estado normal. Luego se busca volver a ese estado de furia para recuperar la lucidez, y se engullen detonantes al ritmo al que Brick Pollitt traga alcohol para recuperar la lucidez.

En uno de esos momentos de lucidez comprendí que el sexo es un ricachón capitalista que con los bolsillos inflados de dinero y el estómago lleno nos ofrece más y mejor. ¿Más y mejor qué? No importa, lo importante es que lo tengo y te lo estoy ofreciendo, ¿lo querés o se lo doy a otro?

Libertad. Alguien dice que en Cuba no hay libertad, que en la Unión Soviética no había libertad, que en Alemania del Este no había libertad. Otro (preferiblemente con barba) le dice que sí hay y había libertad, sólo que la libertad era entonces la posibilidad de un futuro, no una elección en la góndola del supermercado. Todos se ponen de acuerdo. Libertad es educación, es futuro. Libertad no es elegir si quiero Coca-Cola o Pepsi. Pero en los 60 hubo una revolución sexual. ¿Fue una revolución? Sí, claro que fue una revolución. Philip Larkin lo documentó en su Annus Mirabilis, cientos de canciones fueron escritas, lo protagonizaron Lady Chatterley y Fanny Hill. Pero nadie nos advirtió que mientras Cuba construía su futuro, el resto del mundo celebraba la revolución del librecambio. Porque cuando se trata de sexo, libertad es elegir si quiero a Juan o a Pedro o a María o a Ana. Y estoy segura de que en Cuba también es así. Libertad sexual es elegir con quién querés tener sexo. ¿Cómo que no querés? Pero tenés que disfrutar de tu cuerpo, ¿no tendrás algún problema? ¿Fuiste al médico? Vos tenés un complejo, ¿consultaste a tu analista? ¿No te estarás reprimiendo? Ya sé, tuviste una mala experiencia y ahora te estás convenciendo de que no te gusta el sexo. Yo estuve ahí, pero gracias a este manual aprendí a disfrutar de mi vida sexual como nunca, pasá por casa y te lo llevás. No puede ser que no te interese, no se puede vivir sin sexo. Es como no mirar la televisión, no existe. Es natural, es algo biológico, animal. Todos disfrutamos el sexo. A todos nos interesa el sexo. Claro que construir un futuro a partir del sexo es posible sólo si pensamos el sexo como forma de reproducción sexual y no como fuente de placer. Pero hoy que ya conquistamos los anticonceptivos, y el sexo pre-marital, ¿no es hora de hacer algo nuevo?
Sexo. La Real Academia Española nos dice:

sexo.
(Del lat. sexus).
1. m. Condición orgánica, masculina o femenina, de los animales y las plantas.
2. m. Conjunto de seres pertenecientes a un mismo sexo. Sexo masculino, femenino.
3. m. Órganos sexuales.
4. m. Placer venéreo. Está obsesionado con el sexo.

Bueno, vamos a quedarnos con el vox populi: sexo como condición orgánica. Alan Pauls en La vida descalzo nos advierte que el sexo (o el erotismo, es decir, el sexo en clave metonímica) tiene poco y nada que ver con la naturaleza, sino todo que ver con la cultura. Diego Golombek: vade retro. El imperativo biológico ya no camina. La naturaleza no es amiga de la acumulación, lo natural prescribe las recetas de la economía. Hoy que el sexo es un capital, llevando la lógica de la acumulación al ridículo con esos relatos de proezas sexuales que supuestamente deben dejarnos boquiabiertos y pidiendo por más, opera exclusivamente en el plano social. Si el sexo fuera tan natural y orgánico, no abundarían esos libros brillosos que prometen más horas de sexo, más y mejores orgasmos, más potenciales parejas. También invitan a la masturbación pero sólo como estudio preliminar de la vida sexual, que sólo puede existir en tanto haya más de un aparato reproductor en juego. Y lo más importante: la satisfacción, que sólo se rige por una variable. La cantidad de orgasmos. Orgasmos que se deben conseguir lo más rápido posible. O en última instancia tarde pero seguro. ¿Y si no hay orgasmo? Hay un problema en la pareja. Y se preguntan por qué tantas parejas tienen dificultades en llegar al big O! ¿No será que les importa un pito llegar al orgasmo? ¿No será que el sexo es tanto más que una lista de teléfonos y un repertorio de griteríos?
He aquí otra dificultad: ¿qué es el sexo? ¿qué es la vida sexual? Siempre me pregunté cómo era posible que jovencitas aseguraran ser vírgenes sin desmentir que habían tocado todas las partes del cuerpo de su pareja y más simplemente porque no había ocurrido la penetración vaginal. Los libros brillosos nos dicen que el sexo es más que la penetración, pero en la calle se escucha otra cosa. Porque si comprendemos que tener sexo no es simplemente penetrar o ser penetrado, abrimos la puerta al sexo democrático. Si el sexo es el contacto entre dos cuerpos, contacto que a veces puede ocurrir de manera elíptica y por eso ser aún más intenso, todos tenemos, tuvimos y vamos a tener sexo. Y si todos tuvimos, tenemos y vamos a tener sexo, ¿cómo medimos el éxito? Entonces mejor mantenerlo en un ámbito cerrado. Lo escondemos bajo la alfombra, prometemos que es lo mejor que le puede pasar a uno en la vida, y si alguien dice que no le gustó inventamos un síndrome para diagnosticarle. Ya está, el complot más grande del mundo. Mejor aún, lo cubrimos de vergüenza, de estigmas sociales y después aseguramos que allí reside la libertad. El sexo como tierra prometida. Esto es también el sexo como ilusión. Andy Warhol en su cortometraje Blow Job (1964) nos muestra el rostro de un joven bello como un ateniense teniendo un orgasmo. No vemos qué lo produce, vemos simplemente el resultado. Identificamos el resultado (y el proceso que a él nos llevó) porque es idéntico en todos los casos. Y si el orgasmo es universal, pero privado. Si es liberador, pero debe ser ocultado. Si mejora cuando en cantidad, pero es poco frecuente. Si se permite todo en el sexo, pero hay pasos a seguir. ¿No hay algo que suena raro?
Me prometen que el sexo es lo mejor. Yo siempre pienso lo mismo: ¿tan malo es el resto? Que los demás tengan sexo, yo disfruto la libertad de la castidad. Y cuando se crucen con un unicornio, que lo llamen a Magoya.

Comentarios

  1. no es el sexo, es lo que lo rodea. 'no te quiero pa' desordenar mi cama' dijo Arjona.Hay algo más, algo que no se escucha. vos lo dijiste, Porthos: el gato está en la bolsa. a veces creo que sos shamánica. gracias.besitos.

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  2. ¿Cómo crees que Alessandra se sentiría al leer esto?
    Pa' mí que somos todos politeístas y el sexo es uno más de esos dioses cachondos que nos ponen las mitologías...y este era hasta más promiscuo que el Zeus.
    Acá con el "sesssso" hay más mafia que en El Padrino; hay algo que todavía no se dijo y que se está por descubrir. Pero ten cuidado, mi querido Toro, alguien te está siguiendo el paso.

    Gracias...totales.

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  3. No sé qué temer más: el ser shamánica o saber que alguien me está siguiendo el paso.

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  4. ser shamánico no es algo de temer. además, el shamán no es shamán porque tiene poderes que la tribu admira. el shamán es shamán porque la tribu acepta que tiene poderes, porque la tribu lo legitima como tal y le da el poder. vos sos shamánica: te admiramos y te legitimamos. ahora, con lo de que te siguen los pasos, le pregunto a Cande: ¿estás con Ciro James? cuidado. besitos.

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