Cómo acosar a una celebrity y no morir en el intento (ver artículo anterior para efecto cómico)

"Somos pocos y nos conocemos todos" me dice siempre Atos. Y es cierto, nos conocemos todos. Te conocemos a vos, lector anónimo, temblando del otro lado de la pantalla, tratando de conseguir algo de adrenalina en tu hemipléjica existencia. Sabemos que te sentís inmerso en un mar de pus, sabemos que ya no podés confiar en Irlanda porque tu cinismo te obliga a pensar que ni siquiera allá todo es coser, rebelarse contra el Imperio Británico, ser torturado, ser huérfano, ser golpeado por un cura enojado, ordeñar ovejas y cantar. Por eso, siguiendo el consejo de Aramis para renunciar al amor en 5 pasos, acá te vamos a dar una ayudita extra y te vamos a mostrar cómo realizar el paso nº 3. Enamorarse de un famoso y acosarlo cibernésticamente.
1) Ubicar a un famoso de tu agrado. No tiene que ser famoso. No tiene que ser de tu agrado. Ubicá a alguien. Si no lo conoce nadie, después contás la biografía y te hacés la interesante (ver más abajo). Pero ubicá a alguien. Investigálo exhaustivamente (si es actor, mirá sus películas...momento, estar enamorada de un actor es demasiado serio, optemos por un escritor, o un músico pre-punk, o un conductor de TN Tecno, o alguien de Canal 7...investigá qué hicieron, quiénes son). Fantaseá con ellos. Sí, fantasías de naturaleza sexual, son obligatorias. No las cuentes, a nadie, ¿me oíste? Buscá razones para amar a tu crush (metemos vocabulario de revista Cosmo para hacernos las lindas), después buscá razones para odiarlo. Esto último sirve para convencerte de que estás mejor sin él, juntos no funcionarían, pero de lejos es tan lindo.
2) Buscá maneras de contactarlo. Internet es la mejor opción. Twitter es genial porque es casi anónimo, Facebook es un poco más arriesgado pero si te gusta el peligro es tu opción, PJ Digital es sólo para acosar a Carlos Godoy pero si sos como yo, te viene al pelo igual. (Momento, si de tan gorila que soy tengo un usuario en PJDigital, ¿cómo es que no me fijé si Godoy tiene usuario? Ah, cierto que usé la foto de un irlandés muerto que bajé de internet y me inventé un personaje mendocino con una hija viviendo en La Plata*. A veces me olvido de las cosas importantes.) En fin, investigá también la red social más adecuada. Para hacer esto, podés mirar TN Tecno y matar varios pájaros de un tiro. O mirá La Tarde es Nuestra en Canal 7 y prestá atención cuando habla el Tecnoguía. Uníte a esa red social.
3) Una vez en la red social de tu elección, buscá personas acosables. Lo mejor es enterarte por accidente. ¿Lo encontraste? Estamos ahí, aguantáme, pebete.
4) Seguílo en Twitter, o pedíle amistad (?) en Facebook, o mandále un abrazo justicialista en PJDigital. Si estás en Twitter, además twittealo. Puede ser algo insignificante, no importa, iniciá el contacto. Si estás en Facebook, podés conformarte con mirar sus fotos una y otra vez (sí, estoy muy en contacto con mi lado voyeurista). En el PJDigital, claramente vas a tener que preguntarle cuál es su verdad justicialista favorita. Podés invitarlo a faltar a un parcial en invierno para tener sexo desenfrenado (que es peronista, Godoy dixit).
5) Si seguiste estos pasos, ahora sos una acosadora oficial. Bienvenida al club. Quedáte en sintonía, porque mañana se viene un artículo sobre los beneficios del anti-amor platónico.
*Lector: esto es 100% verdadero. Un teclado, un monitor, conexión a internet y yo somos un peligro. Ojalá mi creatividad pudiera inventar semejante historia, ya la contaré en otro artículo.
Historia de este amor desesperado:
¿Por qué escribí yo este artículo? ¿Por qué precisamente yo? Porque la tengo clara. Porque tengo momentos célebres de acoso. Voy a contar simplemente dos casos, porque me tengo que ir a recuperar mi usuario en el PJDigital para acosar a Godoy (beware, Charly!).
Acoso nº 1: Stephen Fry. No me miren así, es Stephen Fry. Es un genio, es la mitad de A bit of Fry & Laurie. Siempre quise tener un tío así, gracias a Twitter lo conseguí. Bueno, no lo conseguí, pero al menos lo sigo en Twitter. Y me entero de todos los benditos lemmings que ve en sus viajes, todas las ganas que tiene de dormir, todo el peso que perdió y demás tonteras que él cuenta. Ahora me siento más cerca de Stephen.
Acoso nº 2: este es de calibre profesional. Normalmente, no pondría el acosado con nombre y apellido porque en mi mente retorcida tengo una voz que me dice que él se debe autogooglear, y que si llega acá estoy al horno. Pero hay mucha humedad y es tarde. Entonces lo digo: acosé a Gonzalo Garcés. Sí, pero esto fue mejor de lo que yo esperaba. Un día, me agarró antojo de leer una entrevista suya. Entré a Google (partner in crime), puse su nombre y apreté Enter. Y allí estaba: la página en Facebook. Pensé que debía ser otro, pero entré y el de la foto era él. ¡Era él! ¿Debía pedirle ser "amiga" de él y exponerme como "fana"? No lo pensé, hice click para pedirle "amistad". Me fui a dormir extasiada. Al día siguiente. Abro mi casilla de mails, y veo que me había aceptado. Pero non solum me había aceptado, sed etiam me había mandado un mensaje preguntándome si me conocía de algún lado. Tucumán arde y yo también. Pensé que podía decirle que mi frente es pálida, mis trenzas de oro y puedo brindarle dicha sin fin. Pero no me gusta Bécquer. Pensé en decirle: Garcés, soy tuya, hacéme lo que quieras. Pero no queda muy fino. Nada, le dije que lo leía y que lo agregué y que era una ridícula y que no me odiara. (Traté de seducirlo con mejillas ruborizadas pero no me funcionó.) Me dijo que no era ridículo, que se sentía halagado. En ese momento, tenía que continuar la comunicación, así que le dije algo horrendo y estúpido que prefiero olvidar, y él me contestó de una manera soñada. Entonces, experimenté la famosa desesperación platónica frente a lo bello, y le dije algo más horrendo, doblemente estúpido y, si no recuerdo mal, hasta un poco incoherente. Bueno, dicen (A. Pauls) que el discurso amoroso es más una concatenación de exabruptos y balbuceos que de oraciones bien articuladas. Más que sufrir "el rapto brusco de la palabra" (gracias, Barthes, por tanta magia), la palabra fue secuestrada, mutilada, sodomizada, deglutida, rumiada y regurgitada por mí. Y ahí vino lo horrendo. Él me contestó de una manera graciosa y simpática, y yo (que tenía que tener la última palabra) le dije algo de naturaleza vomitiva. Pero ahora trato de olvidarlo y trato de pedirle perdón a Garcés en este humilde blog, juro que no soy tan estúpida, es que el amor me pone mal. Y para mitigar el dolor, busco mis próximas víctimas (en los contactos de Garcés): ¿será Terranova? ¿será Brizuela? No sé, pero yo no paro hasta que el fantasma de Lugones tenga féisbu para mandarle cartas románticas, absolutamente obscenas y para nada inteligentes.
Los saluda cordialmente,
Toro de Minos.
P.D.: Salgan, acosadores, el mundo está lleno de gente que quiere ser adorada.
yo ya tengo el sujeto elegido -bien chévere- (you're the cho cho cho chosen) pero el problema mío es más cibernético-prehistórico que otra cosa: no tengo ni twitter ni facebook ni facebutt ni nada parecido en el que pueda verse una foto mía o aparecer una solicitud de amistad de Julio Cobos. Y menos aún tengo usuario en el PJ Digital. Les pregunto, Alesandras dementores, ¿cómo soluciono mi problema? ¿deberé dejar atrás mi prehistoria para adaptarme al amor en el siglo XXI o al no-amor? ¿existe el punto G digital también? ¿y el orgasmo múltiple blogístico?
ResponderEliminargracias, Teresa de Barranquilla.
Gasti Pauls es el punto G. Digital y analógico. El orgasmo múltiple blogístico es que Malena Pichot te deje un saludo.
ResponderEliminarSi te las arreglás para mandar cartitas, no necesitás facebutt, pero sí te recomiendo PJDigital.