Hernán Cortés: “pero al final, es lo mismo vender un cuadro que 100 gr. de paleta”
Tengo un compañero de curso muy particular. Y ahora que se acerca fin de año, y siguiendo el consejo de Micaelita, me propuse escribir un artículo sobre su persona. Hernán Cortés, aunque nunca te enteres (por suerte) de la existencia de este escrito que es por y para vos, quiero que sepas –no sé cómo pero no me importa tampoco- que tu manera de ser determinó la de muchos de tus compañeros: sacás de lo más profundo de nuestra conciencia lo más progresista de nosotros mismos.
Cortés es un hombre grande. Literalmente grande. Tiene una barba que ya está por entrar en la A nacional y remeras de rugby –porque practica dicho deporte-. Su novia es la cuarta parte de su cuerpo. Va a seguir historia y es uno de los alumnos que más participan en las clases dando su opinión respecto de cualquier temática. Como él bien dijo una vez, debe ser por Dog Chow. Podríamos definirlo como un fornido simpaticón que lee mucho a Eric Hobsbawm y ama la temática ‘segunda guerra mundial’. Piensa, como muchos de nosotros, que los rusos no son humanos. Pero no todo lo que reluce es oro, como bien nos ha enseñado nuestro programa de culto Ciega a citas. Hernán Cortés no entiende el arte moderno ni contemporáneo ni el mercado del arte. No entiende que el arte sigue el mismo camino que las otras esferas de la vida humana. No entiende que el arte es parte de algo más grande que se halla subyacente en la estructura social. No entiende que el arte de los hombres tiene una relación estrechísima con todos los aspectos sociales y que la cultura no es una esfera autónoma que se halla segregada en una parte especial del cerebro. Al fin y al cabo, no se encuentra nuestro querido Cortés tan lejos de la descripción dada por el sociólogo Pablo Semán sobre escritos como los de Aguinis o Lanata o Pigna. Estos autores sólo vuelven a la esfera moral y cultural pasada de los argentinos para explicar las insatisfacciones del presente de nuestra sociedad, como si esas esferas no se hubiesen visto afectadas por factores sociopolíticos y económicos. Y lo peor de todo es que Hernán Cortés tilda a esos escritores (sobre todo a Pigna) de chantas.

A nuestra profesora de historia de arte le gusta Rothko. La respuesta de mi homenajeado ante tal afirmación fue “hay gente para todo”. Su negatividad ante el arte nuevo (o no tanto), original y mercantil es más fuerte que la racionalidad de la que se jacta tener por ser occidental. Se pregunta por qué el fenómeno Gallery Night se llama así y se nombra en el idioma sajón cuando no sucede lo mismo con “la noche de los museos o…no sé, la ciudad de los niños”. Comprendió que para “esa gente”, la que concurre a la noche de las galerías –con amor, Cortés, en español lo digo-, el arte no es más que “una mancha que salió bien”. No es que Micaelita, J., C. –espero que se entienda quién es-, MLM o yo amemos que un cuadro de Berni cueste 500.000 dólares, pero entendemos que ese mercado artístico no es algo que nació de un repollo y ayer. La mercantilización se da en todos los ámbitos de nuestras vidas, nos guste o no, y desde hace siglos. Cortés, con sus afirmaciones, nos hace parecer unos fervientes amantes del capitalismo cuando no es así y a su vez, nos hace parecer más vanguardistas de lo que realmente somos. Por eso, aunque no lo comprendemos, lo aceptamos, puesto que ha logrado hacernos crecer y pensar nuestro yo que piensa. No puedo más que recordarlo como el compañero que no entendió el mercado del arte y que odiaba a Pollock. Desde ahora mismo y aquí, hacia donde quiera que estés, mi eterna gratitud. Quisiera despedirme con una frase de Micaelita que ilustra esta situación: “Si alguna vez hago una película, se la voy a dedicar a Cortés”.
Cortés es un hombre grande. Literalmente grande. Tiene una barba que ya está por entrar en la A nacional y remeras de rugby –porque practica dicho deporte-. Su novia es la cuarta parte de su cuerpo. Va a seguir historia y es uno de los alumnos que más participan en las clases dando su opinión respecto de cualquier temática. Como él bien dijo una vez, debe ser por Dog Chow. Podríamos definirlo como un fornido simpaticón que lee mucho a Eric Hobsbawm y ama la temática ‘segunda guerra mundial’. Piensa, como muchos de nosotros, que los rusos no son humanos. Pero no todo lo que reluce es oro, como bien nos ha enseñado nuestro programa de culto Ciega a citas. Hernán Cortés no entiende el arte moderno ni contemporáneo ni el mercado del arte. No entiende que el arte sigue el mismo camino que las otras esferas de la vida humana. No entiende que el arte es parte de algo más grande que se halla subyacente en la estructura social. No entiende que el arte de los hombres tiene una relación estrechísima con todos los aspectos sociales y que la cultura no es una esfera autónoma que se halla segregada en una parte especial del cerebro. Al fin y al cabo, no se encuentra nuestro querido Cortés tan lejos de la descripción dada por el sociólogo Pablo Semán sobre escritos como los de Aguinis o Lanata o Pigna. Estos autores sólo vuelven a la esfera moral y cultural pasada de los argentinos para explicar las insatisfacciones del presente de nuestra sociedad, como si esas esferas no se hubiesen visto afectadas por factores sociopolíticos y económicos. Y lo peor de todo es que Hernán Cortés tilda a esos escritores (sobre todo a Pigna) de chantas.

A nuestra profesora de historia de arte le gusta Rothko. La respuesta de mi homenajeado ante tal afirmación fue “hay gente para todo”. Su negatividad ante el arte nuevo (o no tanto), original y mercantil es más fuerte que la racionalidad de la que se jacta tener por ser occidental. Se pregunta por qué el fenómeno Gallery Night se llama así y se nombra en el idioma sajón cuando no sucede lo mismo con “la noche de los museos o…no sé, la ciudad de los niños”. Comprendió que para “esa gente”, la que concurre a la noche de las galerías –con amor, Cortés, en español lo digo-, el arte no es más que “una mancha que salió bien”. No es que Micaelita, J., C. –espero que se entienda quién es-, MLM o yo amemos que un cuadro de Berni cueste 500.000 dólares, pero entendemos que ese mercado artístico no es algo que nació de un repollo y ayer. La mercantilización se da en todos los ámbitos de nuestras vidas, nos guste o no, y desde hace siglos. Cortés, con sus afirmaciones, nos hace parecer unos fervientes amantes del capitalismo cuando no es así y a su vez, nos hace parecer más vanguardistas de lo que realmente somos. Por eso, aunque no lo comprendemos, lo aceptamos, puesto que ha logrado hacernos crecer y pensar nuestro yo que piensa. No puedo más que recordarlo como el compañero que no entendió el mercado del arte y que odiaba a Pollock. Desde ahora mismo y aquí, hacia donde quiera que estés, mi eterna gratitud. Quisiera despedirme con una frase de Micaelita que ilustra esta situación: “Si alguna vez hago una película, se la voy a dedicar a Cortés”.
Claramente lo vamos a terminar extrañando.
ResponderEliminarCreo que me lo tendría que haber agarrado cuando tuve la oportunidad, quite a match el pibe.
(??????????????????????????????????????? a todo)
Bueno, es de público conocimiento mi opinión sobre el arte y mi opinión sobre Rothko. Bueno, en realidad no, así que prometo un artículo sobre Rothko en particular (puedo citar sus escritos!) y sobre el expresionismo abstracto en general. Sólo voy a decir (lo que ya te dije Atos) que es muy triste que Cortés se pierda el arte, como tantos otros. Y sobre todo que no entienda que una de las cosas más interesantes del arte contemporáneo es que integró el funcionamiento del mercado al hecho artístico. Pero bueno, como la futura historiadora del arte designada de HND pronuncio estas últimas palabras: QUE LA SIGAN CHUPANDO. (Damien Hirst, te banco, a vos también te voy a escribir un artículo.)
ResponderEliminaryo creo que también tendrían que haber mencionado a otra persona que todos sabemos quien es, que habla sobre los mosaicos de baño!
ResponderEliminaryo no sé quién es!!!! MLM, como editora en jefe pero no de HND, te exijo el artículo sobre el punto y coma, en letra para nada chota y absolutamente visible.
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