Cuando me vaya lejos, por caminos de piedra

No podía faltar, en la calle ya se escucha música de balneario (¿será que las playas porteñas pegaron fuerte?), los programas de aire ya anuncian sus móviles playeros, las heladerías ya hacen promociones. Llegó el verano (la puta que te parió) y Heisenberg Not Dead no lo ignora. Por eso, inauguramos nuestra temporada con una nota bien veraniega:


Llega el verano y yo me lleno las pelotas. De todo, a saber:
1) de la gente;
2) del calor;
3) de la manera en la que la gente supuestamente adora el calor pero después se queja día y noche como si quejarse solucionara algo;
4) del sol (ya sufrí dos quemaduras severas);
5) de la gente;
6) de la música veraniega;
7) de las propagandas de productos para el pelo, la piel, el perro, el abuelo, los niños, los diareros, los militantes de izquierda convencidos y nonatos que transcurren en la playa;
8) de los autoproclamados periodistas que no hacen más que cubrir la inseguridad, la playa y la falta de pasajes en Retiro que sorprendentemente no entra en conflicto con su anuncio de que, estando las cosas como están, a fin de año celebramos comiéndonos nuestras propias extremidades porque el pan dulce está que arde y el INDEC miente;
9) de mi necesidad vital de pan dulce y helado, nunca completamente satisfecha;
10) de la gente.

El síntoma del verano es que tengo las bolas por el piso. Entonces empiezo a pensar en irme. Mientras veo cómo un cubito de hielo se derrite en mi vaso de agua pienso en irme para nunca volver, en irme a algún lugar donde no conozca a nadie, vivir ahí un tiempo y cuando me canse de eso, suicidarme. Hace unos días advertí a Aramis: vos por mí no te preocupes porque yo, algún día...me voy a suicidar. Es así. Pero por ahora me limito a fantasear sobre la versión cobarde del suicidio: irme a la goma, autodesterrarme de la comunidad con Dios y con los hombres. Invito a los demás miembros de HND (y a quien quiera porque somos pocos y nos conocemos todos) a compartir sus opciones para este verano, yo voy a compartir tres lugares a los que me gustaría ir a vivir (hasta que estoy lejos de Buenos Aires y empiezo a lagrimear cada vez que escucho un informe sobre el tránsito) y que tienen a mano la posibilidad de suicidarse.

-Parque Nacional Monte León, Pcia. de Santa Cruz:
Tengo todo lo que necesito. Hay un lugarcito donde venden sambúches (es un arcaísmo), hay un lugar desde donde mirar la Isla del Guano para divertirse con todos los tipos de cormoranes habidos y por haber, hay una playa donde hace frío y sopla el viento, hay un camping con muy lindas duchas, hay una lobería, pingüinos y guanacos.
A favor: no hay gente, nadie que me moleste. Es realmente muy lindo lugar, yo fui con una severa tortícolis y así y todo la pasé bomba. Y los pingüinos son enternecedores, podría hacer mi propia experiencia "Into the wild".
En contra: no me gusta mucho estar de camping y siendo tan pelado, me embolaría al quinto día, ipso facto llega el sexto día y yo me tiro desde el mirador de lobos marinos.

-Río Turbio, Pcia. de Santa Cruz:
Tengo una fantasía: mudarme a Río Turbio, llevarme muchos libros y trabajar en YCF. ¿Cuánto creen que aguante? ¿Un mes? La ciudad es muy linda, hay niños andando en bicicleta, es colorida, nunca hace mucho calor. Seguro tienen buenos sambúches también.
A favor: trabajar con carbón tiene su lado romántico (¿será peronista?). Hay poca gente (menos que en Buenos Aires) pero si algún día quiero hablar puedo ir a la panadería y sentirme en civilización. Con un poco de suerte me puedo comprar una moto e irme todos los fines de semana a recorrer las rutas con el viento en la cara.
En contra: habiendo gente, puedo socializar demasiado y hartarme. Y lo complicado es que tengo que encontrar una manera novedosa, efectiva y divertida de suicidarme que involucre carbón.

-Punta Arenas, Pcia. de Magallanes, Chile:
Hermosísima ciudad, y ahora que tengo mi shileno a punto puedo practicar el idioma. Linda actividad cultural (con la salvedad de Fortín Bulnes, máxima estafa del hemisferio sur), bastantes librerías (aunque los precios son de temer), preciosa arquitectura, muy buena comida (no se pierdan la palta y los frutos de mar) y mucho viento.
A favor: puedo hablar shileno y divertirme con eso, ¿cachai? Puedo comer mucho, puedo padecer el viento, la ciudad tiene una linda resolana que no quema las pieles sensibles como la mía, tiene una zona franca donde se compran electrodomésticos y electrónicos y tés importados baratos así que puedo incursionar en el mundo de la computación como nunca antes, mientras me tomo un Irish Breakfast Tea y usar sweaters todo el año porque hace frío. Además, puedo irme de vacaciones a Ushuaia, Río Grande, Torres del Paine y Puerto Natales. Todo en cuatriciclo (mi máxima fantasía vehícular). Y además, como es una ciudad grande, puedo vivir en el anonimato y, si algo sale mal, ahogarme en el océano Pacífico.
En contra: puede recordarme mucho a la vida que llevaba acá y me puedo poner melancólico. Pero todo eso se contrarresta con palta y organización de escraches a los Braun-Menéndez. De última me voy a vivir a una comunidad Selk' nam.

Si se cansaron de mí, pueden votar, mandarme el capital necesario y yo me voy al destino de su preferencia. No incluí Puerto Deseado porque merece un artículo aparte (¡las rabas celestiales!), pero es el lugar con el mejor suicidio posible: ahogarse en la ría.

Comentarios

  1. Tiemblan las secciones de 'Viajes y Turismo' de los diarios. Porthos, tenés un futuro asegurado en alguna editorial. MLM, no llores. La suma de uno y uno siempre es uno si se aprende a compartir.

    y debo decir, con pena, que ya no existe ninguna comunidad Selk' nam.
    yo me voy a Catamarca en el verano, pero allá el calor es seco. No obstante, debo decir, o me das una ciudad o me mato a alguien (porque el sucidio, después de Durkheim, ya no es romántico).
    besos.

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  2. beautiful stranger: durkheim no me entristece tanto, el que me da un poco de miedo es schopenhauer.

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