Crónicas de viaje: caminando por el extremo sur del Tawantinsuyu*.

El jueves a la mañana llegué de Catamarca después de dos semanas de recorrer la provincia. Antes de partir de Buenos Aires, habíamos averiguado lo que se podía hacer, a dónde podíamos ir, qué teníamos para ver. Sin embargo, las vistas que ofrece ese pedacito del NOA son mucho más impresionantes de lo que me imaginaba y he vuelto maravillada por los salares, el desierto, las dunas, los volcanes, las sierras, el silencio y la tranquilidad que encierran esos valles con vicuñas salvajes, suris, zorros, llamas. La madre naturaleza libera toda su belleza.

Pero en Catamarca, además de la Pachamama, está el hombre. Así como alabo a la madre tierra y su labor, puedo expresar toda mi tristeza y enojo respecto de la organización provincial que el hombre ha llevado a cabo. Ya dirán, lectores, que soy porteña, que estoy acostumbrada a la metrópolis enloquecedora, a los servicios de transporte constantes, a las miles de ofertas que la ciudad puede brindar. Yo no esperaba una mini CABA en San Fernando. Esperaba sentido común y una mínima organización que me permitiera tomar un micro sin tener que esperar 7 horas en una Terminal y 12 en otra, como efectivamente me sucedió.
En la Dirección de Turismo –con sus sedes municipales en cada poblado- la información era incorrecta. Los horarios no se conocían, los precios no eran los actuales, los servicios no estaban descritos, las personas no tenían ni idea lo que se podía hacer más allá de las plazas principales. Nos decían A por B y ni siquiera podían darse cuenta que esa A que nos vendían implicaba quizá una pérdida de tiempo y dinero imposible de recuperar. Yo fui sin auto y en carpa. Quizá eso haya sido un error. Catamarca no está preparada para acampantes que vayan a pasar varios días en un camping ya que éstos son más parecidos a los recreos de Tigre: para pasar el día y meterse en las grandes piletas municipales. El calor es atroz y entiendo la importancia de estos piletones. Pero me pregunto, ¿es muy complicado añadir una proveeduría que esté abierta durante más tiempo, añadir unas piletas para lavar la ropa y los platos? Los campings municipales no son caros y son muy bonitos, pero no sirven para los acampantes. Yo, turista, no pido servicios que los pobladores no puedan aprovechar; pido, tan sólo, un servicio más eficiente porque el turismo también le aporta a la provincia. Luego, charlando con mi vecina, me enteré que en Santa Cruz pasa lo mismo: en todos lados se cuecen habas.

Las rutas hacia el norte de la provincia están en mal estado. A veces, sólo se puede pasar con una 4X4. Tomarse el micro hacia Antofagasta de la Sierra –uno de los lugares más lindos del país, sin duda- sale $50, para turistas y lugareños, más pobres que los primeros, y tarda nueve horas desde Belén -300km-, no quieran saber lo que es ese viaje desde San Fernando. No sé qué sucederá si alguien requiere un hospital en aquellos inhóspitos parajes norteños no sólo por lo que ya mencioné del transporte sino porque pasa dos veces por semana nomás. Y, a veces, se queda en el medio de la ruta ya que crecen los ríos y tardan días en llegar. Cuando uno, ajeno a esos pagos, menciona el estado de los caminos, los lugareños responden: “¡Ah! Pero ustedes no saben lo que era antes, ahora es un sueño”. Con esa respuesta conformista y pasiva, a ningún lado podemos llegar. En medio de la ruta, se ve el asfalto a medio empezar –ni siquiera a medio terminar- que hace años no se toca. La última vez que pasé por ahí, había volcado una camioneta.

¿Por qué, con tanto que ofrecer, se quedan encerrados en sociedades que parecen estancadas en el tiempo? No pido TV por cable- que ya hay en lugares impensados- ni spa ni hoteles cinco estrellas –puaj-. Es un poco de organización, un poco de voluntad e interés. Catamarca es una de las provincias con más empleados públicos. Hay tanta policía egresada que no tiene lugar para laburar. Los gendarmes aparecen hasta en la sopa. Sin embargo, cuando uno va a la oficina o a la Terminal, nunca hay nadie. Siempre está cerrado. O peor, como toda burocracia, “acá no tenemos ninguna información de eso”. La diferencia con la UBA es que “eso” está en una de las 5 manzanas del pueblo. La señora que atendía en Turismo de la municipalidad de Belén nos decía “ustedes tienen que ir y ver” a lo que respondíamos “Santa María está a 5 horas de viaje, en un micro que no sale todos los días y que cuesta $35 por persona. No podemos ir así como así, sin información”. ¿Qué nos retrucaba? “Pero ustedes tienen que ir y ver”. Sí, se habla castellano en Catamarca, querido lector.

Yo soy porteña, soy un bicho de ciudad, vivo y viviré en metrópolis toda mi vida. Pero amo irme a lugares inhóspitos de vacaciones, lugares disímiles que me muestren “Argentina por adentro”. Me gusta ver otros paisajes y otras gentes, con otras costumbres. Sin duda, me siento más extranjera en Tinogasta que en una ciudad europea similar a Buenos Aires. Somos muy distintos, ellos son más parcos, a veces, ni siquiera nos hablaban, sólo gestos incomprensibles. Éramos los turistas, los porteños infernales de la terrible y criminal Capital Federal. Romper el hielo era muy difícil y hasta imposible en algunos casos. Nos dimos más con otros porteños, con un santacruceño muy simpático, con un tucumano que vivía en Santa María, con un matrimonio catamarqueño de Belén y un catamarqueño de Tinogasta que había vivido en Chacarita 16 años –raras excepciones-. El resto nos miraba de reojo, repitiendo “cuánta muerte hay en Buenos Aires” mientras miraba Canal 9 o TN. Pascuala, la mujer de Antofagasta donde nos quedamos dos noches, sólo confió en mí cuando se enteró que yo había nacido el día de la Virgen.

Catamarca es una provincia religiosa. El turismo religioso es lo único más organizado dentro del turismo provincial. La Virgen del Valle causa furor y revuelo en los pueblos. En Antofagasta, vimos la peregrinación de la Virgen, que llegó por aire –y por primera vez- acompañada del obispo de Catamarca. En los altares de las iglesias, que abundan, lo primero que se ve es la Virgen, después el Cristo crucificado. Cuando el micro llegó a destino, la señora de al lado de mi madre le dijo “con la gracia de la Virgen”.

No quiero parecer quejosa. CATAMARCA ES HERMOSA. En el desierto, oí el silencio y me sentí en paz. El Salar del Hombre Muerto parece el cielo mismo y saliendo hacia el pueblo de vuelta, el paisaje es lunar. Pero la organización humana es bastante pobre –materialmente también- y el pueblo, pasivo. Quizá ahora despierte un poco para salvar sus recursos naturales de las minas trasnacionales. La Alumbrera hace 13 años que está destrozando el suelo entre Andalgalá y Belén, cambiando oro por baratijas y empleando a pocos locales. Espero que no pase lo mismo en otros territorios donde haya oro, litio, uranio. Que se protejan las ruinas incas, INCREÍBLES, de la ex provincia del Kollasuyu. Que se protejan los paisajes maravillosos. Se ve que el legado Saadi es difícil de remontar –no sé qué estará haciendo Brizuela al respecto, porque allá se quejaron bastante de él- pero quiero pensar que no es imposible. No puede ser que sólo se hagan obras de infraestructura porque pasa el Dakar por allí. Paisajes de Catamarca con mil distintos tonos de verde. Esperemos que el hombre pueda rendir el culto merecido a la Pachamama que ha hecho un trabajo sin parangón.


*Imperio Inca

Comentarios

  1. Me gusta. No conozco Catamarca pero sí conozco Santa Cruz y allá hay que sumar a todo lo supracitado la falta de población (la última vez que me fijé la densidad era de 0,5 personas por metro cuadrado) y el exceso de distancias. Igual, Santa Cruz duele de lo linda que es, y ahora está mucho mejor que hace unos años. En fin, voy a ir a la Casa de Catamarca a reclamar mi estatuilla y voy a pensar qué artículo de bronca (con los dedos en "V") puedo escribir.

    P.D.: Bienvenido, Bruno.

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  2. Nenas: las banco a muerte.

    Zulema Yoma.

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  3. cada vez hay más lectores. gracias, toro, por la bienvenida.

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