Decisiones
Hoy, charlando con viejos conocidos y amigos muy estimados y queridos además, fui tildada de ser K. “(nombre real) está muy K, dejá de ver tanto Canal 7”. Y esto me hizo reflexionar retrospectivamente.
Es cierto que en sus inicios, cuando asumió Cristina –y antes, también- mi madre y yo nos preocupábamos por esta continuidad que nos provocaba desconfianza. En diversas oportunidades hemos discutido, como bien recordará MLM, que la asunción de Néstor, no por la cantidad de votos obtenidos, sino por la manera en sí de asumir sin esa segunda vuelta, fue completamente legal aunque no del todo legítima o legitimada por la población –hasta cierto punto-. Yo aún no podía votar pero recuerdo a mi madre debatiéndose entre votar lo que realmente deseaba o votar para evitar que gane el Frente para la Victoria de nuevo.
Hoy, familiarmente, la postura en la que me encuentro ha variado sobremanera. Es decir, me identifico más con el modelo iniciado en el 2003, orgullo del oficialismo, que con las otras opciones. No soy peronista –aunque no dejo de admirarme cuando escucho las viejas entrevistas hechas a Perón por el hoy menos estimable Pino Solanas- y no vengo de una familia peronista, sino todo lo contrario. No puedo dejar de admitir que, aunque no se presentó con una fórmula justicialista, Pino ha sido un peronista de la primera hora y mi primer voto fue para él. Sin embargo, desde hace ya varios meses que hasta superan el año, me he acercado a las ideas K y a su modelo. Entonces me pregunté en esta calurosa tarde, ¿soy kirchnerista? ¿es posible una transformación tal? ¿qué me hace acercarme al gobierno sin sentirme totalmente identificada con la doctrina?
Definitivamente somos más hijos de nuestra época que de nuestros padres. La coyuntura política actual y su abanico de posibilidades –además de una cierta madurez intelectual que, suponemos, es más cabal e idónea que hace 7 años atrás- determinan en parte mis decisiones, sobre todo si tenemos en cuenta que no milito en ningún partido ni tengo una corriente que defina y marque mi ideología firmemente. Como diría mi abuela, la ocasión hace al ladrón, aunque la cosa sea un poco más compleja y menos errática. Hoy no es lo mismo que hace unos años –y podrían decir, malintencionadamente, que 6-7-8 tampoco existía, lo cual no es un dato menor- y, así como todo cambia, que yo cambie no es extraño. El radicalismo ya no es lo que supo ser y esto no es nuevo ni siquiera y la izquierda argentina es más parecida a un chiste que a una comedia, porque no califica desde hace décadas para tragedia teniendo en cuenta el rango de prestigio dado por los antiguos griegos. ¿Qué opción con una salida airosa real nos queda si la izquierda no alcanza un porcentaje digno –y eso que no entré en la discusión de qué es ser de izquierda-, el radicalismo ya no es la fuerza progresista de Yrigoyen o Illia, el justicialismo no se presenta como tal desde hace unos cuantos años y el PJ disidente es un péndulo que abarca al PRO y sectores de ultraderecha que deambulan de aquí para allá según el “tipo de cambio” –esos sí que son ladrones-? ¿Qué hacemos los que alguna vez pensamos que la izquierda nos identificaría cuando encontramos infantiles propuestas de un PO verticalizado –por poner un ejemplo- que abre sumarios internos a estudiantes secundarios y pide, como un niño que patalea, que la deuda y la crisis sean pagadas por los capitalistas? ¿Qué hacemos cuando Lozano dice no fijarse en sus aliados y termina pegado a la derecha más execrable? ¿Qué hacemos cuando la UCR, otrora de avanzada y defensora de ciertas libertades individuales, es una mezcla entre Cobos, Stolbizer –ahora GEN-, Carrió –que no se sabe dónde recalará el día de mañana- y un Morales que se horroriza del pago de la deuda y de Milagro Salas siendo un ex funcionario del 2001? Y no hablemos de esos pequeños partidos que son conocidos por su abuela a la hora de almorzar. Es horrible pensar por descarte, pensar qué es lo que queda. Pero yo no puedo evitarlo porque algo hay que decidir. Entonces, ¿qué nos queda?
Nos queda el matrimonio peronista que ha logrado captar a intelectuales progresistas –otro término ambiguo-, a sectores de centroizquierda muy interesantes y en auge por estos días, a jóvenes de clase media y estudiantes universitarios, a sectores populares que se identifican con el peronismo desde hace años, a jubilados recientemente incluidos en el Sistema Provisional, a economistas (como el Grupo Fénix) reconocidos en el medio, a peronistas tradicionales y gremialistas, a los representantes de derechos humanos …digamos que es una masa heterogénea que, beneficiada directamente o no, tuvo que decidir por Grupos Multimedios como Clarín o el modelo K, con los matices que a cada cual corresponde –acá no hay demonios ni desiertos, como bien diría Pablo Semán-. Una masa que tiene sus particularidades –no caigamos en la polarización simplista y apocalíptica que, creo, mucho le restó a Heller el 28 de junio-pero que sabe que la otra opción es un giro a la derecha, es un Macri, mezcla de Menem y Onganía, es una Carrió o un Cleto, un “campo” y una Mesa de Enlace o un Redrado que acabe haciendo el ridículo y excomulgado por sus propios propulsores. La centroizquierda aún es débil y no es una opción nacional. Si soy K quizá es por una coyuntura, una mezcla de factores y variables que me han hecho decidir ese rumbo, ese acercamiento al gobierno y no a lo que hoy conocemos como ‘oposición’ que yo calificaría de automática –como la Corte de Carlitos-. Bien dijo Sabatella que el Gobierno no es lo ideal pero tampoco es el diablo y que cuando haya que admitir aciertos, serán admitidos; y cuando haya que reconocer desaciertos, serán reconocidos. A eso llamo construcción, diversidad, libertad de expresión, discusión –constructiva-, crítica inteligente. No somos una “máquina de levantamanos” como Carrió y Pino han dicho –qué coincidencia tan aterradora-. Quizá me guste una centroizquierda como la que expresa Raimundi más que un gobierno K. Pero hoy por hoy, con el oficialismo que nos queda hasta el 2011, mi decisión parece tomada: soy pro-gobierno. Y, sí, miro Canal 7. Lo que no saben es que en casa somos fieles al canal desde antes de que Lufrano comenzara a renovar la estética. Somos viejos conocidos, como mis amigos. Y nuevos en el barrio kirchnerista. ¿Por qué? Porque, señores lectores, coincidimos, porque no me hace tanto ruido, porque una asignación universal por hijo y una ley de medios de la democracia son parte de lo que yo considero progreso, porque la Reforma Política es un acierto, porque apoyar al INVAP es reconocerle a los científicos argentinos que sus esfuerzos no han sido en vano y que la historia efectivamente les da la razón, porque ahora el gobierno es la mejor opción, siempre perfectible. Y es así que ahora digo que sí para poder construir y porque, afortunadamente, tengo la posibilidad de poder elegir; posibilidad que, a veces nos olvidamos, no siempre estuvo presente.
Es cierto que en sus inicios, cuando asumió Cristina –y antes, también- mi madre y yo nos preocupábamos por esta continuidad que nos provocaba desconfianza. En diversas oportunidades hemos discutido, como bien recordará MLM, que la asunción de Néstor, no por la cantidad de votos obtenidos, sino por la manera en sí de asumir sin esa segunda vuelta, fue completamente legal aunque no del todo legítima o legitimada por la población –hasta cierto punto-. Yo aún no podía votar pero recuerdo a mi madre debatiéndose entre votar lo que realmente deseaba o votar para evitar que gane el Frente para la Victoria de nuevo.
Hoy, familiarmente, la postura en la que me encuentro ha variado sobremanera. Es decir, me identifico más con el modelo iniciado en el 2003, orgullo del oficialismo, que con las otras opciones. No soy peronista –aunque no dejo de admirarme cuando escucho las viejas entrevistas hechas a Perón por el hoy menos estimable Pino Solanas- y no vengo de una familia peronista, sino todo lo contrario. No puedo dejar de admitir que, aunque no se presentó con una fórmula justicialista, Pino ha sido un peronista de la primera hora y mi primer voto fue para él. Sin embargo, desde hace ya varios meses que hasta superan el año, me he acercado a las ideas K y a su modelo. Entonces me pregunté en esta calurosa tarde, ¿soy kirchnerista? ¿es posible una transformación tal? ¿qué me hace acercarme al gobierno sin sentirme totalmente identificada con la doctrina?
Definitivamente somos más hijos de nuestra época que de nuestros padres. La coyuntura política actual y su abanico de posibilidades –además de una cierta madurez intelectual que, suponemos, es más cabal e idónea que hace 7 años atrás- determinan en parte mis decisiones, sobre todo si tenemos en cuenta que no milito en ningún partido ni tengo una corriente que defina y marque mi ideología firmemente. Como diría mi abuela, la ocasión hace al ladrón, aunque la cosa sea un poco más compleja y menos errática. Hoy no es lo mismo que hace unos años –y podrían decir, malintencionadamente, que 6-7-8 tampoco existía, lo cual no es un dato menor- y, así como todo cambia, que yo cambie no es extraño. El radicalismo ya no es lo que supo ser y esto no es nuevo ni siquiera y la izquierda argentina es más parecida a un chiste que a una comedia, porque no califica desde hace décadas para tragedia teniendo en cuenta el rango de prestigio dado por los antiguos griegos. ¿Qué opción con una salida airosa real nos queda si la izquierda no alcanza un porcentaje digno –y eso que no entré en la discusión de qué es ser de izquierda-, el radicalismo ya no es la fuerza progresista de Yrigoyen o Illia, el justicialismo no se presenta como tal desde hace unos cuantos años y el PJ disidente es un péndulo que abarca al PRO y sectores de ultraderecha que deambulan de aquí para allá según el “tipo de cambio” –esos sí que son ladrones-? ¿Qué hacemos los que alguna vez pensamos que la izquierda nos identificaría cuando encontramos infantiles propuestas de un PO verticalizado –por poner un ejemplo- que abre sumarios internos a estudiantes secundarios y pide, como un niño que patalea, que la deuda y la crisis sean pagadas por los capitalistas? ¿Qué hacemos cuando Lozano dice no fijarse en sus aliados y termina pegado a la derecha más execrable? ¿Qué hacemos cuando la UCR, otrora de avanzada y defensora de ciertas libertades individuales, es una mezcla entre Cobos, Stolbizer –ahora GEN-, Carrió –que no se sabe dónde recalará el día de mañana- y un Morales que se horroriza del pago de la deuda y de Milagro Salas siendo un ex funcionario del 2001? Y no hablemos de esos pequeños partidos que son conocidos por su abuela a la hora de almorzar. Es horrible pensar por descarte, pensar qué es lo que queda. Pero yo no puedo evitarlo porque algo hay que decidir. Entonces, ¿qué nos queda?
Nos queda el matrimonio peronista que ha logrado captar a intelectuales progresistas –otro término ambiguo-, a sectores de centroizquierda muy interesantes y en auge por estos días, a jóvenes de clase media y estudiantes universitarios, a sectores populares que se identifican con el peronismo desde hace años, a jubilados recientemente incluidos en el Sistema Provisional, a economistas (como el Grupo Fénix) reconocidos en el medio, a peronistas tradicionales y gremialistas, a los representantes de derechos humanos …digamos que es una masa heterogénea que, beneficiada directamente o no, tuvo que decidir por Grupos Multimedios como Clarín o el modelo K, con los matices que a cada cual corresponde –acá no hay demonios ni desiertos, como bien diría Pablo Semán-. Una masa que tiene sus particularidades –no caigamos en la polarización simplista y apocalíptica que, creo, mucho le restó a Heller el 28 de junio-pero que sabe que la otra opción es un giro a la derecha, es un Macri, mezcla de Menem y Onganía, es una Carrió o un Cleto, un “campo” y una Mesa de Enlace o un Redrado que acabe haciendo el ridículo y excomulgado por sus propios propulsores. La centroizquierda aún es débil y no es una opción nacional. Si soy K quizá es por una coyuntura, una mezcla de factores y variables que me han hecho decidir ese rumbo, ese acercamiento al gobierno y no a lo que hoy conocemos como ‘oposición’ que yo calificaría de automática –como la Corte de Carlitos-. Bien dijo Sabatella que el Gobierno no es lo ideal pero tampoco es el diablo y que cuando haya que admitir aciertos, serán admitidos; y cuando haya que reconocer desaciertos, serán reconocidos. A eso llamo construcción, diversidad, libertad de expresión, discusión –constructiva-, crítica inteligente. No somos una “máquina de levantamanos” como Carrió y Pino han dicho –qué coincidencia tan aterradora-. Quizá me guste una centroizquierda como la que expresa Raimundi más que un gobierno K. Pero hoy por hoy, con el oficialismo que nos queda hasta el 2011, mi decisión parece tomada: soy pro-gobierno. Y, sí, miro Canal 7. Lo que no saben es que en casa somos fieles al canal desde antes de que Lufrano comenzara a renovar la estética. Somos viejos conocidos, como mis amigos. Y nuevos en el barrio kirchnerista. ¿Por qué? Porque, señores lectores, coincidimos, porque no me hace tanto ruido, porque una asignación universal por hijo y una ley de medios de la democracia son parte de lo que yo considero progreso, porque la Reforma Política es un acierto, porque apoyar al INVAP es reconocerle a los científicos argentinos que sus esfuerzos no han sido en vano y que la historia efectivamente les da la razón, porque ahora el gobierno es la mejor opción, siempre perfectible. Y es así que ahora digo que sí para poder construir y porque, afortunadamente, tengo la posibilidad de poder elegir; posibilidad que, a veces nos olvidamos, no siempre estuvo presente.
Si te tuviera al lado, te abrazaría. Igual te abracé a la tarde, así que date por hecha.
ResponderEliminarAdemás de adherir a todo lo que dice el artículo (¿será mi apoyo a tu prosa un caso más de clientelismo como el que denuncia la Sociedad Rural?), si el espacio virtual así lo permite me gustaría hacer unos breves comentarios:
-A los que se autoproclaman de izquierda y le siguen el juego a la derecha (sí, Donda, Lozano y Solanas: los estoy mirando a ustedes) en favor del "consenso", a los que abiertamente creen en las dictaduras y ensalzan el "consenso" de los viejos buenos tiempos sin despertar indignación, a los que imponen el uso incesante de la palabra "consenso" en la agenda popular: si el objetivo nominal de la democracia es defender las minorías, ¿no es el debate una señal de salud de la misma? Y más importante aún, si todos los que no están en el gobierno se oponen a medidas como la asignación universal por chico sin enumerar argumentos en contra, ¿qué consenso puede existir? Sigan pidiendo consenso, compañeros, que terminamos como en Chile. Amistosos, "civilizados, serios" y conservadores.
-Los que denuncian a Canal 7 y lo llaman "el boletín oficial" despectivamente ignoran que Canal 7, otrora ATC, igualmente brillante, en cuya explanada se dieron los recitales libres y gratuitos que fueron la banda sonora de mi infancia, es el canal más apolítico de toda la televisión. Más politizado está América, cuya cabeza (De Narváez) selecciona los invitados para los programas, o Canal 13, que muerde el precipicio con los dientes esperando que alguien lo salve de la "Ley Mordaza" (quizás la mejor medida de este gobierno). Canal 7 jamás, en ninguno de sus programas, hace comentarios a favor del gobierno. Porque dicho canal no defiende ni una administración ni una política, Canal 7, que es televisión pública, defiende un modelo que también aboga por lo público. Desafío a cualquier lector a que me muestre qué programa es kirchnerista en Canal 7. Y ni se les ocurra decirme 6-7-8, porque 6-7-8 es producción de PPT (Pensado para Televisión) y no de la televisión pública. Mal que les pese, señores, el único canal nacional y popular (me apropio de jerga peronista sin serlo) es Canal 7. Si no díganme, ¿quién incluye recetas provinciales e historias de esquiladores en un mismo día?
Toro, tus comentarios van a ser la música de mis oídos, la más maravillosa -no,en serio, no soy peronista, pero algunas frases son magistrales-, la que me lleve de viaje.recibo tu abrazo, pero no te digo compañera para no darle de comer a las malas lenguas.
ResponderEliminarrecuerdo las charlas sobre legalidad y legitimidad con nuestra querida y nunca bien ponderada flor...
ResponderEliminar