Rendez-vous a Madrid
Me encontré a Pedro Almodóvar en Madrid. Leía el diario tapándose el rostro, para no ser reconocido. Pero a veces, mientras uno más desea ser invisible, más evidente se vuelve su presencia. Sé que fue cholulo de mi parte pero no pude evitar acercarme a él y preguntarle cómo hacía para ser un genio. Al principio, me sonrió. Después me dijo que no era para tanto. Lo vi ponerse colorado pero no le dije nada, parecía bastante tímido y yo no quería cohibirlo más de lo necesario. Quizá yo no era el tipo de persona que se le acercaba a hablar comúnmente, pero no suelo ser el tipo de persona que se le acerca a nadie, así que ni me inmuté. Como no me vi satisfecha con mi pregunta, le hice otra y otra y otra. Él respondía, un poco atónito y a la vez encantado por mi acento porteño. Sólo a un español podría fascinarle eso. Los minutos volaron, la gente nos miraba, más de una me habrá envidiado. Por un momento, fui una chica Almodóvar, qué más pedir. Hasta que se bajó del subterráneo y se perdió entre la gente. No recuerdo qué hora era pero seguramente era de día. Me sentí como cuando terminé de leer Patty Diphusa, lo que significa sentirse aterrada y sin saber qué hacer. Sabina lo define poéticamente: y la vida siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido. Ahora, tanto tiempo después, me pregunto si en verdad habrá sido Pedro. Era parecido sin duda pero su voz se difumina en la distancia del recuerdo. Ya no sé con quién hablé en aquel subterráneo madrileño, pero no importa demasiado. Después de todo, nunca estuve en Madrid.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar