¡Pero qué cantidad de gente linda!

Momento bisagra. Un antes y un después. Un trozo de lemon pie y la televisión pública. Sí, señores: Lucía y Marcelo. 258 días para encontrar un novio “normal”, esa era la premisa teóricamente. Sin embargo, Ugly: fumador compulsivo, depresivo, solitario, ermitaño, un poco bebedor. Este artículo va dedicado a Princess Leia y MLM y a esa pareja de lobos solitarios (¿lobo, estás?) que nos acompañó todas estas noches. Definitivamente, la intención se mide por el resultado.


Luego de aproximadamente 120 capítulos, idas y vueltas, abandonos y reencuentros, lemon pies y fruti di mare, llegó el final: por fin, el fin, diría Sabina. Se casó Irina, se casó Manucha (!), digo Roxy, Silvia tuvo mellizos con Angelito y Zavaletta se quedó con el aroma del perfume francés en la piel. Graciela le dio el sí a Silvani y Piñata cumplió su sueño de amor. Todos se graduaron del seminario una vez cumplidas sus metas y Gasti Pauls está más lindo que nunca. Por supuesto, demás está decir que Lucía y Marcelo, González y Ugly, terminaron juntos, como era de esperar. Lo que, hablando bien y pronto, es un final feliz. Un palpitado, sufrido, puteado, anhelado, querido y muy bien logrado final feliz.

Es así que durante estos meses en que estuvo al aire la tira Ciega a citas, primera en nuestro país, según la Rolling, en basarse en un blog –HND alerta-, una cantidad de gente linda –gracias, Augusto, por tu breve pero encantadora magia- transitó por la pantalla del 7 y nos deja ahora en la incertidumbre del vacío de las 22.30 hs. Será difícil llenar ese espacio eficientemente pero no perdemos la esperanza. Ahora bien, volviendo a la tira en cuestión, quería en primer lugar alabarla, rendirle homenaje desde mi humilde condición de dementor blogístico y agradecerle por hacerme sentir ese fanatismo que sólo Panigasi pudo hacerme sentir en su momento dentro de esto que se ha dado en llamar telenovela –nacional y popular, obviamente-. Desde cierta identificación con el personaje hasta una tremenda ansiedad por ver cómo seguía la historia cada noche, muchas sensaciones –incluso de ternura- me han sido inspiradas por ese programa que a veces venía después de 6-7-8 y a veces, después del fútbol. Extrañaré la presentación, los personajes, los momentos de tensión en que debí recurrir al celular y buscar una tecnológica contención por parte de MLM o Leia, los momentos más tiernos y dignos de suspiros que también implicaban un uso y abuso del celular, los momentos en que sólo podíamos pensar lo sexy que era –es- Rafael Ferro, los momentos en que odiamos –aunque parezca imposible- a ese Nico Pauls bígamo, los momentos en que nos sorprendimos –Popa y Baltasar-, los hombres chotos que aparecieron en la serie –como el contador amarrete-…y así podría seguir, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido. Por eso digo basta y me quedo con la imagen del Lucía vestida de rojo, caminando con Marcelo, alias “qué bien te queda el traje, papurri”, por un camino con colores otoñales y música de jazz sonando de fondo. Me quedo con el adentro del adentro de tus ojos y las fotos que se sacaron juntos en las hamacas. Me quedo con ese testimonio final tan lindo -¿qué nariz?- que nos recuerda a la siempre maravillosa When Harry met Sally. Me quedo con la reconciliación de Roxy y Lucía, la risa de Augusto y el peluquín teñido de Angelito, con Silvia y su hijo cura o Zavaletta y el viento que mueve las cosas. Qué noche la de anoche, Bariloche. Me pregunto cómo no va a gustarme una producción hecha y sudada por la familia Pauls –Gasti, Nico y Anita-, siempre presente en nuestros corazones y con una Fidelina típica de Talento Bruto. Qué ganas de ver lo que ocurra el sábado 29, nueve meses después. Qué bueno que haya ganado dos Martín Fierro. Qué tiernos que son los dos juntos, con su delivery de comida mexicana. Qué cantidad de gente linda.


Nota: si hay cosas que no se entienden, lectores, porque no todos veían la serie, un solo comentario: chúpenme un huevo. A veces, me pongo egoísta.

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