I just called to say...I love you?

“Te pido un favor: necesito que escribas para HND sobre el Dr. Tangalanga. Estoy muriendo de la risa leyendo frases suyas en Internet”. Y así, con este mensaje desesperado del querido Toro (casi con una lágrima –de risa- sobre el teléfono, para no quedarnos detrás de Ciro James), comienza esta historia, este humilde artículo que intentará dar a conocer a un viejo conocido, un cómico que según Wikipedia tiene por profesión ser “bromista telefónico”.
Mi casa alberga en su interior personas, libros, muebles y Cds/DVDs/cassettes viejos y/o desconocidos y/o de dudosa calidad. Y muebles. Una vez, hace poco tiempo, el Toro vino a comer comida china –Restaurante El Angelito, VP, sumamente recomendable- y socializar conmigo. Cuestión que recuerdo que debía mostrarle el cassette que contiene la ahora famosa canción “El venado”. Lágrimas de alegría (eterna aquella noche) corrieron por la piel sensible de nuestro bienamado Porthos. “Y que no me digan en la esquina el venao, el venao, porque eso a mí me mortifica, el venao, el venao”. Y como el cajón de los recuerdos sólo se abre para no cerrarse, llegamos a Leo Masliah y quien hoy es objeto de mi escrito, el Doctor Tangalanga. Una vez superada la sorpresa de que Porthos, la enciclopedia británica (y en el gentilicio está la clave), no lo conociese, inmediatamente nos avocamos a darle fin a semejante injusticia. Y así llegamos, con agua corrida bajo el puente, al mensaje del principio. HND ya ha brindado a sus lectores aquellas (algunas, mejor dicho) biografías indispensables para todo dementor del siglo XXI. Hoy, aquí, Dr. Tangalanga. ¿Demasiado PRO?

El Dr. Tangalanga, desconocidamente Julio Victorico di Rissio, nació en 1916 –super yrigoyenista y además centenario del 9 de julio, quién pudiera- y, a modo de conclusión, podemos afirmar por ser prensa independiente y de investigación, de la línea majuliana, que es muy viejo. Este sujeto taquigráfico no tuvo una vida demasiado excepcional: hijo menor de ocho hermanos se casó joven y laburó en Bunge & Born. Como cualquier hijo de vecina hace muchos años; obviamente, hijo de inmigrantes. Italianos. Pero cuando su amigo Sixto (ver Wikipedia o página oficial, “hecha como el orto”) cae en cama, él comienza a hablar con un veterinario que había tenido un problema con la esposa del amigo mencionado y la conversación es tan cómica que, a modo de divertimento, comienzan a repetirse, sólo que con ampliados objetivos. Estamos en 1962. Y así comienza, como una boludez cotidiana. Quizá Sabina tiene razón: las cosas que no tienen mucho sentido pueden continuarse casi eternamente. Pero cuando el amigo fallece, la máquina de pseudónimos y conversaciones alocadas, muchas veces subidas de tono, parecen caer en el olvido. Sin embargo, los ochenta, tan locos y convulsionados, lo perpetúan en un altar y llega a conocerse a partir de cintas grabadas caseramente. Obvio que nos hallamos frente a la magia de la doble cassettera. Y los amigos de oficina se pasan las cintas (casi como en la genial película “High Fidelity”) y el fenómeno Tangalanga va creciendo. De hecho, el señor entra en mi hogar por un compañero de laburo de mi viejo, en su época en Vialidad. Y se torna un patrimonio familiar, vigente hasta la actualidad. Y ahí entra el Toro.

Pero para los que no lo conocen, ¿qué podemos decir? Veamos qué nos diría este viejito. Aquí va una anécdota.

“Cuando me conoce la gente queda asombrada. Mirá el pibe que me dijo en el Bauen el año pasado, ‘Tangalanga, usted para mi es San Martín’; yo le dije ‘¡Pará, pibe, que San Martín era puto!’"

Sus locaciones favoritas son las verdulerías, los garages, los talleres mecánicos, las bombonerías, las empresas de camiones atmosféricos…en fin, la vida misma, que nunca nos alcanza. Obviamente, entiendo que el Toro haya disfrutado mucho el llamado al garage preguntando qué opinión le merecía a los laburantes del lugar el problema que Monzón había tenido recientemente (amén de haberse agarrado los testículos con un postigo) y si, en el caso de tener una opinión formada, el o los susodicho(s) saldrían de testigo en un juicio – “tengo alma de alcahuete y vengo a decir que Monzón es un hijo de puta”-, id est, una locura sin sentido. Pero aunque la conversación comience de manera educada, siempre hay una puteada que dispara las discusiones más acaloradas y una amenaza al estilo de “yo te voy a ir a buscar ahí, al garage, hijo de una gran puta”. Por supuesto, muchos de los receptores telefónicos le piden nombre, teléfono y dirección, porque no pueden soportar semejante Katrina de chanes, digo, de insultos. Y ahí aparecen los nombres falsos. Como “Tarufetti, con h en el medio” o Chufiteti, Taruffi, Garqueta, Raúl Atenas, Raúl Standard, Patitesi, Rigatuso, Sarabeta, Catabeta, Sarangana…por supuesto, me causó mucha gracia (tonta, quizá) el siguiente: Salustiano Ramón Juan Antonio Vergatiesa. Y, sí, a veces nos ponemos guasas sin motivo aparente. Imaginen los números de teléfono con una cifra de más.
Ahora bien, ¿cuáles son los (falsos) motivos de las llamadas? Uf, no me alcanza ni mi vida ni la de Levi-Strauss para enumerarlos pero puedo poner algunos significativos por no decir cruciales como, por ejemplo, un censo que realiza el instituto de presos y sifilíticos para saber si el “piripicho” del calefón funciona (y hubo quien se la creyó) o un llamado a un taller mecánico para denunciar que “el auto está engrasado como el orto”. También hay una queja hacia un hombre que repara techos (“Mirá como habrás arreglado el techo que cuando llueve salimos al patio”). Por supuesto, la queja de la vecina ruidosa y la supuesta causa: labura la calle (ahí aparece la indignada tía para recriminarle que su sobrina es una chica “decente”). También se queja de un ataúd sin manijas o pide datos sobre avisos clasificados de servicios sexuales (“¿26 x 6? Pero la puta, es una tabla aritmética, no una pija” o “¿la pija del aviso es tuya?). Épico. También sé que al Toro le gustó aquélla en la que dice “Francisco, el maricón, así le dicen en el barrio…¿A mí? No, a mí me dicen ‘puto’ directamente”. O esa mágica y tan conocida respuesta a insultos como “pero por qué no se va a la puta que lo parió”. Respuesta: “¿pero en qué sentido me lo dice?”. Hay otra que ilustra su manera de “accionar”: al nace maricón es justo que se lo garchen. Y así podría seguir… “¿Cómo huevón?, me han dicho pelotudo pero huevón jamás, ud. me está faltando el respeto” o “yo no le he faltado el respeto porque pelotudo no es una mala palabra, boludo sí; y la verdad es que usted es más boludo que pelotudo”.

Quizá la magnitud del fenómeno Tangalanga no llegue a apreciarse en su totalidad al leerse este humilde artículo, por eso propongo a toda la audiencia que lo escuche. No sé si sea muy convincente mi intención sincera. Por eso, dejaré que el protagonista haga su parte, no sólo persuadiéndonos una vez más de su genialidad sino guiándonos hacia la reflexión profunda: “También tenemos un ojete de cristal para mandar a Bahía Blanca, ¿Eso como lo embalan?, porque hay que mandarlo bien, porque imagínese que se nos rompe el ojete y perdemos todos...”

Comentarios

  1. Antes que nada, lloré y lloro de la risa leyendo este artículo. El otro día me reí sola en el colectivo recordando lo de "a mí me dicen puto directamente" (me sonrojo pensando que recordás mis partes favoritas). Además quiero agregar que todo empezó porque tu hermano señaló a un amigo de tu mamá, me dijo que era igual a Tangalanga y frente a mi cara de estupefacción toda la familia Winckler se vio obligada a ilustrarme (y cómo lo agradezco). Y también que un amigo de mi familia recibió un premio Bunge & Born.. o sea, ME SIENTO UN PASO MÁS CERCA DEL DOTOR. Ahora siento el mandato celestial de publicar la revista Trululú, que sale martes y miércoles de 4 a 5 de la mañana.

    Me despido con una de mis frases favoritas de Tangalanga: "¿Tenés pija?Metétela en el ORTO."

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  2. AH, y cuando habla con el hombre del garage.

    Tangalanga: ¿Vos sabés lo que son películas pornográficas?
    Hombre del garage: No.
    Tangalanga: ¿Pero cómo no sabés? Minas en bolas, tipos garchando.....¡pero vos sos un pajero!

    HND, nunca tan ordinario.

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  3. Me muero de la risa cada vez que leo este artículo.

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  4. gracias, toro. es por tu impulso desesperado (e inteligente) que el mundo, que nos lee y de hecho, parafraseando a Aramis (a ver si así vuelve), EL MUNDO NO PUEDE PARAR DE LEERNOS NI UN MINUTO, decía, el mundo conoció a Tangalanga más que nunca y de una manera totalmente subjetiva por este artículo que es casi tuyo, toro. vivan las pijas y los garages!

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