Un país en serio
El otro día, mientras yo estaba sentada en casa con la toalla aún en la cabeza y esperando que comenzara Amar en tiempos revueltos, mi hermano llegó del colegio y me dijo “mirá lo que encontré en un tacho de basura (del cole, aclaro)” y arroja sobre mí un diario Clarín. Como a caballo regalado no se le miran los dientes, y porque 678 ya nos enseñó que podemos leer el gran diario agentino sin que nos vendan gato por liebre, me puse a ojearlo. Más allá de los titulares, de algún que otro palo al gobierno, de la preocupación incesante por la inseguridad, hubo algo, pequeño, casi inadvertido que no sólo llamó mi atención sino que me hizo pensar en cuán hijo de puta se puede ser en esta vida rastrera. En una de las páginas aparecía una propaganda del programa Otro tema, conducido por Santo Biasatti, que se emitiría esa misma noche. Como en contadas ocasiones, una imagen vale más que mil palabras (aunque esta imagen las incluye), les ofrezco que la observen por ustedes mismos y, como diría Paenza, saquen sus conclusiones antes de leer las mías.
¿Ya sacaron sus conclusiones? Bueno, no importa. Acá va lo que yo creo.
Al principio, cuando vi el anuncio, pensé, casi con una sonrisa socarrona, “pero qué hijos de puta”. De hecho, esa misma noche, se lo mostré a mi madre y me djo exactamente lo mismo, añadiendo su frase de cabecera respecto del multimedio, id est, “son de terror”. Pero hoy a la mañana, que recordé que quería escribir algo para el blog que de alguna manera pusiese en evidencia esta fatídica publicidad, mi sensación de indignación fue in crescendo , non solum por lo que sé de Colombia, de Uribe y lo que podemos ir infieriendo de Santos, sed etium por el programa de ayer a la medianoche en canal 7, dedicado específicamente a esta temática, Visión 7 Internacional, con Brieger y Dellatorre, además de la mujer rubia cuyo nombre no puedo retener nunca, pero que también es muy interesante. Más allá de un “desgarrador” testimonio de un familiar de una víctima del ejército colombiano, todo el informe apuntó y demostró que Colombia, con este bendito plan para combatir la “inseguridad” y lograr la “pacificación social” (y digo “pacificación” y no “paz”), es el país democrático de Latinoamérica que ha violado sistemáticamente los derechos humanos de la población, no sólo satisfaciendo las preocupaciones de Susana Giménez (qué tanto joder con los derechos humanos de los “delincuentes”), sino creando “guerrilleros peligrosos” a partir de implantar evidencias falsas y manipuladas en personas que nada tienen que ver ni con la guerrilla ni con el narcotráfico, que a los yankees no los deja dormir. El testimonio que mencioné más arriba era el de una mujer a la que le mataron al hijo, siendo que el tío de éste trabajaba en el ejército, y, práctica habitual entre los violadores de DDHH, este hijo iba a ser enterrado como NN en las fosas comunes colombianas que son de uso cotidiano de las fuerzas armadas nacionales. Si no fuera porque un amigo lo reconoció, esta mujer, que es una de tantas seguramente, nunca habría sabido el paradero de su hijo. Y para colmo, no puede ella misma andar identificándose libremente porque efectivamente el horno no está para bollos.
Es decir, no sólo TN trae a colación la “inseguridad” en Colombia por hacer una clara alusión (que en realidad es casi un grito) a la “inseguridad” argentina y a la ineficiencia del estado nacional respecto del control de la misma (es decir, la falta de represión), sino que tiene el tupé, porque no puedo decirlo de otra manera, de decir que Colombia resolvió sus problemas de inseguridad a partir de las políticas de estado de Uribe. No sé si la querida audiencia llega a percibir tamaña desfachatez por parte del multimedio. No podemos negar que el narcotráfico y la guerrilla deben generar algo más que dolor de cabeza al poder ejecutivo de ese país y a la población. Pero también debemos remontarnos a la génesis de esos movimientos, sobre todo el guerrillero, y preguntarnos si efectivamente este plan de muerte, violación y, por supuesto, vejación es la solución. Y también me pregunto, aunque reconozco las distancias perfectamente, si esta publicidad, que de fondo tiene a los agentes policiales de la Metropolitana, no está esperando un Uribe o un Santos, ya que en esta materia, el flamante presidente no piensa innovar ni un poquito, que podría encarnarse en un Macri 2011 -y un Néstor cayendo por la ventana-. Y también quiero decir que Uribe, ante una crítica de Fidel, dijo que en Colombia el plan contra la inseguridad era exitoso y que era uno de los países que más respetaba los DDHH, siendo que la misma CIA realizó informes declarando lo contrario. Y eso que en este artículo no pienso hablar de las bases nortemericanas, declaradas inconstitucionales.
Pido perdón a los lectores si me excedí en la longitud de este humilde artículo. Pero la verdad, como decía Sprite o Seven UP, las cosas hay que llamarlas por su nombre. En primer lugar, porque Argentina no es Colombia, lo cual implica dos cosas; uno, que no es lo mismo lo que sufre el pueblo colombiano (tanto a mano de los narcos como del estado o la guerrilla) que lo que a lo sumo podría suceder acá. Creo que no tenemos conciencia de lo que es vivir en Colombia, temiéndole al mismo estado que (quizá erróneamente) pensamos como nuestro defensor natural. Además, la pobreza de Colombia es tanto más grande y profunda que la nuestra que creo que estas comparaciones simplistas, como salió una vez a decir Georgina Barbarrosa cuando la asaltaron (“al final, estamos como Colombia”), no ayudan en nada y son tan sólo parte de este discurso desestabilizador; dos, si la situación de base no es la misma, tampoco los métodos para cambiar las cosas y mejorar podrán ser iguales. Esto quiere decir que la comparación no es válida en ninguno de esos aspectos, lo cual no quita comparar ambos países desde otros puntos de vista, como por ejemplo, el poder económico de los grandes terratenientes y la explotación de los campesinos trabajadores, razón inicial del surgimiento de la guerrilla colombiana. Además, ambos países forman parte de esta Latinoamérica que se debate entre un cambio que favorezca a los eternos desfavorecidos, aunque sea de manera gradual, y la derecha de siempre que si no viola los DDHH no puede existir (si no, le podemos preguntar a Magnetto).
Así que, lectores, les dejo la imagen de Santo, la Metro y el plan de Colombia. Espero sepan disculpar.

Al principio, cuando vi el anuncio, pensé, casi con una sonrisa socarrona, “pero qué hijos de puta”. De hecho, esa misma noche, se lo mostré a mi madre y me djo exactamente lo mismo, añadiendo su frase de cabecera respecto del multimedio, id est, “son de terror”. Pero hoy a la mañana, que recordé que quería escribir algo para el blog que de alguna manera pusiese en evidencia esta fatídica publicidad, mi sensación de indignación fue in crescendo , non solum por lo que sé de Colombia, de Uribe y lo que podemos ir infieriendo de Santos, sed etium por el programa de ayer a la medianoche en canal 7, dedicado específicamente a esta temática, Visión 7 Internacional, con Brieger y Dellatorre, además de la mujer rubia cuyo nombre no puedo retener nunca, pero que también es muy interesante. Más allá de un “desgarrador” testimonio de un familiar de una víctima del ejército colombiano, todo el informe apuntó y demostró que Colombia, con este bendito plan para combatir la “inseguridad” y lograr la “pacificación social” (y digo “pacificación” y no “paz”), es el país democrático de Latinoamérica que ha violado sistemáticamente los derechos humanos de la población, no sólo satisfaciendo las preocupaciones de Susana Giménez (qué tanto joder con los derechos humanos de los “delincuentes”), sino creando “guerrilleros peligrosos” a partir de implantar evidencias falsas y manipuladas en personas que nada tienen que ver ni con la guerrilla ni con el narcotráfico, que a los yankees no los deja dormir. El testimonio que mencioné más arriba era el de una mujer a la que le mataron al hijo, siendo que el tío de éste trabajaba en el ejército, y, práctica habitual entre los violadores de DDHH, este hijo iba a ser enterrado como NN en las fosas comunes colombianas que son de uso cotidiano de las fuerzas armadas nacionales. Si no fuera porque un amigo lo reconoció, esta mujer, que es una de tantas seguramente, nunca habría sabido el paradero de su hijo. Y para colmo, no puede ella misma andar identificándose libremente porque efectivamente el horno no está para bollos.
Es decir, no sólo TN trae a colación la “inseguridad” en Colombia por hacer una clara alusión (que en realidad es casi un grito) a la “inseguridad” argentina y a la ineficiencia del estado nacional respecto del control de la misma (es decir, la falta de represión), sino que tiene el tupé, porque no puedo decirlo de otra manera, de decir que Colombia resolvió sus problemas de inseguridad a partir de las políticas de estado de Uribe. No sé si la querida audiencia llega a percibir tamaña desfachatez por parte del multimedio. No podemos negar que el narcotráfico y la guerrilla deben generar algo más que dolor de cabeza al poder ejecutivo de ese país y a la población. Pero también debemos remontarnos a la génesis de esos movimientos, sobre todo el guerrillero, y preguntarnos si efectivamente este plan de muerte, violación y, por supuesto, vejación es la solución. Y también me pregunto, aunque reconozco las distancias perfectamente, si esta publicidad, que de fondo tiene a los agentes policiales de la Metropolitana, no está esperando un Uribe o un Santos, ya que en esta materia, el flamante presidente no piensa innovar ni un poquito, que podría encarnarse en un Macri 2011 -y un Néstor cayendo por la ventana-. Y también quiero decir que Uribe, ante una crítica de Fidel, dijo que en Colombia el plan contra la inseguridad era exitoso y que era uno de los países que más respetaba los DDHH, siendo que la misma CIA realizó informes declarando lo contrario. Y eso que en este artículo no pienso hablar de las bases nortemericanas, declaradas inconstitucionales.
Pido perdón a los lectores si me excedí en la longitud de este humilde artículo. Pero la verdad, como decía Sprite o Seven UP, las cosas hay que llamarlas por su nombre. En primer lugar, porque Argentina no es Colombia, lo cual implica dos cosas; uno, que no es lo mismo lo que sufre el pueblo colombiano (tanto a mano de los narcos como del estado o la guerrilla) que lo que a lo sumo podría suceder acá. Creo que no tenemos conciencia de lo que es vivir en Colombia, temiéndole al mismo estado que (quizá erróneamente) pensamos como nuestro defensor natural. Además, la pobreza de Colombia es tanto más grande y profunda que la nuestra que creo que estas comparaciones simplistas, como salió una vez a decir Georgina Barbarrosa cuando la asaltaron (“al final, estamos como Colombia”), no ayudan en nada y son tan sólo parte de este discurso desestabilizador; dos, si la situación de base no es la misma, tampoco los métodos para cambiar las cosas y mejorar podrán ser iguales. Esto quiere decir que la comparación no es válida en ninguno de esos aspectos, lo cual no quita comparar ambos países desde otros puntos de vista, como por ejemplo, el poder económico de los grandes terratenientes y la explotación de los campesinos trabajadores, razón inicial del surgimiento de la guerrilla colombiana. Además, ambos países forman parte de esta Latinoamérica que se debate entre un cambio que favorezca a los eternos desfavorecidos, aunque sea de manera gradual, y la derecha de siempre que si no viola los DDHH no puede existir (si no, le podemos preguntar a Magnetto).
Así que, lectores, les dejo la imagen de Santo, la Metro y el plan de Colombia. Espero sepan disculpar.
Mañana te voy a dar un abrazo bien grande.
ResponderEliminarellos lo lograron, por eso hay coches bomba y narcos por todas partes
ResponderEliminar