Who is the coolest guy?*

La cosa es así: mi hermano me insiste durante meses diciéndome que tengo que ver "The Thick of It", una comedia que transcurre en el Ministerio de Desarrollo Social británico (o DoSAC: Department of Social Affairs and Citizenship), escrita por Armando Ianucci (comediante que conocimos viendo "Time Trumpet" y "The Stupid Version" y escuchando "On the Hour"). Me dice que es lo mejor que le pasó a la televisión y que, es más, por respeto al resto de los programas no se lo puede considerar televisión. Yo le explico que estoy mirando otras series, que no joda. Él insiste, me cuenta sobre la serie y me explica que hay un personaje, Malcolm Tucker, que es una masterclass de insultos. Un día hacemos un trato: yo miro "The Thick of It" si él mira "Garth Marenghi's Darkplace" (mi comedia favorita en ese entonces). Él no mira lo que le recomiendo, pero yo sin muchas ganas decido ver un episodio de la serie que él recomienda y es EL PRINCIPIO DEL FIN. Tres semanas después ya había visto las tres temporadas (o cuatro, depende qué criterio se use) y la película "In the Loop" (ver afiche arriba y recordar los afiches de Obama y reír hasta tener una hernia) que no es una continuación de la serie sino un spin-off y que gira alrededor del mismísimo Malcolm Tucker.
¿Qué pasa con Malcolm Tucker entonces? Malcolm Tucker (interpretado por el brillante Peter Capaldi) es el spin-doctor del gobierno de turno, el jefe de comunicaciones, una mezcla fortuita entre Héctor Timerman y Aníbal Fernández (aunque mi hermano dice, con razón, que se parece a Guillermo Moreno). Todo lo que vemos en la serie son sus intentos de hacer que la gente de DoSAC no quede mal frente a los medios, porque si pierden, pierde el gobierno. Miro la primera temporada y decido que es genial, que es un hombre muy inteligente, muy pragmático y absolutamente manipulador que sólo hace bien su trabajo. Aún cuando eso significa ocupar 15 minutos de cada episodio de 25 abusando verbalmente (y algunas veces físicamente) de los demás personajes. Pero hay algo redentorio en Malcolm Tucker y es que tiene la capacidad de ser encantador, si la ocasión así lo requiere en cuestión de segundos puede sacudirse la "bollocking face" y convertirla en una sonrisa ancha y cálida para seguir manipulando a sus colegas, o para sencillamente hacer un chiste. Miro la segunda temporada, que son dos especiales de una hora cada uno, en los que el Primer Ministro renuncia (primera parte) y tienen que elegir un nuevo Primer Ministro dentro del Partido (segunda parte). Toda la segunda parte gira alrededor de las traiciones, mentiras y manipulaciones que Malcolm Tucker lleva a cabo para poner al hombre que quiere de PM. Pero algún personaje por ahí de pronto se enfrenta a Tucker y hay algo que me molesta, me incomoda, porque ver a alguien apretarlo es como ver a Feinmann criticar a Maradona: no existe.
Antes de mirar la tercera temporada, segura de que no hay solución de continuidad entre la serie y la película, decido ver "In The Loop". La película muestra el funcionamiento del Ministerio de Relaciones Exteriores en Reino Unido y el comité de guerra en Estados Unidos. Lo importante es que hay una lucha entre dos ministros estadounidenses por invadir o no invadir un X país del Medio Oriente (Ianucci dijo después que la película era sobre la invasión a Irak) y usan el inapropiado comentario del ministro de RREE inglés que dice en una entrevista radial que la guerra es "unforeseeable", cada uno para su conveniencia. Básicamente, la película muestra dos cosas: 1) cómo en el debate sobre ir o no ir a la guerra, nunca pesa el país a ser invadido sino el beneficio que eso trae a la administración de turno, y por lo tanto nunca hay un debate ideológico, más bien uno de pragmatismos, 2) cómo el gobierno británico está subordinado a los caprichos de Washington. Hilaridad mediante, en la película Ianucci presenta una visión de la política bastante menos optimista que la de "The Thick of It". Mientras que en la serie vemos políticos con ideas envueltos en un sistema burocrático y mediático que traba cualquier proyecto de cambio, en la película vemos funcionarios que sencillamente quieren seguir trabajando ahí donde están, cueste lo que cueste, aún si eso implica invadir otro país. En una de las escenas más logradas del film, en una sala de meditación del Pentágono (!), un ministro de ultraderecha explica a Tucker -que quiere evitar a toda costa ir a la guerra, sencillamente por el costo que eso significa para el gobierno británico- que aunque del otro lado del Atlántico él mete miedo, no debe olvidar que en definitiva trabaja para el gobierno estadounidense. Y en ese momento de altísima tensión vemos algo que nunca creímos que íbamos a ver: Malcolm Tucker agacha la cabeza y acata órdenes. Digamos esto con claridad: ver a Tucker vulnerable es tan horrendo como sería ver a Chuck Norris gritar por una araña, incomoda, da vergüenza y pena a la vez, es tan patético que uno trata de no mirar la pantalla. Entonces sentimos un tremebundo impulso de ir a explicarle a ese yanqui prepotente que no se meta con Tucker, que nosotros lo bancamos y que para meterse con él tiene que pasar con nosotros. El placer de ver una excelente película se ve opacado por el hecho de que al fin comprendemos que el hijo de puta es Ianucci, que nos hizo enamorarnos del personaje más cruel, repugnante y despiadado de la televisión.
Con la moral un poco rota pero ganas de ver más, empecé a ver la tercera temporada. En el sexto episodio Malcolm Tucker se quiebra y con esos ojos brillantes y del color del acero al borde del llanto, explica a una colega (Terri) lo difícil que es pasar de ser el patrón de la estancia a ser un boludo más, ahora que otra gente quiere conseguir su puesto y que nadie le tiene el miedo que le tenían antes. Lo doloroso de esta escena no es tanto ver el estrés con el que vive Tucker (que ya comprendemos y compadecemos desde hace varios episodios), lo horrendo es ver que puede llorar frente a un colega y ni así lo van a entender. Terri, sin entender muy bien qué dice, limita su comprensión a ofrecerle un abrazo y cuando le preguntan qué le pasó a Malcolm, se encoge de hombros sin saber ni interesarse. De pronto llegamos al anteúltimo episodio de la temporada y pasa lo impensable: Malcolm Tucker es traicionado y despedido. En los últimos cinco minutos de episodio, despiden a Tucker y lo traicionan todos sus compañeros. Fue la primera vez que lloré después de meses de tener los ojos secos. Porque Ianucci no se conforma con destruirnos a nuestro héroe (asumimos, como espectadores obedientes que somos, que volverá más grande que nunca), tiene que mostrarnos lo mejor de nuestro héroe mientras lo vemos caer al abismo. Ya empieza la secuencia de títulos y vemos a un Tucker que vomita insultos por los pasillos de 10 Downing Street a grito pelado, advirtiendo que no pueden echarlo, que con él se cae el gobierno y cuando entra a su oficina ve a su secretaria llorando, rodeada de hombres que le piden que se vaya. Tucker les grita desesperado que la dejen en paz, que no la toquen y en un nanosegundo convierte su grito de guerra en el gesto más adorable, paternal y protector que haya visto en mi vida, y le promete a su secretaria que todo va a estar bien, que ella no debe preocuparse. Con lágrimas en los ojos, me apuro a ver el último episodio y no me dan lo que quiero: en vez de un regreso triunfal, Tucker vuelve a trabajar triste, cansado y en un puesto inferior. Ya no grita, ya no insulta, ahora es pura sonrisa: ofrece preparar el té y dice a sus compañeros lo bien que les queda tal o cual color de camisa. Y nos deja a nosotros, con la necesidad de ver más episodios impresa en la carne, preguntándonos como Ollie: ¿se estará muriendo?
*La sola intención de este artículo es decir esto: Ianucci, si nunca más vuelvo a amar, va a ser tu culpa.
Ianucci habrá conseguido que te enamores de un hijo de puta, de mí conseguiste un "uh, la voy a ver! :)"
ResponderEliminarbuena sinopsis!!
Mirála, mirála que no tiene desperdicio, aunque algunos expertos(?) aseguran que como Tucker está basado en el spin-doctor del Partido Laborista durante el gobierno de Blair, Alastair Campbell, y ahora está Cameron en el gobierno y ha pasado mucha agua bajo el puente, la serie tiene que terminar o acabarse. Pero a mí me pueden venir a chupar la pija.
ResponderEliminaryo vi el primer capítulo de la serie y me gustó mucho. tengo miedo del dramático desenlace pero seré valiente y, cuando lleguen a mi las temporadas prometidas -sin ánimos de reproche, porque sería injusto-, seguramente caeré en la magia británica que,aunque de manera diversa, también me sumergió en el mundo de Vince y Howard. Gracias, Toro, ¿o debo decir embajadora latinoamericana ultra k del arte televisivo y/o cinematográfico y/o musical de Gran Bretaña en Argentina? Nos vas a convertir a todos nosotros algún día.
ResponderEliminarsobre todo porque el mundo NO PARA DE LEERNOS
ResponderEliminarviva perón