BIENVENIDO AMOR: peronismo y educación sentimental
“-pero vos
sos un peronista- ¿y qué?
entonces
yo puedo
decir
que sos un gorilón
hijo de puta
y es mucho peor”
Hay muchas cosas que tiene el peronismo y que no tiene nada más, pero hay una exclusividad peronista que, acaso por su naturaleza íntima y colectiva a la vez, es la que más llama mi atención. No hay otro movimiento estético-político en el mundo que tenga una épica erótica tan larga y ancha como el peronismo. Desde la nena burguesa que se enamoró del sueño de la clase obrera y conoció el placer de la carne en el asiento trasero de un Fiat 147 (versión exponencialmente peronista del Torino) escuchando a Edmundo Rivero, hasta el muchachito ingenuo que perdió la inocencia y la imaginación debutando con un gato viejo, pasando por las paradas obligadas de la peregrinación peronista hacia la adultez como son los travas, las quinceañeras, los sindicalistas con bigote de cobani y la culeada en un quincho con olor a humedad. Claro que otras corrientes tienen sus ensayos de fantasía, como los troscos sueñan con enseñar las virtudes del socialismo al calor de la revolución entre dos piernas mojadas y los conservadores tienen sus fellatios clandestinas de oficina à la Lewinsky pero nadie ha sido jamás tan prolífico como el peronismo a la hora de estimular la libido popular. Este alarde creativo se explica muy sencillamente: el peronismo es el único sentimiento político que desde su aparición quedó indudablemente vinculado a la educación sentimental.
La historia es conocida porque todos la vivimos: el adolescente descubre el peronismo primero por esas muletillas que, vacías de contenido, parecen más muecas replicadas en la oscuridad que auténticos gestos políticos y dedica toda su adolescencia a memorizarlas y recrearlas de manera viral esperando que algún significado oculto se revele. Así, más de diez adolescentes argentinos de clase media juntos inevitablemente llegarán al punto de bromear sobre las manos del General, de cantar la marcha haciendo pogo, de citar algún cantito dedicado a Evita. Todos lo hicimos sin entender muy bien por qué y frente a la decepción de nunca recibir una respuesta del General o, mejor dicho, frente a la indignación de ni siquiera haber sido decepcionados por la promesa política más importante de la historia argentina respondimos de dos posibles maneras: a) rechazando todo aquello que se parezca al peronismo y asegurando que tiene que haber algo mejor aún no descubierto; b) abrazando el esqueleto de eso que otrora fue una fuerza motora esperando que el cuerpo algún día se caliente y renazca como el peronismo que vuelve a enamorar. Así, tarde o temprano, por acción u omisión el peronismo es la mano que mueve los hilos mientras nosotros creemos que tomamos decisiones adultas de manera autónoma. Así, el peronismo define todos los vínculos que establecemos y todo lo que hacemos, desde la salida al supermercado en chancletas y medias con agujeros hasta la deglución de fideos fríos a la madrugada, y también la película gorila que elegimos del BAFICI. El peronismo es nuestra educación sentimental, moldeando la primera paja y el último viaje en colectivo.
Me avergüenza admitir que yo, que transité toda mi adolescencia con el corazón mocho, elegí la primera opción. Fui con (falso) orgullo gorila durante algunos años y mi bronca hacia el peronismo era directamente proporcional a la seguridad con la que los que me rodeaban aseguraban comprenderlo. Los tiempos cambian y en el 2003 además de ganar Néstor, ganamos todos. Yo era muy chica y no lo supe apreciar. Pero después vino Cristina y las cosas se hicieron más claras. Poco a poco, entendí y abracé el Modelo (yo y 40 millones de argentinos, ¿no?). Mi convicción política estimulada en principio por el odio a la oposición y alentada después por el amor al proyecto nacional y popular eventualmente exigió que le diera un nombre. Bastante inquieta, recurrí a un confidente en cuestiones políticas (nuestra propia Bruno) y le dije: creo que soy peronista. Entre otras cosas interesantes, reconfortantes y precisas que respondió citó la definición de peronismo que daba Gino Germani: el peronismo como interpelación. Esta definición me gustó mucho así que decidí guardarla y mientras tanto seguí con mi vida. Por uno u otro motivo, me sentí casi a gusto con mi ambivalencia, oscilando entre las bases del "kirchnerismo no PJ" del que hablaba Jorge Asís y la alegría peronista de Descamisados. Llegó el Bicentenario y por una semana que pareció un año sentí que no hacía falta definir quién estaba de qué lado, porque la vereda del sol era evidente y todos caminábamos en la misma dirección. Una tapa de Clarín después, la cosa estaba más jodida que la conquista de Rusia. Adelantemos unos meses y vayamos al Luna Park del glorioso 14 de septiembre que, consigna mediante ("Ahora más que nunca"), será siempre en presente y jamás en pretérito. Inútil sería explicar que me sentí feliz, que la pasé bien, que canté la marcha con los dedos en V, que se me hinchó el pecho de amor. Sería inútil porque esa tarde de primavera (al Luna ya había llegado la nueva estación) no fui yo. Emulando lo más glorioso de las fiestas dionisíacas, no fue mi boca y las de otros las que prometieron a Cristina y Néstor la liberación, sino fue una sola garganta, un solo corazón, una sola mano con los dedos en V. Y si de interpelar se trata, el peronismo me habló al oído. Me dijo de qué lado sale el sol y ahora lo estoy siguiendo. Ah, y también tiene nombre. De a ratos se llama Néstor, de a ratos Cristina. El resto del tiempo es AMOR.
yo creo, Toro, que este artículo no sólo es maravilloso (merece un largo y estremecedor "uosaa") sino que además te alivia. porque debe haber mucha gente con esa ambivalencia, esa indecisión. yo decidí el 14 de septiembre, quizá, quizá antes pero la materialización se hizo evidente en ese instante, que me podía definir como K (o ultra K, pa que reviente la carótida de más de uno, nunca la de Néstor), cuando quizá días antes aún me preguntaba qué soy,qué es esta necesidad de rotularme,¿puedo ser tibia?. y si quedan dudas, no me parece raro, porque el peronismo es un péndulo y es popular, es contradictorio y es latinoamericano (y es sudaca). gracias, Toro. creo que Evita malgastó tiempo en la razón de mi vida. si lo bueno, breve, dos veces bueno y hete aquí la muestra. el mejor artículo en mucho tiempo. esta semana me toca dar las gracias, se ve. dejemos que la interpelación sea exitosa.hay algo de charme y carisma en esta primavera nublada, nublada porque quedó acaparada en el Luna.
ResponderEliminarDesconocés el gorilismo proverbial de Rivero. Conducta típica de peronista: querer llevar para su molino aun el agua mineral. Tal como hicieron los Kirchner con el tema de los derechos humanos. Se viene el post prometido. Andá afilando las zarpas porque te voy a dar un laburo perro si vas a contestarme.
ResponderEliminarEspero que eso no te impida seguir disfrutándolo al genio sempiterno de Edmundo.