No soy más que el mismo flaco de siempre
Hoy es el cumpleaños de Arjona. Creo que sólo por eso hoy es una fecha de suma importancia. No sabría cómo homenajearlo. Es decir, puedo contarles quién es, aunque sea un objetivo ambicioso y nunca certero del todo; puedo decirles cómo lo conocí cuando apenas era una niña de cuatro años; puedo confesarles por qué lo quiero tanto y cómo es que ha llegado a ser un pilar de mi existencia, de una manera que ningún intelectual de los que suelo frecuentar podría jamás entender (lo que no quita que puedan algún día envidiarme); puedo hacer tantas cosas para hablarles de este ser maravilloso y para mí desconcertante que es Edgar Ricardo Arjona Morales, hijo de un maestro rural pobre e ilegal, quien hoy cumple 47 años.
Tiene magia propia, como un aura que lo va rodeando. Un poco grasa, como todo cantautor latinoamericano, un poco soñador, romántico y mujeriego, enamorado de la vida y de las mujeres, de la mujer. Simpático, trabajador –fue maestro, es Comunicador social y jugó en la selección de Básquet de su país, Guatemala-, galante y arriesgado, espontáneo, seductor. Descarado, por qué no. Ricardo llena Boca, hace cantar a muchas, muchas mujeres, de todas las edades (¿no tenía yo cuatro años cuando lo empecé a canturrear?), de todas las clases sociales –se los juro por lo más sagrado que es cierto-, de todos los colores. También seduce a algunos hombres, que disimulan su contento diciendo cosas como “no, yo vengo a acompañar a mi señora” (sic). Yo hice el sacrificio más grande –y hasta imperdonable- de mi vida, poniendo mis pies millonarios en la cancha de Boca, pensando al entrar en el Burrito, en Labruna, qué se yo en cuánta gente. Mis pies gallinas en la Bombonera, sólo por él, por verlo y cantarlo, recordando a mi abuela, mi iniciadora y quien me ha heredado su discografía casi completa. No soy de ir a recitales pero ese 18 de diciembre no lo voy a olvidar nunca. Qué amor masivo, qué amor sentido. Nadie que estuviera ahí fue hipócritamente. Quizás algún novio avergonzado. Y era como si estuviese hablando con la gente, un hombre que arriba del escenario era como Pancho por su casa, con sus músicos eternos, con esa escenografía tan latina, con el carro rojo, el bar, la pensión, siempre un cuartucho, un tugurio en el que entran Marta y Laura y Teresa. El amor. Mujeres de lujo o strippers de Recoleta. Así es Arjona, es arrabal y mansiones. Con su pelo engominado, nunca demasiado largo, sólo algunas veces corto (en el 98, por ejemplo). Ése es él, un hombre latino (el mismo que hizo dios para hacerte feliz), creyente y maduro, con su acento sincopado, con sus brazos fuertes, no es lindo, ¿para qué engañarnos?, pero tiene carisma, mi abuela lo quería porque le parecía bien macho. El mismo que le cantaba a la señora de las cuatro décadas. El taxista, el portero, el joven rockero, el hombre en el bar, el Don Juan. Mi multifacético pero leal Arjona. Y como vos decís, Ricardo, son tantas lunas que ya no sé si sos o fuiste. Quizás, serás, para siempre, porque no le quitás años a tu vida: le ponés vida a los años, que es mejor. De cualquier manera, feliz cumpleaños, Arjona. Y gracias.

Tiene magia propia, como un aura que lo va rodeando. Un poco grasa, como todo cantautor latinoamericano, un poco soñador, romántico y mujeriego, enamorado de la vida y de las mujeres, de la mujer. Simpático, trabajador –fue maestro, es Comunicador social y jugó en la selección de Básquet de su país, Guatemala-, galante y arriesgado, espontáneo, seductor. Descarado, por qué no. Ricardo llena Boca, hace cantar a muchas, muchas mujeres, de todas las edades (¿no tenía yo cuatro años cuando lo empecé a canturrear?), de todas las clases sociales –se los juro por lo más sagrado que es cierto-, de todos los colores. También seduce a algunos hombres, que disimulan su contento diciendo cosas como “no, yo vengo a acompañar a mi señora” (sic). Yo hice el sacrificio más grande –y hasta imperdonable- de mi vida, poniendo mis pies millonarios en la cancha de Boca, pensando al entrar en el Burrito, en Labruna, qué se yo en cuánta gente. Mis pies gallinas en la Bombonera, sólo por él, por verlo y cantarlo, recordando a mi abuela, mi iniciadora y quien me ha heredado su discografía casi completa. No soy de ir a recitales pero ese 18 de diciembre no lo voy a olvidar nunca. Qué amor masivo, qué amor sentido. Nadie que estuviera ahí fue hipócritamente. Quizás algún novio avergonzado. Y era como si estuviese hablando con la gente, un hombre que arriba del escenario era como Pancho por su casa, con sus músicos eternos, con esa escenografía tan latina, con el carro rojo, el bar, la pensión, siempre un cuartucho, un tugurio en el que entran Marta y Laura y Teresa. El amor. Mujeres de lujo o strippers de Recoleta. Así es Arjona, es arrabal y mansiones. Con su pelo engominado, nunca demasiado largo, sólo algunas veces corto (en el 98, por ejemplo). Ése es él, un hombre latino (el mismo que hizo dios para hacerte feliz), creyente y maduro, con su acento sincopado, con sus brazos fuertes, no es lindo, ¿para qué engañarnos?, pero tiene carisma, mi abuela lo quería porque le parecía bien macho. El mismo que le cantaba a la señora de las cuatro décadas. El taxista, el portero, el joven rockero, el hombre en el bar, el Don Juan. Mi multifacético pero leal Arjona. Y como vos decís, Ricardo, son tantas lunas que ya no sé si sos o fuiste. Quizás, serás, para siempre, porque no le quitás años a tu vida: le ponés vida a los años, que es mejor. De cualquier manera, feliz cumpleaños, Arjona. Y gracias.
Mis saludos para el compañero y poeta latino.
ResponderEliminarMe puse al día y leí todas las entradas recientes del blog.
Para hablar sobre le post anterior voy a compartir lo que a mí me pasas estos días con la política.
La televisión exige que se la escuche, que se la trague, pero sin digerirla, no sé si después hay que cagarla, pero es verdad que se recicla para otra vez deglutirla. Esa idea, esa forma de adquirir información se traspola a otros sectores que a mí modo de ver las cosas, deberían digerirse para sacarle los nutrientes. Estos años aprendí a no sólo absorber la televisión y los diarios, sino a pensarlos. No es un esfuerzo que no hubiese hecho yo antes. Creo que poquito a poquito alguna parte de la sociedad quiere no sólo informarse, sino pensar para cambiar, transformar su vida. Para bien o para mal.
Yo estoy leyendo el diario mucho más y debo admitir que leerlo todos los días es una tarea complicada, muchas veces no termino de leer el diario ni siquiera el domingo. Yo creo y espero que eso sucede porque varias fuentes de información le ponen las fichas al contenido y no a la propaganda. El diario del sábado´18/12 de Clarín tenía unas 200 páginas de las cuales la mitad eran a página completa propaganda (recordemos las fiestas y el apremio para connsumir y hacer regalos). En cambio el de Página 12 de las 100 que con suerte tenía, había una o dos a media página con propaganda. Tiempo Argentino hace lo mismo que Clarín en ese sentido, pero tiene artículos de investigación excelentes. Y de La Nación me divierte (y horroriza) leer los artículos de Grondona, Aguinis y allegados.
Con toda esa baraja de información uno necesita debatir, pensar y por qué no escribir algo. Como es Enero yo siento la ausencia de muchos amigos con los que no puedo compartir mis reflexiones. Tal vez sea eso, enero. Tal vez sea el principio de un cambio. Tal vez sea que se viene el 2012.
Tal vez simplemente me haga falta un laburo para dejar de decir boludeces.
Besos!
Ah y pasen por este blog
http://merenderoelombu.blogspot.com/
ya pensé que nadie iba a dignarse a decirme algo. salvo el toro, por razones obvias, pero igual, salvando la distancia, lo hizo.
ResponderEliminargracias, marian.
lo mío pasa por otro lado, como una reticencia, algo que se siente en el cuerpo y no es razonado.
pero creo que va pasando. son crisis de verano, probablemente.
y la falta de lucho galende, desde ya.
bien ahí difundiendo el blog. yo ni me avivé. creo que también tengo un problema con entrar a ese (nuestro-aunque no sé si debo arrogarme algo así) blog.