Que el silencio se convierta en carnaval
Vuelvo al ruedo, mis pequeños escarabajos peloteros, para contarles algo que está pasando que anda suspirando por las alcobas, que anda susurrando en versos y trovas y que quizás no todos estemos notando. Vuelvo al ruedo, compañero, para decirte: no te quedes que acá afuera es carnaval.
(Ilustro con foto de Bossio y Boudou porque mañana podría ir a un acto de Bossio y me voy a quedar estudiando. Está bien, cuido mi vida académica pero postergo mi vida amorosa, así que con el corazón mocho pongo fotito de Diego para sentirme bien. Ah, y esta foto me mata.)
La carnavalización consiste en la suspensión de las jerarquías establecidas, es apartarse de la cultura oficial para convertirla en sujeto de burla. Es, en síntesis, ser todos iguales aunque sea por un ratito, y en el mismo lodo, todos manoseados. Ahí radica lo subversivo del carnaval, y es por eso que la última dictadura de nuestro país no tuvo más opción que prohibirlo. Porque el carnaval, lejos de ser una forma de libertinaje (libertinaje que, poniendo paños fríos sobre la fractura social, prepararía el terreno para que el sector dominante de turno redoble la ofensiva), sirve para poner en cuestión la idiosincrasia corriente.
Lo que yo viví el sábado pasado a la noche fue un carnaval. Era una fiesta, en un bar, organizado por y para peronistas, con motivo del cumpleaños de Cristina. Como el que avisa no es traidor, les aviso desde ya: me aburro en la mayoría de las fiestas, tengo muchísima conciencia de clase y aún más conciencia de quién me mira en una fiesta y por qué. Dicho esto, paso a relatar que la fiesta fue increíble. Hubo mucho baile, mucho canto, carnaval carioca, fuegos artificiales, baile bajo la lluvia, pogo y, por supuesto, mucha marchita peronista. No me aburrí ni un minuto y, después de una semana agotadora, volví a casa pasadas las 6 de la matina. Ahora bien, vamos a lo que nos compete: dije que tengo conciencia de clase y que siempre estoy muy al tanto de quién me está mirando. Esto último no es porque yo sea lo que vulgarmente se llama "una calientapijas", es todo lo contrario, es porque me irrita sobremanera que condición de existencia de una salida nocturna sea el ser observada y analizada cual mercadería. Salgo muy poco, voy a alguna que otra fiesta y si no, a bares. Una sola vez fui a un boliche, y a partir de esa única vez, me dediqué a estudiar el fenómeno del levante en todas mis excursiones. Cuando la gente está "de levante", la pertenencia a uno u otro sector socio-económico determinado pesa, y pesa mucho. Paso a explicar: donde más atención recibo es donde está lleno de gente (en apariencia) como yo, universitarios de clase media pseudo-intelectuales proto-progresistas. A saber: en bares de Almagro y San Telmo, y en fiestas de universitarios en el patio de la facultad de Sociales. Soy demasiado grasa para el BAFICI y demasiado concheta para el boliche promedio, demasiado hippie para Palermo y demasiado limpia para la fiesta de La Tribu, en esos lugares no me dan ni la hora. Cuando en las fiestas hay un menjunje total de existencias, pasa lo que pasa en cualquier grupo humano: los de menta con los de menta, los de frutilla con los de frutilla. Pero este sábado a la noche pasó algo diferente. Las miradas llegaron de todos lados, de universitarios sub-23, de profesionales 30+, y también de pibes pertenecientes a un sector ostensiblemente más popular. Es más, si tuviera que calcular el porcentaje, diría que los avances (porque además los muchachos peronistas están convencidos de que mejor que decir es hacer, así que la discreción la dejan para otro momento) estuvieron repartidos así: 20% universitarios sub-23, 50% profesionales 30+ y un importante 30% de pibes del barrio. Yo arrastro más entre los más adultos, y eso es una constante, pero realmente nunca había sido tan piropeada por compañeros de sectores sociales más postergados, sin agravios, sin obscenidad, todo profesando el amor y la igualdad. Quizás yo estaba particularmente linda (el horóscopo chino me anunció este aluvión de pretendientes) o quizás el cantito es cierto y con Néstor y Cristina todo el año es carnaval.
por una noche se olvidó que cada uno es cada cual (vamos subiendo la cuesta, que arriba mi barrio se vistió de fiesta).
ResponderEliminarme encantás,toro.es eso. eso que generás.carnaval toda la vida y una noche junto a vos.