Donde la prisa del diario trajín
Iba a responder a la anterior publicación de Bruno con un comentario, pero la extensión era tal que comprendí que el calibre de los hechos y el artículo de mi compañera exigían una respuesta en este formato, es decir, en formato de exabrupto que pretende ser artículo, pero no.

Primero que nada quiero decir que no doy más. En mi cabeza en este momento hay muchas cosas en juego: el jueves se casa mi hermana (yo soy testigo por parte de mi cuñado), el jueves vuelve mi sobrino de Trelew, el miércoles 9 rindo un final, es carnaval el 7 y el 8, el 12 es mi cumpleaños y tengo que organizar una fiesta con La Cámpora, el 11 es el acto en Huracán, este sábado es la fiesta de mi hermana, quizás consiga trabajo, el 10 me tengo que ir a anotar a las materias que voy a cursar este cuatrimestre, tengo un mínimo de cinco reuniones por semana con la agrupación (por suerte, a diferencia de Bruno, vivo muy cerca del lugar donde me reúno), estoy cansadísima desde hace meses, no paro de llorar por Néstor, tengo que organizar una kermesse, tengo que coordinar una actividad con militantes del secundario, tengo que tener una vida. Por suerte, hay pequeñas cosas que me mantienen viva, como un discurso de Cristina, hacerme las uñas con mi hermana y las alpargatas que me regaló mi hermano hoy. Además creo que estoy subiendo de peso, porque cuando estoy nerviosa me morfo la vida. Y me salen alergias por oleadas, por ejemplo, ahora mismo tengo toda la línea de nacimiento del pelo en la nuca llena de ronchas. Gracias a Dios existe el delineador líquido, entonces de tanto en tanto, para hacer algo ordinario trazo una línea de carbón en mis párpados superiores y me siento extraordinaria.
Lo peor de todo es que los fines de semana me cansan. Les voy a relatar brevemente mi último fin de semana. Empecé el viernes temprano estudiando, después fui al acto de inauguración de la Casa Patria Grande. De ahí directo a la reunión de la agrupación en la facultad y todo seguido a festejar el cumpleaños de Néstor en una cena en Perón Perón (que es muy gorila), cena que terminó pasadas las 4 de la mañana después de leer la revista Noticias esperando el 12 en Plaza Italia. El sábado me levanté a las 8 de la mañana para recibir a mi hermano que llegaba de Perú, al mediodía (faltando a una actividad de La Cámpora) subimos a la terraza y empezamos el fuego para un asado de bienvenida para una amiga de la familia de Nueva York que llegó ese mismo sábado. Cuando terminamos de hacer el fuego y pusimos la carne, me fui al parque Lezama a una actividad impostergable. Volví tipo 6 a mi casa, almorcé rápido, dormí una siesta y estudié. Me fui a dormir temprano. El domingo me levanté temprano, leí el diario, estudié, me fui a la unidad básica para ir de ahí con banderas a dar una mano en una kermesse en Parque Patricios, me cagué de calor y ayudé a muchos niños a que saltaran la cuerda, con dolor de brazos fui a lo de mi hermana tipo 8 de la noche, me cambié, tuve cena de testigos de casamiento hasta las 2 de la mañana, me quedé a dormir en el sofá de mi hermana con canal 7 y un ventilador de fondo, me desperté a las 9.30, desayuné chocokrispis y estudié. Al mediodía recién volví a casa. Se imaginarán que el lunes a la tarde yo ya estaba hecha percha, y el lunes es el día más tranquilo de mi semana.
Pero tienen que entender que algunos tenemos un grave problema: si hacemos menos que lo que hacemos, nos cagamos de embole. ¿Vieron que la gente siempre dice "el que mucho abarca poco aprieta"? Me pasé la vida rebelándome contra esa sentencia. Yo quiero apretar mucho. Por eso no me resigno a hacer menos. Por eso descarto horas de sueño para no renunciar ni a escribir este artículo. Por eso mientras estoy en esta página tengo otras doce pestañas abiertas en el Google Chrome: los horarios de un gimnasio, Gmail, Twitter, un libro de Gabriel Gatti sobre el detenido-desaparecido, una entrevista a Juan Manuel Abal Medina (p), otra entrevista a Papá Abal Medina, una nota sobre su hijo, una edición de El Descamisado en pdf, el discurso de asunción de Néstor, el relato de Bonasso sobre el retorno de Perón, un proyecto de Ley de Educación Superior, este blog y La Lectora Provisoria. Ah, y mientras cargo mi iPod. Hay quien dice que la cabeza de uno está como su habitación, mi cabeza está como las pestañas de mi navegador: hecha un cambalache, problemático y febril. Pero esto somos, esto fuimos.
Para ir cerrando con algo que nada tiene que ver con el artículo, les cuento que hoy mirando la hermosa cadena nacional de Cristina, me encontré con que no podía dejar de mirar a Abal Medina (p) paradito y cruzado de brazos a su izquierda. Juro que ese hombre me saca de mi cuerpo. Lo vi un par de veces en persona, y siempre me pasa lo mismo: siento que en su cuerpo se articulan las tensiones de la historia argentina, en ese cuerpo delgado, frágil, pero al mismo tiempo jovial por lo torpe y fresco como el de su hijo. Me dan ganas de abrazarlo y de jurarle lealtad, todo al mismo tiempo. Por eso ilustro este artículo con esta foto que es harto conocida.
Porque la noche que, leyendo el relato de Firmenich y Arrostito sobre el secuestro de Aramburu, sellé mi amor peronista con las lágrimas que derramé por la muerte de Fernando Abal Medina, también escuché a Juan Manuel Abal Medina (p) decir que en esa famosa foto en que Rucci le sostenía el paraguas al viejo él estaba serio y reflexivo porque pensaba en su hermano, en aquel pendejo que había dado la vida por todo eso. Porque todavía no entiendo cuánto tiene que ver esta foto conmigo, con este artículo o con el peronismo, pero hay algo que enamora. Me acuerdo de Pascal Bonitzer y "La Surimage", y pienso que esta foto aísla a los actores, los aísla en el triunfo político, en las contradicciones por venir, pero por encima del Operativo Retorno está el hecho de que sin embargo Abal Medina recuerda. Así que no importa si hoy estamos apurados, porque mañana vamos a salir en una foto, y pasado lo único que va a adelantarse a nuestra fisonomía van a ser los rumores y los comentarios, y ese día vamos a recordar estos momentos. Y si no damos esta lucha, ¿qué carajo hacemos?
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