Abierto a 45 en soledad
Y volvieron. Pero no los lentos. Tampoco volvieron con la frente marchita, no aún. Aunque quizá sea una de las últimas veces que veamos a la generación dorada en acción. Qué lujo, me repito para mí, haber podido verlos jugar tantas veces. Qué lindo es ver a Delfino (en todos los sentidos), a Scola, Nocioni, Oberto, Prigioni y el Manu, siempre el Manu, eternizado en aquel encuentro que me hizo transpirar la camiseta sentada en un sillón; aquella final con Serbia-Montenegro, venganza dulce (¿justicia?) de aquel otro encuentro en que no era Serbia sino Yugoslavia, perdiendo por un punto. Y esta Generación lo subsanó, nos devolvió la gloria. Segundo cero, Manu corre la cancha a la velocidad de la luz y arroja la pelota, sin poder frenarse siquiera. 82-81. Segundo cero. El árbitro da el OK, lloran los serbios. Manu no se ve: quedó en el piso, bajo los otros jugadores y el equipo técnico argentino que no sabían cómo hacer para abrazarlo o tocarlo, aunque sea un pie, un dedo, un lóbulo. Y hoy tenemos a la generación dorada, triunfante ayer frente a los paraguayos y en plena performance (de “tremenda eficacia en cancha”) contra Uruguay. Y esperamos ansiosos a Puerto Rico. A República Dominicana. A Brasil. A Venezuela. En la cancha se ven los pingos, dicen. Aquí se ven ciertamente. Y muy bien para la Argentina.
Qué lindo es el básquet. Cómo lo disfrutamos. Mi hermano dice que todo lo mejor del mundo (resumamos en el basketball y el jazz) lo inventaron los negros estadounidenses. Yo no sé, como tantas otras cosas. Es el exitismo que nos da mirar un partido con semejante figuritas. Y es que no hay nada que hacer. El tanque es hollywoodense pero sólo en el cine. En esta América, tenemos las de ganar. Y en el mundo, tampoco nos quedamos detrás. Y hace instantes, ante los botijas basquetbolistas, Jasen tenía a Manu “abierto a 45 en soledad” y el partido siguió, pero esta vez no como las cosas que no tienen mucho sentido: esta vez para demostrar que tenemos equipo y que vamos por la plaza para los Olímpicos. Nadie dijo que será fácil, pero tampoco nadie negó que esta generación vale oro, es de oro, la dorada. Será que nos mimetizamos con el material de la medalla que en el 2012 vamos a ir a buscar. Y aquí este dementor deja al descubierto una pasión quizá para muchos oculta. Pero no me explayo más, que se acaba el entretiempo y comienza el tercer cuarto. Me voy a ver a los cinco fantásticos (que son más de cinco, pero no pueden entrar todos juntos a la cancha). Porque los jugadores podrán estar a 45 grados de la línea de tiro, pero no están en soledad y no lo digo por la audiencia. Lo digo por el equipo. Tampoco cualquier equipo. La Generación Dorada del básquet argentino. Ni más ni menos. Y desde ya les digo que por un momento voy a volverme politeísta. Digamos, pentateísta*.
*Tanto deporte y religión me da Scioli.
Qué lindo es el básquet. Cómo lo disfrutamos. Mi hermano dice que todo lo mejor del mundo (resumamos en el basketball y el jazz) lo inventaron los negros estadounidenses. Yo no sé, como tantas otras cosas. Es el exitismo que nos da mirar un partido con semejante figuritas. Y es que no hay nada que hacer. El tanque es hollywoodense pero sólo en el cine. En esta América, tenemos las de ganar. Y en el mundo, tampoco nos quedamos detrás. Y hace instantes, ante los botijas basquetbolistas, Jasen tenía a Manu “abierto a 45 en soledad” y el partido siguió, pero esta vez no como las cosas que no tienen mucho sentido: esta vez para demostrar que tenemos equipo y que vamos por la plaza para los Olímpicos. Nadie dijo que será fácil, pero tampoco nadie negó que esta generación vale oro, es de oro, la dorada. Será que nos mimetizamos con el material de la medalla que en el 2012 vamos a ir a buscar. Y aquí este dementor deja al descubierto una pasión quizá para muchos oculta. Pero no me explayo más, que se acaba el entretiempo y comienza el tercer cuarto. Me voy a ver a los cinco fantásticos (que son más de cinco, pero no pueden entrar todos juntos a la cancha). Porque los jugadores podrán estar a 45 grados de la línea de tiro, pero no están en soledad y no lo digo por la audiencia. Lo digo por el equipo. Tampoco cualquier equipo. La Generación Dorada del básquet argentino. Ni más ni menos. Y desde ya les digo que por un momento voy a volverme politeísta. Digamos, pentateísta*.
*Tanto deporte y religión me da Scioli.
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