Entre el sexo y la risa


Yo podría decirte todo lo que quieres

Disfrazarme del tipo que andas buscando
Pero si te hago una casa sin paredes
A la primera brisa del mar, saldrías volando
Piénsalo, antes de decir que no

Puede que no sea tan malo estar conmigo Piénsalo, puede que sea yo
Lo mejor de lo peor que has conocido
Dicen que dicen que los artistas han de renovarse, sin duda, sin traicionarse. Salvo en el caso de la Chiqui (me pregunto si una mujer que almuerza en la televisión durante cuarenta años, sin seguir cultivando dotes actorales –¿no?-, es una artista), quien afirma que el que se renueva es el público –lo cual no creo sea cierto en su caso, pero hay de todo en la viña del señor. Dicen que dicen que hay artistas que no logran deshacerse de sus gajes, que se repiten, y que en esa “rutinización” de su propio arte, nos aburren, nos desenamoran (¡el desencantamiento durkheimiano!). Sin embargo, y habiendo tomado muy en cuenta a mi proveedor arjonesco por excelencia –el señor J.E.W., mi mentor literario en muchos puntos-, Independiente, el último trabajo de Edgar Ricardo Arjona Morales me parece no sólo muy bueno, sino mucho mejor que su producción Poquita Ropa de 2010. Es decir, sí, usa términos (temas) que se ve que le encantan y que ya han sido explorados –y explotados- por el cantautor guatemalteco. Pero más que repeticiones (salvo casos más particulares en los que podríamos decir que es repetitivo), yo llamaría a esos temas (que presentan variaciones) leit-motiv y quisiera mencionar algunos.

Digamos que, como todo amante latino y artista romántico, tenemos que saber y estar dispuestos a entregarnos a amores rotos y esto incluye un abanico muy amplio (porque “el amor tiene firma de autor en las causas perdidas”). Podemos sufrir con el cantante como amante no correspondido, como amante que ha perdido la pasión (se ha rutinizado, una vez más, el cariño apasionado), el amante que miente porque de esa forma dice la verdad, el amante latin lover, el que de tanto sufrir se ha vuelto todo un malevo (como Martín Fierro, qué va), el amante que ya no ama y se conforma con su falta de ilusión. Pero también está el amor que ama con alguien, con corazón tierno aunque sucio, el amante que dice “adiós, melancolía”, el amor que pese a todo no quiere abandonarse. Y en este disco hallamos estos ingredientes (y un poco más, quizá). Sin duda, muchos nostálgicos diremos que a veces extrañamos las historias que lo han caracterizado en discos como Si el norte fuera el sur (1996) o Historias (1994). Otros, y siempre estoy incluida, extrañamos el son que pudimos sentir en Galería Caribe (2000), y que ha dado lugar a la introspección que ya se pudo apreciar en 2010 o en Quinto Piso (2008). Es como si Ricardo sintiera que ya ha vivido demasiado y es hora de ver un poco hacia dentro de su propia humanidad (muy rousseauniano, por cierto), como él mismo nos dice: “Vi tantas lunas, que ya no sé si soy o fui”. Y, no obstante, debería recordar que todavía le queda mucho por vivir (o en sus términos, “…con mil locuras, dispuestas todas a realizar lo irrealizable, que tengo mucha vida por delante”). Pero en este reciente trabajo, revitalizamos algunos tópicos comunes, y sobre todo algunos de mis predilectos, mezclando Adentro (2005) con Santopecado (2002), quizá. Por ejemplo, la mentira. “Te juro”, uno de los cortes del disco, es el ejemplo más claro.

Te juro que esta vez te soy sincero
Te juro que te acabo de mentirA veces se precisa un embustero
Que diga lo que tú quieres oír
Te juro, te juro
Te juro por los santos sacrificios
Que mentir será mi oficio
Si es lo que quieres oír
Te juro, te juroTe juro que te miento cuando juro
Aunque fuiste tú, lo juro, la que me enseñó a mentir

Y siempre es así: él miente porque así dice la verdad (como la literatura, básicamente), porque ella quiere escuchar esa mentira (una mentira de amor). Él no quiere perder el tiempo en discusiones, y miente porque ella lo ha hecho un embustero. Y volvemos a Sin daños a terceros (1998), con la gran canción gran “Mentiroso”, que dice:
Con tal de dibujarte en el rostro una sonrisa,
Mentir se hizo un ejercicio
Soy un embustero

Una mentira que te haga feliz
Vale más que una verdad que te amargue la vida
Una mentira hará crecer mi nariz
A cambio de libertad
Y de aferrarte a mi vida
¿Qué hago para que me entiendasQue si miento es porque nunca creerías
Que en el sitio donde esté
Siempre estaré pensando en ti?

Y podemos rematar con la frase de la canción “A ti” (recomiendo la versión con Eros Ramazzotti): “…si nunca dije la verdad es porque la verdad siempre fue una mentira”. O con la misma canción “Te juro”: “No hay esperanza sin blues, y no hay verdad sin mentira”.

El blues siempre es algo que Arjona tiene presente. Ya desde Animal Nocturno (1989), él cuenta cómo se inició tocando la guitarra en bandas de blues. Y siempre ese género musical es un sinónimo de tristeza y quizá de soledad. Por ejemplo, con el dueto de este último disco, “Fuiste tú”: “…verte llegar fue luz; verte partir, un blues”. El amor de artista es siempre trágico pero también tiene algo de compinche, de clandestino o de guerrillero, como le gusta decir a nuestro cantante latino. Tiene que haber picante, además de cariño, porque después, cuando ella se va (y él coloca un falso Picasso sobre su retrato), cuando acaba el “culto sexual”, y ya no quedan las flores “como ritual de lo sublime”, “…se nos suicidan los motivos de seguir” y la pasión se va a otro lado. Romántico y picaresco. Así es Arjona y así es este disco.
Ya fui nombre con juicio
Ya voté y me resigné
Ya caí al precipicio
Ya recé y me persigné
Ya rendí cuenta al fiscoYa pregunté para qué
Si hoy me tachan de arisco fue porque nunca avancé
Yo me llamo “quién sabe, vive en frente en ese hotel”
Pongo mi vida y mi llave a sus pies, mi mademoiselle
No pregunte quién soy
Ni si vengo o si voyQue me da por hablar
No soy nadie de abolengo
Ni presumo pedigree
No valgo por lo que tengo
Valgo por lo que perdí
No piense en nadie esta noche
Mientras le quito el pudor
Los demás siempre dirán
Lo que está bien está mal
Un poco rebelde, a la vuelta de todo, con amores utópicos, con “mujeres de lujo”, con amores imposibles (porque así lo quiso Dios), también se sigue amando, más carnalmente, mientras dure la canción. Y cuando pasamos a la pista 3, vuelve la ternura, que me recuerda a “Suavecito”, de Quinto Piso. Y les hablo, lectores, de “A la medida”: “A la medida de tus complejos están los míos, para entenderse; tú tienes alas que vuelan poco, yo tengo sueños que no aterrizan; a la media de tus secretos es mi silencio pa’ conservarlos; a la media de tu cintura están mis brazos para abrazarla; a la medida de mi pasado es tu presente para olvidarlo”. O la belleza de “Te quiero”, que nos engaña con la simpleza del título:
No voy a rebuscar en la academiaPalabras para ver quién me las premia
Si este mundo cabe en dos palabras:
Te quiero
Te quiero mientras dure que te quiera
Te quiero porque es la mejor manera de burlarme de tus enemigos
Te quiero porque así es como te quiero
Te quiero y sabes bien que me refiero a no quererte más porque no puedo

Este disco está, así, a medio camino entre el sexo y la risa, disfrazando el amor de tristeza y de alegría a un tiempo, con culpables y víctimas que se confunden. Con ánimos de amar y con llantos y dolores irremediables. Con amantes guerrilleros que se esconden en habitaciones de hoteles anónimos y con reconciliaciones inmersas en la cursilería.

Y quizá, circularmente, como empecé quisiera acabar, porque creo que para escuchar este nuevo trabajo (que ha logrado cautivarme, y que no he podido comentar del todo aquí) debemos tener como premisa la canción “Lo mejor de lo peor”. Piénsenlo, lectores, antes de decir que no. Cometió este guatemalteco el mismo error quinientas veces, y quizá es lo que no merecemos (por estar a cien años luz de ser perfecto). Pero, de antemano, nos dice sus defectos y luego de esta “autoflagelación en adjetivos” espera el milagro de que lo elijamos, porque en vez de contarnos “historias cenicientas”, nos pide que pensemos, que quizá sea lo mejor de lo peor que hemos conocido; nos pide que lo elijamos y así consagrarlo. Quizá porque eligiéndolo podamos burlarnos de sus enemigos. Y, de alguna manera, consagrarnos también nosotros, al contagiarnos de su locura y así afrontar la otra locura, la de allá fuera, de una mejor manera.






Comentarios

Entradas populares de este blog

Periodismo independiente. Periodismo de investigación. ¿Dónde tenés la custodia?

No será el mago de Oz, PERO…

Otro eslabón del pedigrí