¿Y vos, chabón, de qué lado estás?

La película recientemente realizada por el tanque hollywoodense Linterna Verde da protagonismo a algo más que un tipo frustrado que encuentra un anillo “flashero” y vence a los tipos malos. En realidad, siempre hay que descorrer el velo y dejar de lado ciertos clichés que toda action movie debe tener, sobre todo si está basada en clásicos de la historieta norteamericana (más especialmente DC Comics), aunque no solamente. Después de haber visto (de nuevo) Star Wars III, me puse a pensar. Y hete aquí lo que me salió, querido Leo Masliah.

Cuando vemos a Hal Jordan ser el primer humano elegido como guardián de “los linternas”, estamos viendo la incipiente entrada e importancia del mundo humano en el resto del Universo, que nos aventaja en experiencia, tecnología y sabiduría. Debemos ser capaces de ver la autocrítica ¡a la propia especie!: los hombres, que nos creemos mil, somos una forma de vida más, que poco sabe sobre lo que hay realmente allá fuera. Sin embargo, Hal Jordan, piloto americano muy habilidoso pero con inseguridades que pueden derrotarlo, ha de darnos, finalmente, la mejor entrada al mundo intergaláctico. Y en este entramado que parece cursi y no muy original, aparece la filosofía subyacente, que ahora está de moda que sea buscada hasta en los capítulos de Dr. House. La gran batalla no es entre seres horrorosos que quieren conquistar el mundo y humanos cool que los detienen. Hay que ver más allá. La pelea se da entre la voluntad y el miedo, o sea, una re-versión de las fuentes de poder del lado luminoso y oscuro de la fuerza en Star Wars. Se sorprendería la querida audiencia con las similitudes.

Belgrano ya nos había dicho que el miedo sólo sirve para perderlo todo. Pues nunca podemos ver mejor aplicada su décima que en estas maravillosas películas. El miedo, la inseguridad, debilita nuestro poder como hombres, nos hace tomar las decisiones erróneas, a punto tal que parecemos alienados, que no fuimos nosotros prácticamente quienes decidimos qué hacer. En el caso de Star Wars, vemos la deconstrucción de la voluntad: el Jedi que deviene Sith. Pasamos de la preocupación por los demás a la ira pasional que otorga poder, siempre esa ambición de poder (pero a qué costo, como pregunta Padmé). En cambio, en Linterna Verde, vemos lo contrario: Hal debe vencer su miedo si quiere ser poderoso y vencer al Miedo, con mayúscula; el poder amarillo contra el verde. La voluntad es lo único que lo fortalece para proteger a nuestro joven planeta, no muy estimado por las demás especies interplanetarias. Un anti-héroe en la Tierra se vuelve el salvador del orden del Universo (siempre esta preocupación por el orden; me pregunto si Durkheim no habría disfrutado el film). Pero en Star Wars es al revés. El héroe, el elegido, el que traería el balance a la fuerza, mata jóvenes padawan en el Templo Jedi y su egoísmo y egocentrismo, su avaricia, lo derrotan, y queda solo, con la fuerza del mal, sin su amor, sin sus hijos ni su verdadero maestro: es el anti-héroe, o no, ni siquiera, ahora es el villano. Hal y Anakin –ambos “elegidos”- cambian hasta de “pelaje”: Darth Vader con esa coraza negra, con la cual vivirá hasta la sexta película; Hal con su nuevo traje, que aparece y desaparece de acuerdo a si él lo necesita o no. Ambos materializan sus poderes: la bendita espada láser; el bendito anillo. Y ambos son guiados por el amor de una bella dama hacia el lugar donde van, aunque no todo sale bien a veces, puesto que no va pa’ ningún lado quien no sabe dónde está: son dos personajes rodeados por la incertidumbre (querido Heisenberg). Parece que las reglas que aparecen hasta en las ficciones de Pol-ka, como Los Únicos, de que entre compañeros de trabajo no puede haber involucramiento alguno, no son hechas en vano. ¿Cuántas veces hemos escuchado que no debemos enamorarnos de un colega?. Aunque la más de las veces sólo generan mayor riesgo y ventura por parte de los héroes: el motor es el sentimiento que los une a sus seres amados (si no, preguntémosle a Peter Parker o Bruce Wayne, a ver qué dicen). Pero puede fallar, como ocurre con Anakin y los malvados consejos –pero inteligentes- de Darth Sidious. También en ese amor puede residir nuestra debilidad.

¿Quién diría que estas historias se cruzaran de tal manera? Pero resulta que todas las historietas tienen este trasfondo ético. ¿Acaso no es ésa la gran atracción? ¿Ver a Batman con sus bajos escrúpulos y a Superman que no puede pensar que la vida de una anciana valga menos que la de una docena de niños en un autobús pronto a caer al vacío? Gordon nos dice que Gotham City tiene el protector que merece, pues Batman no es un héroe. “He is a dark Knight”. El único oscuro en quien confiaríamos. Y por eso Batman es más ambiguo que otros superhéroes, incluso que el propio Anakin, cuya transformación procesual vemos en las primeras películas. ¿Quién es bueno o quién es malo? Anakin le dice a Obi-Wan “from my point of view, the Jedi are evil”. ¿Es entonces la bondad un punto de vista? Nosotros, los humanitos, como diría Galeano, no podemos pensar así. Preferimos caer en el absoluto que nos enseñan los cuentos de hadas desde que somos muy pequeños. El River-Boca no es sólo un mito futbolero. Pero debemos ser cuidadosos. De lo que menos a veces uno espera, es de donde más provecho podemos sacar, como es el caso del nada responsable Hal Jordan. O incluso del mismísimo Anakin, quien empieza tardíamente su entrenamiento Jedi y con recelo por parte del Consejo. O, acaso, la mayoría de los villanos, que en pasados bastardeados buscan la fuente de poder que les permita la venganza. Y así comienza una vida para todos ellos sin amor, pero no porque el deber ser los impide, como les ocurre a los héroes. La vida del villano se caracteriza por la mismísima imposibilidad de amar. Y entendemos por qué debemos ser cuidadosos. Obi-Wan nos advierte: sólo un Sith cae en absolutos. Y como aún somos románticos, como aún somos hombres –ya que somos los únicos animales que amamos, y ahí está nuestra belleza-, hemos logrado aprender que hay un único absoluto que buscamos evadir, con grises en el medio para matizar, y haciendo lo que podemos. Hemos aprendido que no queremos jamás entregarnos al lado oscuro de la fuerza.

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