Sudor hecho ganas*

But if the summer's wasted,
how come that I could feel so free?
Primer punto a tener en cuenta sobre el verano: no tiene nada de lindo sudar hasta en partes del cuerpo que uno desconocía en el verano porteño. No tiene nada de pintoresco no soportar tener ropa en contacto con la piel. No tiene nada de refrescante tener calor hasta en la ducha. Pero hay algo del orden de lo atmosférico, algo que tiene que ver con esa mezcla de agua de azahar, el ruido de unos bespi jugando al fútbol en la calle, Jacques Brel de fondo y el gruñido del ventilador como música incidental. Hay algo del verano que me hace bien. El verano más que una estación bien podría ser una categoría. Es como los domingos. Hay domingos que son horrores, pero antes que eso está el domingo. Un día de remolonear en la cama, leer muchos diarios durante mucho tiempo, ducharse tranquilo y salir a caminar por algún lado en zapatillas, con lo justo y necesario en la cartera. Los veranos son lo mismo. Un día de verano puede ser un infierno, lo peor que te pasó en la vida. Pero el verano es otra cosa. Es tereré (aunque nunca lo tomemos), pan dulce, coca helada en una botella de vidrio, olor a tierra mojada, los bares llenos de risas, los taxis llenos de quejas (sobre el calor), las terrazas y los balcones colmados de gente en chancletas a la medianoche, el caminar cansino, fernet en una botella de plástico cortada a la mitad, música fuerte a cualquier hora, fruta y picadas, las obras en construcción que estallan de chamamé, los adornos navideños que aluden a la nieve que Buenos Aires nunca tuvo, el primer turista que llega a Mar del Plata el 1° de Enero, todos los libros que uno redescubre en las largas horas del verano, todas las charlas con amigos que mueren con la luz del amanecer cuando uno dice "uhh...nos fuimos al carajo, vamos a dormir", las bandas nuevas que uno conoce, las listas de proyectos para el año que viene que nunca se van a concretar (y eso es lo más lindo de esos proyectos), las anécdotas de vacaciones y las náuseas de exámenes finales, los documentales sobre animales en peligro de extinción y los cortes de pelo espontáneos. Todo eso es verano. Por eso hace unos días que vengo sintiendo algo en el estómago, una inquietud, una curiosidad, una sensación de que tengo que empezar a racionar mi tiempo libre o se me va a pasar el verano. Claro que ya todos sabemos como es, porque todos los veranos son iguales. Uno se pasa el verano pensando qué hacer, pero nunca hace nada. Y después empieza el año. Y uno se lamenta y se contenta a la vez, porque pasó todo el verano haciendo nada. Creo que eso es lo que voy a hacer.
* Este post fue sponsoreado por la alegría de vivir de "Verano del 98".
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