Vacaciones permanentes
Todo dementor llegado a casa debe cumplir su deber luego de haberse ido unos días afuera. Así que, señores, aquí haremos un breve repaso de mi itinerario por parte de dos provincias argentinas: Santiago del Estero y Córdoba.
Santiago capital es una linda ciudad. Quizás el turismo no sea particularmente lo que más se promociona desde las oficinas provinciales (todos los folletos son sólo de Termas de Río Hondo, por ejemplo, como si lo demás no existiese). Pero contra viento y marea nos hemos abierto algún que otro paso por la Madre de Ciudades. Frente a la Plaza Libertad, la principal, no sólo está la Iglesia, como sabe ser en los pueblos y ciudades, sino que además nos encontramos con el Centro de Cultura del Bicentenario que es MARAVILLOSO. En él, podemos visitar el Museo de Bellas Artes, el Museo Antropológico y el Museo Histórico. Puesto a todo trapo, el lugar es una belleza que se inserta en una casa de esas coloniales y señoriales, como el Palacio San José en Entre Ríos. Sinceramente, diez puntos para este centro, que además presenta un hermoso catálogo de exposiciones de arte del NOA de excelente calidad gráfica.
En las afueras de la ciudad, podemos visitar el Parque Aguirre, que tiene un sector nuevo para niños y un Museo Interactivo de Ciencias equipado por el Museo Participativo que hay en el Centro Cultural Recoleta acá, en Buenos Aires. Hay un camping extra barato y bastante completo y es cierto que hay calor, pero en nuestra ciudad porteña también lo hay (y para mí se sufre más acá, porque al fin de cuentas, lo que mata es la humedad).
En otra plaza, la San Martín, está la hermosísima casa de gobierno que el policía de turno amablemente nos hizo recorrer por dentro (gracias, Diego Santiago). Hay iglesias antiguas y bonitas, como Belén Casa de Dios y una Iglesia Ortodoxa que de repente aparece entre edificios comerciales. Y para llegar a Santiago, la espectacular Terminal de Ómnibus, Néstor Kirchner. Por si cabe alguna duda, una provincia más que compañera.
Ojo de Agua, al sur de Santiago, es la última localidad antes de pasar a Córdoba (y el acceso al NOA). La plaza principal y el pueblo son muy pintorescos, nada más lindo que sentarse en la plaza a la tardecita y ver la iglesia de 1898. Además, hay un bar super barato al lado de la Municipalidad que tiene unas super facturas. Por lo demás, la zona está muy desvalorizada turísticamente y descuida aspectos que a mí me hicieron agarrarme los pelos. Por ejemplo, a unos 10 km del centro, está Inti Huasi que es una pequeña localidad donde hay pinturas rupestres. No sólo no hay presencia de los que se encargan de la gestión patrimonial de la provincia: el lugar está a la buena de dios, en un terreno privado de una familia super pobre. A las cuevas donde fuimos (un pobre alero donde pastan las cabras) nos llevó un niño de unos diez años, que iba marcando el camino con su gomera. Una vez dentro del alero, no supe identificar si era o no una pintura indígena lo que veíamos sobre la roca. Lo que más lo delataba es que efectivamente había un mortero, sin lugar a dudas, pero la falta de conservación y el hecho de que la gente dibujara con crayón encima (¡dios!) dificulta mucho la observación. Si son pinturas, lamento mucho su estado. Nos comentaba la dueña del hotel donde nos hospedamos (en Ojo de Agua no hay camping) que es así en toda la zona, lo cual es terrible dada la riqueza arqueológica que podrían representar las Sierras de Ambargasta que también llegan al norte cordobés.
Cruzamos la frontera rápidamente y nos fuimos a uno de los lugares que más me ha impactado en mi vida viajera: Villa del Totoral, un pueblo casi ciudad a unos 35 km al norte de Jesús María. ¿Cómo puedo describir este lugar? Quizá diciendo lo siguiente: pese a que soy una suerte de Rolling stone cuando ando vacacionando, lo cierto es que si pudiera comprarme un sitio al cual volver asiduamente, éste sería una de las casonas de finales del siglo XIX, coloniales e históricas, que quedan en el camino que sale del centro hacia el río. ¡Qué belleza! Caminos de tierra, sombreados y frescos a la tardecita, con viento y rocío cuando uno se despierta. Caminamos por lo que otrora fue el Camino Real (una ruta para sacar el oro del Perú, digamos) y por donde caminaron personas de renombre. Además, El Totoral es una zona medio bacana en la que han veraneado familias pudientes (entre otras, las del Che, que llevaron allí al pequeño Ernesto para que respirase aire puro por su condición asmática). Y en la plaza principal, está la casa del pintor del lugar, Octavio Pinto. Sus cuadros son maravillosos, y agradezco haberlo conocido. Hay una hermosa carta que él recibe de Amado Nervo y que no he podido resistir la tentación de fotografiar. Un hombre para mí ignoto que había viajado por todo el mundo. Sin embargo, sus pinturas más bellas eran de un lugar: las ciudades de España.
En Totoral nos quedamos muchos días, para lo que es nuestra costumbre. Como ocho o siete, de hecho. Ese fue nuestro centro de operaciones para conocer algunas otras postas del Camino Real y otras localidades norteñas que la provincia está revalorizando actualmente. De más está decir que la información sobre lo que se puede hacer en Córdoba es radicalmente opuesta a lo que se halla en Santiago. Si en la primera provincia que recorrí había que más o menos auto-figurarse lo posible, en la segunda nos vendían hasta lo que no existía. Finalmente, en ambas había algo de imaginario que el turista debía rellenar. Volviendo al Camino, desde Totoral viajamos a otra ciudad hermosísima que es Villa Tulumba. Una de las iglesias más hermosas está allí. Además, ahí comí un riquísimo matambre a la pizza con fritas mientras sobre la cabeza de mi hermano colgaba el retrato de Elvis Presley y en la radio local sonaba un cover hecho por Banda Express de una hermosa canción de Arjona (“Fuiste Tú”) de su último disco. Cabe aclarar que gastronómicamente Santiago también me recompensó: un riquisímo cabrito sureño a la parrilla la noche antes de partir.
Además de Tulumba, recorrimos San José de la Dormida, Dean Funes, Cerro Colorado, Jesús María y Córdoba capital (y pasamos por un hermoso pueblo llamado Las Peñas). Excepto Dean Funes, que no me gustó nada (salvo el pollo a la crema de verdeo que almorzamos), el resto es maravilloso, sublime. En Cerro Colorado vi unas magníficas pinturas rupestres. Sin embargo, no todo fue color de rosa. Esas pinturas comechingones se hallan repartidas entre 121 aleros de los cuales sólo pueden visitarse tres que pertenecen a la provincia. El resto no sólo está en manos privadas sino que nadie hace un trabajo de conservación decente cuando hay ¡más de 35.000 figurillas! ¿Cómo el gobierno no expropia esos terrenos? ¿Cómo no hay un equipo de científicos trabajando allí? Desde 1943 no se hacen trabajos de investigación, ni siquiera cuando colocaron una mísera pasarela de madera en 2001 para las visitas turísticas. Las pinturas cada vez están en peor estado y son maravillosas. Por ejemplo, hay una batalla entre bandas locales graficada. Y los dueños privados, gente del pueblo mismo pero con mucha plata, lucran con cuatro o cinco aleros. Los demás, un misterio. Hay fotos que no sé cuándo se sacaron. Hay un pequeño museo arqueológico que no tiene depósitos preparados. Estamos hablando de una localidad en la que viven estables 350 personas. Nada más. No es ni pueblo. En fin, decepciones que a veces uno sufre y que dan bronca y ganas de matar a los encargados de la gestión cultural.
Un comentario merece la bellísima estancia jesuítica de Jesús María. ¡Dios mío! Una de las cosas que más me ha gustado de este viaje. Una impecable conservación, un museo arqueológico maravilloso en su interior y una parquización de primera clase. Además de tener guardias de seguridad muy buena onda. El resto de la ciudad no vale demasiado. A diferencia de la bellísima Córdoba capital, que me hizo sentir un poco más en casa, mezclando Corrientes y Florida (vimos el Once cordobés, por ejemplo), todo entremezclado y más cerca. Comí una excelente milanesa, vi iglesias impresionantes y conocí otro de los lugares que más me impactaron: la casa provincial de la Memoria. Un reconstrucción del un ex centro clandestino de detención (“D2”) que dependía de la policía provincial. El trabajo de remodelación, las explicaciones y testimonios, las ideas que han puesto en práctica para revitalizar este nuevo espacio dedicado a la memoria activa son asombrosos. Sin duda, recomiendo visitarlo, justo al costado de la Catedral, en el bello pasaje Santa Catalina. Y recomiendo ver la Biblioteca de Libros Prohibidos. Impresionante todo el sitio.
Extensa narración de mi vida veraniega por pagos norteños. Y ahora estamos de vuelta. ¡Bienvenidos al blog en este 2012! Año que presiento será explosivo. Como HND, que siempre –con o sin delay- está al pie del cañón.
Santiago capital es una linda ciudad. Quizás el turismo no sea particularmente lo que más se promociona desde las oficinas provinciales (todos los folletos son sólo de Termas de Río Hondo, por ejemplo, como si lo demás no existiese). Pero contra viento y marea nos hemos abierto algún que otro paso por la Madre de Ciudades. Frente a la Plaza Libertad, la principal, no sólo está la Iglesia, como sabe ser en los pueblos y ciudades, sino que además nos encontramos con el Centro de Cultura del Bicentenario que es MARAVILLOSO. En él, podemos visitar el Museo de Bellas Artes, el Museo Antropológico y el Museo Histórico. Puesto a todo trapo, el lugar es una belleza que se inserta en una casa de esas coloniales y señoriales, como el Palacio San José en Entre Ríos. Sinceramente, diez puntos para este centro, que además presenta un hermoso catálogo de exposiciones de arte del NOA de excelente calidad gráfica.
En las afueras de la ciudad, podemos visitar el Parque Aguirre, que tiene un sector nuevo para niños y un Museo Interactivo de Ciencias equipado por el Museo Participativo que hay en el Centro Cultural Recoleta acá, en Buenos Aires. Hay un camping extra barato y bastante completo y es cierto que hay calor, pero en nuestra ciudad porteña también lo hay (y para mí se sufre más acá, porque al fin de cuentas, lo que mata es la humedad).
En otra plaza, la San Martín, está la hermosísima casa de gobierno que el policía de turno amablemente nos hizo recorrer por dentro (gracias, Diego Santiago). Hay iglesias antiguas y bonitas, como Belén Casa de Dios y una Iglesia Ortodoxa que de repente aparece entre edificios comerciales. Y para llegar a Santiago, la espectacular Terminal de Ómnibus, Néstor Kirchner. Por si cabe alguna duda, una provincia más que compañera.
Ojo de Agua, al sur de Santiago, es la última localidad antes de pasar a Córdoba (y el acceso al NOA). La plaza principal y el pueblo son muy pintorescos, nada más lindo que sentarse en la plaza a la tardecita y ver la iglesia de 1898. Además, hay un bar super barato al lado de la Municipalidad que tiene unas super facturas. Por lo demás, la zona está muy desvalorizada turísticamente y descuida aspectos que a mí me hicieron agarrarme los pelos. Por ejemplo, a unos 10 km del centro, está Inti Huasi que es una pequeña localidad donde hay pinturas rupestres. No sólo no hay presencia de los que se encargan de la gestión patrimonial de la provincia: el lugar está a la buena de dios, en un terreno privado de una familia super pobre. A las cuevas donde fuimos (un pobre alero donde pastan las cabras) nos llevó un niño de unos diez años, que iba marcando el camino con su gomera. Una vez dentro del alero, no supe identificar si era o no una pintura indígena lo que veíamos sobre la roca. Lo que más lo delataba es que efectivamente había un mortero, sin lugar a dudas, pero la falta de conservación y el hecho de que la gente dibujara con crayón encima (¡dios!) dificulta mucho la observación. Si son pinturas, lamento mucho su estado. Nos comentaba la dueña del hotel donde nos hospedamos (en Ojo de Agua no hay camping) que es así en toda la zona, lo cual es terrible dada la riqueza arqueológica que podrían representar las Sierras de Ambargasta que también llegan al norte cordobés.
Cruzamos la frontera rápidamente y nos fuimos a uno de los lugares que más me ha impactado en mi vida viajera: Villa del Totoral, un pueblo casi ciudad a unos 35 km al norte de Jesús María. ¿Cómo puedo describir este lugar? Quizá diciendo lo siguiente: pese a que soy una suerte de Rolling stone cuando ando vacacionando, lo cierto es que si pudiera comprarme un sitio al cual volver asiduamente, éste sería una de las casonas de finales del siglo XIX, coloniales e históricas, que quedan en el camino que sale del centro hacia el río. ¡Qué belleza! Caminos de tierra, sombreados y frescos a la tardecita, con viento y rocío cuando uno se despierta. Caminamos por lo que otrora fue el Camino Real (una ruta para sacar el oro del Perú, digamos) y por donde caminaron personas de renombre. Además, El Totoral es una zona medio bacana en la que han veraneado familias pudientes (entre otras, las del Che, que llevaron allí al pequeño Ernesto para que respirase aire puro por su condición asmática). Y en la plaza principal, está la casa del pintor del lugar, Octavio Pinto. Sus cuadros son maravillosos, y agradezco haberlo conocido. Hay una hermosa carta que él recibe de Amado Nervo y que no he podido resistir la tentación de fotografiar. Un hombre para mí ignoto que había viajado por todo el mundo. Sin embargo, sus pinturas más bellas eran de un lugar: las ciudades de España.
En Totoral nos quedamos muchos días, para lo que es nuestra costumbre. Como ocho o siete, de hecho. Ese fue nuestro centro de operaciones para conocer algunas otras postas del Camino Real y otras localidades norteñas que la provincia está revalorizando actualmente. De más está decir que la información sobre lo que se puede hacer en Córdoba es radicalmente opuesta a lo que se halla en Santiago. Si en la primera provincia que recorrí había que más o menos auto-figurarse lo posible, en la segunda nos vendían hasta lo que no existía. Finalmente, en ambas había algo de imaginario que el turista debía rellenar. Volviendo al Camino, desde Totoral viajamos a otra ciudad hermosísima que es Villa Tulumba. Una de las iglesias más hermosas está allí. Además, ahí comí un riquísimo matambre a la pizza con fritas mientras sobre la cabeza de mi hermano colgaba el retrato de Elvis Presley y en la radio local sonaba un cover hecho por Banda Express de una hermosa canción de Arjona (“Fuiste Tú”) de su último disco. Cabe aclarar que gastronómicamente Santiago también me recompensó: un riquisímo cabrito sureño a la parrilla la noche antes de partir.
Además de Tulumba, recorrimos San José de la Dormida, Dean Funes, Cerro Colorado, Jesús María y Córdoba capital (y pasamos por un hermoso pueblo llamado Las Peñas). Excepto Dean Funes, que no me gustó nada (salvo el pollo a la crema de verdeo que almorzamos), el resto es maravilloso, sublime. En Cerro Colorado vi unas magníficas pinturas rupestres. Sin embargo, no todo fue color de rosa. Esas pinturas comechingones se hallan repartidas entre 121 aleros de los cuales sólo pueden visitarse tres que pertenecen a la provincia. El resto no sólo está en manos privadas sino que nadie hace un trabajo de conservación decente cuando hay ¡más de 35.000 figurillas! ¿Cómo el gobierno no expropia esos terrenos? ¿Cómo no hay un equipo de científicos trabajando allí? Desde 1943 no se hacen trabajos de investigación, ni siquiera cuando colocaron una mísera pasarela de madera en 2001 para las visitas turísticas. Las pinturas cada vez están en peor estado y son maravillosas. Por ejemplo, hay una batalla entre bandas locales graficada. Y los dueños privados, gente del pueblo mismo pero con mucha plata, lucran con cuatro o cinco aleros. Los demás, un misterio. Hay fotos que no sé cuándo se sacaron. Hay un pequeño museo arqueológico que no tiene depósitos preparados. Estamos hablando de una localidad en la que viven estables 350 personas. Nada más. No es ni pueblo. En fin, decepciones que a veces uno sufre y que dan bronca y ganas de matar a los encargados de la gestión cultural.
Un comentario merece la bellísima estancia jesuítica de Jesús María. ¡Dios mío! Una de las cosas que más me ha gustado de este viaje. Una impecable conservación, un museo arqueológico maravilloso en su interior y una parquización de primera clase. Además de tener guardias de seguridad muy buena onda. El resto de la ciudad no vale demasiado. A diferencia de la bellísima Córdoba capital, que me hizo sentir un poco más en casa, mezclando Corrientes y Florida (vimos el Once cordobés, por ejemplo), todo entremezclado y más cerca. Comí una excelente milanesa, vi iglesias impresionantes y conocí otro de los lugares que más me impactaron: la casa provincial de la Memoria. Un reconstrucción del un ex centro clandestino de detención (“D2”) que dependía de la policía provincial. El trabajo de remodelación, las explicaciones y testimonios, las ideas que han puesto en práctica para revitalizar este nuevo espacio dedicado a la memoria activa son asombrosos. Sin duda, recomiendo visitarlo, justo al costado de la Catedral, en el bello pasaje Santa Catalina. Y recomiendo ver la Biblioteca de Libros Prohibidos. Impresionante todo el sitio.
Extensa narración de mi vida veraniega por pagos norteños. Y ahora estamos de vuelta. ¡Bienvenidos al blog en este 2012! Año que presiento será explosivo. Como HND, que siempre –con o sin delay- está al pie del cañón.
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