Cinema Paradiso

Y pasó otra edición del BAFICI. Como no puede ser de otra manera, HND está siempre en la cresta de la ola cultural (?) y se sacrificó por toda su audiencia querida para hacer una review de las películas elegidas para esta ocasión. Sin embargo, el BAFICI no es sólo las películas proyectadas; no podemos dejar de lado a la gente que concurre y a sus organizadores, con sus peculiares costumbres que los hacen pertenecer (y los identifica) con una especie aparte de la cual ni las ciencias antropológicas pueden -¿quieren?- hacerse cargo. Pero vayamos paso a paso, como Mostaza (tiemblan los bafici-men ante semejante mención de un ídolo popular).

Primera película: TOWARDS JERUSALEM, de Ruth Beckermann.
Lo más: las dos parejas judías de al lado mío, que cantaban las canciones del film y comentaban ABSOLUTAMENTE todo lo que se les venía a la cabeza respecto de su propia colectividad, mientras comían galletitas Granix.
Lo menos: Beatriz Sarlo respirando el mismo aire que yo.
Extra: hay un restaurante dedicado a Elvis en medio de Israel.
Calificación: teniendo en cuenta que dormité parte de la película y que no me pareció un film espectacular (una cámara va de Tel Aviv a Jerusalén y c’est tout), o que mostrara grandes contradicciones hebreas, sólo puedo darle un “2 Sócrates es un gato”. Mal comienzo. Un BAFICI signado por el fantasma o espectro de BS.

Segunda película: LA TINTA NEGRA, de Sebastián Arabia.
Gran película española que muestra la situación actual respecto del juzgamiento de los crímenes franquistas, eclosionada a partir del accionar del juez Baltazar Garzón. El enfoque es sumamente acotado a la esfera judicial, con un minucioso rastreo en las causas que se abrieron contra el juez pero también con las primeras causas que él mismo abre para comenzar efectivamente la búsqueda de justicia, allá por el 2006. Gran trabajo documental, con entrevistas muy claras respecto de lo que es DDHH y Derecho Internacional o Universal, incluso para los que no tenemos nada que ver con el mundo legal.
Lo más: todo. Incluso el hecho de haber llorado cuando declara una señora ya mayor sobre el asesinato de sus padres y a uno se le pianta un lagrimón.
Lo menos: que no sea ficción; todo lo que ocurre en el film hace que uno salga de la sala abatido por la situación actual de España y sobre todo por la sensación de que la impunidad es algo tan tangible que parece ridículo.
Extra: quisiera saber qué opina el grueso poblacional respecto de los derechos humanos y su violación por más de cuarenta años bajo la dictadura de Franco. En el film parece quedar flotando esta idea de pasividad poblacional o latente apoyo, inclusive; una suerte de España adormecida por el tiempo y la censura encarnada en su vida más cotidiana. Y acá no vi a Sarlo.
Calificación: ¿qué más agregar? “41/2 Sócrates es un gato” (porque el 10 ya no pertenece al mundo BAFICI).

Tercera película: CASSANDRA, de Inés de Oliveira Cezar.
Película rara, interesante, movilizante también. Cassandra se recibe de la carrera de Letras y comienza a trabajar como periodista. Tiene que hacer su primera crónica de viaje en Chaco, en una comunidad originaria. Se va, sola. Busca fotos, escribe lo que siente y el viaje es hacia el interior pero de ella misma. Su editor (Alan Pauls) la ayuda, le tiene un cierto aprecio, pero no puede jamás terminar de comunicarse con ella. Gran detalle el de Clarice Lispector. Y Cassandra en su viaje ya no puede usar sus palabras y volverlas compatibles para hacer un relato de lo desconocido que de a poco va conociendo e internalizando. A punto tal que Cassandra no vuelve más del Impenetrable.
Lo más: una manera diferente de abordar la interculturalidad, sobre todo frente a las divergencias sociales que cada grupo ocupa dentro de un sistema más vasto como es el de nación.
Lo menos: el mensaje es bastante pasivo y personalizado. La manera de solucionar, sin hacerlo de hecho, no propone un diálogo entre grupos sociales diferentes. En realidad, pareciera que uno se queda en Chaco o vuelve a la Capital. Y no hay grises, ni fronteras franqueables. Pero un film no tiene por qué ser operativo, así que puede perdonarse. Además, no es sociológico sino más bien psicológico.
Extra: la directora increpó a los del BAFICI (con razón, en medio de la función se rompió el cabezal). Y ahora volví a escuchar la hermosa canción “Casandra” de Ismael Serrano.
Calificación: con todo y todo, “31/2 Sócrates es un gato”

Cuarta película: LAS FLORES DE MI FAMILIA, de Juan Ignacio Fernández Hoppe.
Película uruguaya. Para mí eso significa una sola cosa: parsimonia. Cuando escucho a los uruguayos, tan parecidos y cercanos a nosotros, tengo la sensación pueblerina de la tranquilidad, aunque jamás de manera peyorativa. Verlo al director, siendo sincero y sumamente tierno (por no decir cursI), pensé en esa intimidad que después deja al descubierto en la película. El film es una mezcla entre una historia que uno puede reconstruir como ficción pero es documental, puesto que Nivia es Nivia, la abuela del director, y la madre es su madre. Las flores en el balcón, un escrito en la pared: “¡viva la vida!”. Las señoras que ayudan a la abuela, el spa para perros. Una vida familiar que no se destaca, no es una familia más o menos especial. Una abuela que llega a vieja y se pregunta muchas cosas y se niega a ver otras por primera vez, como si ya fuese tarde para descubrir(se).
Lo más: la abuela y la tranquilidad del puerto de Montevideo.
Lo menos: esa sensación del tiempo estirándose. La no-historia historizada. Y la ausencia no disimulada del director (que es nieto).
Extra: sensación de ternura cuando vemos a Nivia.
Calificación: “3 casi diría 3 1/2 Sócrates es un gato”. Es una película cálida, como quien dice, muy humana, que me hace recordar a Historias Mínimas, como las de la gente común y, sin embargo, necesaria.

Quinta película: BONSÁI, de Cristián Jiménez.
Basada en la novela de Alejandro Zambra (que tiene una de las introducciones más hermosas que leí en mi vida), la historia de este film es la de Julio y Emilia. Y al final Julio vive y Emilia muere. Y el resto es ficción.
Lo más: el desarrollo de Julio, su acercamiento a la técnica Bonsái, la originalidad del comienzo. Un escritor chileno reconocido busca quien tipee su novela. Julio, recibido de la carrera de Letras en Chile, se ofrece, pero Gazmuri –el escritor- luego lo rechaza por encontrar otra persona que lo haría por menos dinero. Julio echa andar una fatal y a su vez vital mentira: Gazmuri no sólo lo contrata sino que le consulta todo tipo de cosas, como si él fuese un asesor más importante que un mero escriba. Y a partir de ese momento, Julio escribe su primera novela que no es más que su historia pasada –ocho años antes del presente- con la bella y metalera Emilia, también estudiante, y que tampoco había leído a Proust para Literatura Moderna. Un Proust que marca la película con apenas las primeras líneas de En busca del tiempo perdido, marca que se anida en el pecho de Julio. Gran historia, buen ritmo, preciosa estética. Y esa compenetración del Bonsái obra y Bonsái símbolo del amor que Julio nunca pudo olvidar, más allá de todo. Es él cada vez más su propia temática. El símbolo que atraviesa la historia de ellos dos, y toda su ficción.
Lo menos: no lo sé, pero algo debe haber. Quizá la cara de boludo de Julio cuando era un joven estudiante, pero es parte de la historia.
Extra: lean el libro. ¡Y grande la abuela de Julio!
Calificación: “41/2 Sócrates es un gato”.

Sexta película: EL DIFÍCIL ARTE DEL PASEO, de Iván García.
No hay trama; no más, al menos, que las tramas que presentan las grandes ciudades.
Lo más: gran trabajo de montaje del realizador. Cinco ciudades a principios de siglo pasado: Moscú, Shangái, Tokyo, París y Berlín. Hermosos travelogues que duran unos minutos, apenas, mostrando los personajes y las casas y los bares y las luces de estas ciudades, la noche y el día, la zorra rica y la zorra pobre, querido Nano. Y una excelente musicalización que nos demuestra la maleabilidad de las escenas y los cristales: nada hay fuera de la óptica musical del montajista, que saca sus escenas de películas antiguas.
Lo menos: quizá es una película más aprovechable para los que estudien montaje.
Extra: dura sólo una hora, así que no agobia. Y acaba con una frase de Baudelaire; “…las ciudades cambian más rápido que el corazón de los hombres…”.
Calificación: “4 Sócrates es un gato”. Gran obra re-creadora. Más aún si uno es un bicho urbano.

Séptima y última película: INDIA, de Armando Bó.
MARAVILLOSO. La Coca Sarli es una india maca en la selva misionera. Nada en el río desnuda y despierta el amor del descarriado Viruta, hombre blanco perdido en el medio de esta tribu que lo acoge amablemente y le muestra su mayor tesoro (¡un cofre con monedas de oro y joyas!).
Lo más: todo -¡hasta los créditos!-. Ella, fundamentalmente. Las escenas de casting de indios del comienzo, lo absurdo de la vida tribal –que probablemente nada tenga que ver con lo que realmente ocurrió-. Esa imposible historia de amor. Y EL INSPECTOR DE POLICÍA COMPRENSIVO que arrancó el primer aplauso de la audiencia. Merecido aplauso, a mi entender.
Lo menos: las personas que no entendieron la magia de esta película, mezcla de diosa y pantera.
Extra: un auditorio llorando de la risa. Y el detalle Bó, de acuerdo con la madre de Porthos, de mostrar la discriminación hacia “los indios” expresados en un pueblerino al que le roban la lancha (escena que admiró a Porthos también, cómplice, junto a su familia, de esta maravillosa aventura).
Calificación: “5 Sócrates es un gato”, porque no hay desperdicio alguno. Y para darle bronca los nuevos realizadores “marca BAFICI” que hacen esos cortos “insólitos” al decir de mi madre. Muchachos, APRENDAN.


ALL IN ALL
Un BAFICI bastante bueno, con problemas de otro tipo (basta de propaganda PRO a morir; vivan las salas chifladoras). Además, no hay remedio alguno: seguiremos yendo, porque muy en el fondo, tenemos alma de bolero y nos gusta sufrir. O al decir de Calamaro: me gustan los problemas, no existe otra explicación.

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