Love Story
Hace mucho que no iba al cine. Más de un mes. Así que domingo a mediodía, con un lunes feriado que cubre de alguna manera las obligaciones no cumplidas, me encaminé nomás para el Multiplex de Belgrano (benditos los 2x1 del Pago Fácil). Y ahí me dejé hechizar por una simpática historia de amor.
Gloria acaba de enterrar a su papá y se vuelve a su Buenos Aires, después de años de vivir en Francia. Las cosas ya no iban del todo bien, hay que decir: ese novio franchute con barba candado no servía ni para espiar. Así que la mejor opción era el reencuentro con su madre, Susanne, quien tiene un programa de radio llamado Geografías Literarias y se mueve en la vida como esos intelectuales que en realidad no caen del todo bien. Una salvedad: Susanne tiene algo de Graciela Borges, algo de diva de otra época pero a su vez de ésta también, algo que la vuelve perdonable. Aunque claramente así no opina su sufrida y sufriente hija, que está más sola que la una y con ganas de llorar todo el tiempo. Pero todo cambia en ese casino de Rosario, en el que canta Abonizio, de la trova rosarina, y en el que también está –¿por arte azaroso del destino?- Uriel Cohan.
Uriel es un típico judío que sigue el mandato familiar: la financiera del padre ya fallecido en un barrio que parece Once. Tiene dos simpáticos hijos (Sarita y Otto) y un divorcio a cuestas. Es joven, en realidad, pero ya no quiere tener más hijos y la película comienza con la decisión (y concreción) de una operación: la vasectomía. Uriel tiene una especial fijación por los telos: le encantan. Conoce cada secreto, cada detalle, hasta el ruido de la bolsa de toallas limpias cuando se abre por primera vez. La verdad es que todo él es medio raro. Además de ser un mentiroso compulsivo, de ésos que describe Arjona, es un adicto al póker online aunque también “presencial”. Pero algo nos causa gracia, nos enternece. Algo de él nos moviliza. Y finalmente llega el reencuentro (porque Gloria y Uriel habían tenido un intenso romance antes de la partida de ella a Europa) y la suerte cambia. En realidad, más que suerte azarosa, llega el tiempo de las decisiones y los sentimientos, como dirá un simpático (¡abuso de esta palabra!) rabino.
Se dijo que esta película no es la mejor de Daniel Burman, y puede ser que sea cierto (difícil competir con El Abrazo Partido o Derecho de Familia). Sí podemos decir que es un típico producto burmaniano, si se me permite esa adjetivación. Y podemos decir que la producción es fantástica. Es una película a la que le cuadra a las mil maravillas el adjetivo “bonita” porque lo cierto es que hay escenas que son estéticamente impecables. Y la historia de amor es también muy hermosa. Domingo soleado, uno sale del cine flotando, con esa última canción de la trova rosarina (con Garré, Baglietto, Goldín y Abonizio en la pantalla moviendo a todo el público) que renueva la energía, y esa última (y profunda) mirada enamorada de Uriel y Gloria. ¿Los actores? Jorge Drexler y Valeria Bertucelli. La madre: Norma Aleando (diosa, como siempre). El médico que juega al póker con Drexler: Luis Brandoni (ídolo, avejentado, pero ídolo). Una verdadera comedia romántica que siempre –Burman mediante- nos hace emocionar un poco y hace que los personajes pasen algunos malos tragos, necesarios, no obstante, para reencausar sus vidas, sus afectos, sus deseos. Siempre es eso: es entender qué se quiere y moverse en esa dirección. Pero para ese fin uno tiene que tomar la decisión y no siempre es fácil.
Conclusión: hermosa película. Jorge Drexler –que nunca había actuado- la pasa bastante bien. Los demás: geniales. Una película fresca, natural, que nos deja un lindo sabor y una linda sensación. Una película bella, en la que dos adultos pueden por un ratito jugar en un pelotero y reírse de sus propias calamidades y patetismos (me encanta la sonrisa de Bertucelli). Es lindo volver así al cine, un domingo de sol y con ese maravilloso uruguayo en primer plano. “31/2 Sócrates es un gato” para Daniel Burman y La Suerte en tus Manos.
Gloria acaba de enterrar a su papá y se vuelve a su Buenos Aires, después de años de vivir en Francia. Las cosas ya no iban del todo bien, hay que decir: ese novio franchute con barba candado no servía ni para espiar. Así que la mejor opción era el reencuentro con su madre, Susanne, quien tiene un programa de radio llamado Geografías Literarias y se mueve en la vida como esos intelectuales que en realidad no caen del todo bien. Una salvedad: Susanne tiene algo de Graciela Borges, algo de diva de otra época pero a su vez de ésta también, algo que la vuelve perdonable. Aunque claramente así no opina su sufrida y sufriente hija, que está más sola que la una y con ganas de llorar todo el tiempo. Pero todo cambia en ese casino de Rosario, en el que canta Abonizio, de la trova rosarina, y en el que también está –¿por arte azaroso del destino?- Uriel Cohan.
Uriel es un típico judío que sigue el mandato familiar: la financiera del padre ya fallecido en un barrio que parece Once. Tiene dos simpáticos hijos (Sarita y Otto) y un divorcio a cuestas. Es joven, en realidad, pero ya no quiere tener más hijos y la película comienza con la decisión (y concreción) de una operación: la vasectomía. Uriel tiene una especial fijación por los telos: le encantan. Conoce cada secreto, cada detalle, hasta el ruido de la bolsa de toallas limpias cuando se abre por primera vez. La verdad es que todo él es medio raro. Además de ser un mentiroso compulsivo, de ésos que describe Arjona, es un adicto al póker online aunque también “presencial”. Pero algo nos causa gracia, nos enternece. Algo de él nos moviliza. Y finalmente llega el reencuentro (porque Gloria y Uriel habían tenido un intenso romance antes de la partida de ella a Europa) y la suerte cambia. En realidad, más que suerte azarosa, llega el tiempo de las decisiones y los sentimientos, como dirá un simpático (¡abuso de esta palabra!) rabino.
Se dijo que esta película no es la mejor de Daniel Burman, y puede ser que sea cierto (difícil competir con El Abrazo Partido o Derecho de Familia). Sí podemos decir que es un típico producto burmaniano, si se me permite esa adjetivación. Y podemos decir que la producción es fantástica. Es una película a la que le cuadra a las mil maravillas el adjetivo “bonita” porque lo cierto es que hay escenas que son estéticamente impecables. Y la historia de amor es también muy hermosa. Domingo soleado, uno sale del cine flotando, con esa última canción de la trova rosarina (con Garré, Baglietto, Goldín y Abonizio en la pantalla moviendo a todo el público) que renueva la energía, y esa última (y profunda) mirada enamorada de Uriel y Gloria. ¿Los actores? Jorge Drexler y Valeria Bertucelli. La madre: Norma Aleando (diosa, como siempre). El médico que juega al póker con Drexler: Luis Brandoni (ídolo, avejentado, pero ídolo). Una verdadera comedia romántica que siempre –Burman mediante- nos hace emocionar un poco y hace que los personajes pasen algunos malos tragos, necesarios, no obstante, para reencausar sus vidas, sus afectos, sus deseos. Siempre es eso: es entender qué se quiere y moverse en esa dirección. Pero para ese fin uno tiene que tomar la decisión y no siempre es fácil.
Conclusión: hermosa película. Jorge Drexler –que nunca había actuado- la pasa bastante bien. Los demás: geniales. Una película fresca, natural, que nos deja un lindo sabor y una linda sensación. Una película bella, en la que dos adultos pueden por un ratito jugar en un pelotero y reírse de sus propias calamidades y patetismos (me encanta la sonrisa de Bertucelli). Es lindo volver así al cine, un domingo de sol y con ese maravilloso uruguayo en primer plano. “31/2 Sócrates es un gato” para Daniel Burman y La Suerte en tus Manos.
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