Me, We
“Si no podemos salvar a la Tierra, al menos la vengaremos”, amenaza Tony Stark (Robert Downey Jr.) al malvado Loki. Pero el señor de cuernitos, el hermano menospreciado de Thor, no parece temerle al playboy millonario filántropo, tal vez porque el teserato de su cetro parecía ser invencible. Al final, siempre es una cuestión de conocimiento: el saber y el poder. Si Loki hubiese sabido que Tony tenía un trozo de metal que se inserta (o intenta) en su corazón, no habría intentado algo tan estúpido como tocar su piel: pues claro, hablo de Iron Man.
Pero retrocedamos diez casilleros.
Algunos incautos (como yo, hasta hace unos días luego de una caminata por la Avenida Rivadavia y un paso inevitable por el mantero-pirata amigo) se preguntarán de qué habla este dementor trasnochado. Pues hablo de la última película marca Marvel: The Avengers, o quizá Los Vengadores. Una réplica de la (bendita) Liga de la Justicia de DC Comics, los vengadores parecen partir desde otra premisa inicial. ¿La Némesis de la justica dciana puede ser la venganza marveliana? ¿Justicia y venganza en un pie de igualdad? Tal vez en el mundo de los comics, algo desesperanzado y forjado a la luz de la violencia. Pero en realidad es un mundo más real de lo que uno piensa: pues siempre se intercala la esperanza, a veces monstruosa como puede mostrarnos un argento Animal Urbano, histórico y carnal. De cualquier manera, los vengadores no son un equipo, no son el dream team americano que uno espera, no son un concepto holista: son un conglomerado de seres excepcionales. Hasta ahora no comento si buenos o malos; más bien, parecen ser dioses paganos parecidos a los hombres, aunque sin dejar de ser divinidades. Estos héroes (super, tal vez) un día deben unirse. El individualismo les pesa, las rivalidades y los egos chocan todo el tiempo, no son amigos ni han sido compañeros, y más de uno tiene un pasado que olvidar, una tragedia en su haber, una deuda que pagar. Y ahí están, no obstante, frente al caos total de un enemigo emocionalmente inestable (no sólo ser cursi es peligroso): Loki.
Loki, hermano menor de Thor (Chris Hemsworth), celoso niño eclipsado ante un hermano prodigio y perfecto (rubio, de ojos claros, musculoso y sensible, con su traje vikingo y su mazo superpoderoso), es un villano extraño. Hace alianzas peligrosas que sólo por momentos parece controlar, pero que siempre parecen tambalear ante la circunstancia mínimamente adversa. Loki, sin embargo, es poco predecible. Y eso lo vuelve inescrutable. Es un niño rico, que tiene todo, pero lo usa sólo en su propio beneficio, engañándose a sí mismo. Thor quiere volverlo hacia su centro y apela al lazo sanguíneo, al idioma de infancia (que parece ser un secreto entre los dos) y a su propio amor por la Tierra, su planeta amado. Pero no basta el sentimentalismo –Loki le clava un puñal en el estómago-. No basta nada para un ser humillado, como la mayoría de los villanos que conoceremos en estas historietas tan morales como psicológicas. No basta para un hermano dolido, para un dios herido. ¿Y ahora? ¿Quién podrá defendernos? Una amenaza extraterrestre se cierne sobre el mundo (sintetizado, una vez más, por los Estados Unidos) y no hay nada que podamos hacer, porque la Tierra, en el Universo, siempre ha sido menos, el planeta bebé, la especie más joven e inexperta, y sin embargo arrogante. Hay algo, en esa negatividad, que nos da el valor de creer, muy en el fondo, en nosotros mismos. De nuestras propias miserias e inseguridades surge el valor, que también, caramba, nos es propio. Nos chocamos la cabeza contra la pared, pero al final la levantamos y nos encontramos con que, mientras amemos a alguien, podemos ser buenos. Entonces, Natasha Romanoff (Scarlett Johansson) que supo ser una asesina sin corazón, ahora es una Viuda Negra al servicio de la ley dizque justa, enamorada de Ojo de Halcón (Jeremy Renner), quien desde el principio juega para los malos por el cretino encantamiento de Loki. Natasha quiere encontrarlo, rescatarlo, se preocupa más por este hombre –sexy- que por el propio destino de la humanidad. El gesto cotidiano, el amor de todos los días salva al mundo. Entonces, la pelirroja fatal va en busca del núcleo de este no-equipo: Dr. Banner. ¿Quién? Ah, sí: Hulk (el maravillosamente hermoso Mark Ruffalo). Banner no sabe aún controlar su poder (¿poder?) y se va a Calcuta, pensando que nadie lo encontraría y trabaja como médico altruista –suspiro-. Pero la gran agencia de inteligencia o lo que sea S.H.I.E.L.D. lo ha estado siguiendo. Y finalmente lo convencen. Lo necesitan para rastrear a ese material extraño que permitiría hacer armas de alcance nuclear (el maldito teserato) que irradia rayos gama. ¿Quién mejor que Banner para hablar de rayos gama? Un hombre muy capaz, y más bueno que Lassie, pero que ante la pérdida de autocontrol puede ser una máquina de matar. ¿Quién confía en él? El cerebro: Iron Man. Un personaje muy cómico, terriblemente sarcástico, que se pelea con el representante de la moral americana que nunca falta: Capitán América (Chris Evans). La soberbia inteligente que no se somete ni es soldado termina dándose la mano con la nación en su mayor grandeza de mediados de siglo pasado de “a man has to do what man has to do”. Todos estos hombres, reunidos por Nick Fury (Samuel Jackson), no son más que un agregado. Lo mismo que este artículo que los enumera. Pero al final, se forma esa nueva realidad grupal que les otorga otra entidad. Al final, cuando combaten el mal, cuando entienden de qué va la cosa esta medio rara de ser un héroe, cuando el sentimentalismo se vuelve un aliciente, al final, cuando se descubren algo humanos todavía, resurge la esperanza de todo lo que había muerto, y aparece la iniciativa. Iniciativa Vengadores. Un equipo salvando al mundo. Iron Man desmayado en el piso, casi muerto, rodeado por Hulk, Capitán América y Thor. Despierta. “¿Qué pasó?” y nadie responde. “Ay, por favor, díganme que ninguno de ustedes me besó” (ja). Hasta que alguien dice “Ganamos”, en un susurro casi increíble, de pura incredulidad verdaderamente. La Tierra ha lanzado su advertencia a todos los planetas existentes: somos fuertes, pese a todo. Y es ese “pese a todo” lo que nos termina haciendo fuertes. Eso, y la unión de fuerzas. Todo chiste fue serio y honesto en el útero del tiempo.

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