Someone like you
La televisión me apasiona. Por suerte, mis compañero/a Porthos lo entiende y me sigue queriendo (eso espero). El mundo televisivo es fragmentario y fugaz, hasta frenético podríamos decir. Sin embargo, hay un momento de paz: hay un personaje relativamente nuevo que nos habla con el corazón, para llegar al nuestro, para contarnos míticas historias del corazón. No es una telenovela, el personaje de hecho es real: existe más allá de la pantalla, como tantas otras cosas que a veces aparecen de manera oculta unas horas al día. Hay mucha ficción, excediendo, claro está, el género ficcional en sí mismo. Discursos que crean realidad desde lo ficto: nos narran cosas que pueden o no suceder, pero que llegan a cobrar importancia, casi, casi, como Dios. ¿Importa si sucede o importa aferrarnos a ellas? Pero hoy no quiero pensar en eso. Hoy quiero hablar de esta persona televisiva que transmite amor y parsimonia (no, no es Claudio María Domínguez, que me pone sumamente nerviosa). Hoy quiero defender, también, a esta mujer que ha sido víctima de burlas crueles y malintencionadas. Hoy quiero hablarles de Virginia Lago.
Virginia Lago es una gran actriz. Ha hecho papeles de madre loca y perversa que le han salido maravillosamente (poco que ver tienen con lo que nos muestra en la pantalla de Telefé). Virginia Lago es también una mujer que se sienta cada tarde en un living (y ahora lo hace los viernes a la noche) y nos introduce a mundos complicados y no tanto, que nos hablan del amor entre hombres, entre seres humanos. En general, son películas norteamericanas en que la marginalidad sale a relucir y nos conmueve. Cada película es una lucha individual por ser un poco más feliz, o por ser un poco menos infeliz, en medio de tanta bronca, dolor e injusticia. Cada película es un amor truncado, un amor que lucha y vuelve (ja), un amor que salva a todo aquel que sea bueno y merecedor de ese amor redentor. Sé que suena a pastor evangélico, pero en realidad, las películas buscan una suerte de conmiseración, una miseria común que en ese proceso compartido, se vuelve soportable, se vuelve temporal, finita: hay una manera de volver a sentirse mejor. Los personajes sufren, cuando en realidad no hay una razón para pensar que debieran sufrir. Es decir, ¿por qué Dios hace que gente sencilla sienta semejantes dolores? Eso sólo pone a prueba a estas mujeres y hombres que luchan por un hijo, un marido, una hermana, un amor espiritual, un fantasma, un sistema, o lo que sea. Son historias del corazón, lo único junto con el dolor que une a estos personajes varios. Pero insisto en que el personaje introductorio de Virginia Lago es fundamental, no es un adorno. Si no, harían como hacen los fines de semana, arranca el film y listo el pollo, pelada la gallina. Virginia Lago es un poco el alma máter del programa, cuyo soundtrack es "Someone like you". Virginia Lago quiere que abrirnos el cuore como lo hace ella, que se sienta en un sillón beige, con un florero lleno de rosas rojas en una mesa ratona, con una lámpara encendida detrás de ella, con un café si es a la tarde o una picada si es a la noche. Virginia Lago nos saluda con una sonrisa, nos lee una canción de Spinetta, nos recuerda lo lindo que es la vida y cómo pese a todo hay que aferrarse a ella. Nos abre el corazón porque quiere ofrecernos el de todos los personajes que aparecen y circulan durante dos horas cada día de la semana en la televisión: la TV sigue teniendo un sentimiento. ¿Quién dijo que todo está perdido? Lloramos, reímos, nos compadecemos, nos morimos de cursilería, nos morimos de amor también y vivimos luego: alguien viene a entregarnos el corazón. La han criticado: una vieja medio fumada que habla de boludeces amorosas. Pobres diablos los que no pudieron dejarse seducir por ese ritmo lento, que arremete contra la lógica televisiva. Lo único que entendemos es que todo duele y todo sana, como canta un uruguayo: tu corazón va a sanar y va a volver a quebrarse mientras le toque pulsar. Lo que quiero destacar es que todo aquél que se burla de forma poco inteligente de esta mujer (como hicieron en el programa de Beto Casela, Bendita ) no entendieron nunca nada.
Desde este espacio que poco tiene de humilde, quiero darle un abrazo de eterno agradecimiento a Virginia y sus historias. Y sobre todo, recalcar lo importante que es que alguien en la tele ponga una pausa, se siente en un living un poco cursi, un poco casero, se ponga los anteojos y nos haga sentir que estamos en un mismo espacio disfrutando de una historia, más o menos trsite, que nos vuelve a recordar: la felicidad perfecta no existe, pero el caso contrario (la infelicidad perfecta) tampoco, como escribió Primo Levi. O como reza el tema que introduce al programa: sometimes it lasts in love, but sometimes it hurts instead. Y con un poco de cada cosa, como suele ser todo lo que nos ocurre, las historias del corazón están allí, en la pantalla, para que podamos elegir sentir algo.
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