Como el fuego reflejado en el agua dibujaba partículas de Dios


Tengo algo que confesar: extraño a Gustavo Cerati. En todo este tiempo no pude ni quise decirlo porque parecía falso de tan obvio. Pero lo cierto es que extraño a Cerati, lo extraño tanto que casi no puedo escuchar sus discos. 

Escuchar a Cerati (o a Soda) es como ir a un telo. Pensás en el artificio, en la puesta en escena y una vez adentro te das cuenta que es todo honesto, todo brutal, todo crudeza. Ya estás ahí, ya lo estás escuchando y el verbo vive en la carne. Si la violencia aparece en el lenguaje y se traslada a la materia, lo mismo pasa con el erotismo, ¿no? Y Cerati es pura palabra. 

No tengo mucho más para decir, ¿vieron cómo es la angustia que a uno lo enmudece? Lo único que puedo contarles hoy es que lo extraño y que me están haciendo falta sus recitales. Quizás más adelante pueda charlarlo un poco más. Mientras tanto, seguiré desordenando sus palabras a ver si así lo hago aparecer.

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