A fuego lento
Ya han pasado dos días. Desde el mismo momento en que los abanderados ingresaron al estadio supimos que era el final. Tal vez no el final final, porque no será el último de los Juegos Olímpicos. Pero sí es cierto que tendremos que esperar cuatro años para que la alegría retorne a la pantalla (y dada la cercanía, por qué no darnos una vuelta por la ciudad carioca), para que volvamos a ser hinchas de todos los deportes, para que nos acordemos que no sólo existe el fútbol. El momento de ser argentinos con la camiseta tatuada a la piel acabó, pero fue verdaderamente intenso en su brevedad. Ahora queremos ver, como se dijo, novedades constantes de otros deportistas que no sean Riquelme o Botinelli o Trezeguet; basta de las intrigas del plantel de Boca con el técnico; basta de pensar solamente en si el Pelado es o no el técnico que River merece. Es hora de empezar a pensar en lo puede suceder con Federico Molinari, si se retira o no (Vana Onetto consiguió un año más de prórroga). Es hora de ver partidos en que la pelota no se toque únicamente con el pie. Quizá ese sea el verdadero sabor que los JJOO deberían dejarnos: un sabor hacia el futuro.
Argentina se quedó, para complicación de Mariano Hamilton, con cuatro medallas, y si no me equivoco quedó 41° en el medallero: un oro glorioso e inesperado (lo cual lo vuelve más heroico) para Crismenich en taekwondo, una de plata para Las Leonas que sí rugieron, y dos de bronce: yachting y tenis. Qué lindo debe ser portar esa medalla, besarla, compartirla, saber que hay un mundo detrás de la pantalla que hasta se ve tentado de ir a recibirte a Ezeiza. Felicitaciones para ellos. Pero no menos importancia tiene el resto del total de los 137 deportistas argentinos que nos representaron en Londres 2012. Un aplauso para nuestra representante en judo, la hermosa Paula Pareto. O Alsogaray en vela, Walter Pérez en ciclismo, Brian Toledo en jabalina, Jennifer en lanzamiento de martillo y en disco la cordobesa cuyo nombre no recuerdo pero cuya sonrisa aún hoy ilumina, como diría el gran Gustavo. Germán Lauro, llegando sexto y al que ya mencioné, octavo, Molinari, que podría haber sido bronce tranquilamente, nuestro competidor en equitación. Qué lindos los Gladiadores del handball y nuestro equipo de jockey masculino que parece opacado por las chicas (qué lindas chicas, por cierto). Los grandes del básquet, que quedaron cuartos aunque por la garra podrían haber subido al podio (ese triple de Nocioni que no entró fue pura mala leche). Los hermosos del vóley masculino, Quiroga sobre todo y Facu Conte, que vencieron a la poderosa Bulgaria. Nuestras chicas del beach vóley, que se enterraron en la arena con nuestra bandera a cuestas. Las chicas de nado sincronizado, que llegaron a estos maravillosos juegos con tanta dificultad y nos representaron muy bien. Georgina en natación, la Dulko en tenis -¡genia!- y Nabaldian y Mónaco y Schwank, no sólo Del Potro (a quien amo, por cierto, después de ese partidazo con Federer). Todos los de vela que no conozco pero que sé que son muchos y que dieron todo en ese clima horroroso de Londres, para contrarrestar ese viento y vencer a los marítimos australianos o suecos o incluso británicos. ¡Cómo olvidar nuestro argenchino en ping pong! Nuestros boxeadores, que de a poco podrán intentar recapturar la gloria que ese deporte supo darle a nuestro país. Marcha, que terminamos bastante bien para lo que ese deporte significa aquí, o BMX, competencia de suma peligrosidad. Nuestra delegación es inmensa y sé que me olvido de muchos de ellos pero todo aquel que llevara esa bandera lo ha dejado todo en estos juegos y eso es lo que importa también. Bienvenida la participación, el diploma y en el mejor de los casos la medalla. Pero ahora no sólo hay que focalizar en Río; tenemos que desarrollar el profesionalismo en el deporte. Estos muchachos y muchachas son deportistas de élite y deben vivir de todo esto que aman, como a mí me gustaría en el futuro vivir de mi profesión. ¿Es tan ilógico? Los países del llamado Primer Mundo presentan atletas que tienen el debido entrenamiento, el equipamiento adecuado y las horas de descanso que se puede tener cuando no necesitamos salir a trabajar de cualquier otra cosa para poder vivir. Por eso EEUU está primero en el medallero y lleva una importante delegación que nada le envidia a China (segundo). Mismo Inglaterra y Alemania han tenido un gran desempeño. En nuestro continente latinoamericano, la política deportiva más desarrollada sin duda es y ha sido siempre Cuba, pero Brasil ha hecho una gran performance y Jamaica tiene a Bolt, como han dicho por ahí. Esperemos que más adelante todos los países americanos podamos tener la representación que merecemos, los fondos necesarios, la decisión de tomar como bandera política al deporte y lo que como institución puede lograr. No sólo como fuente de trabajo, sin duda, sino como actividad que permite una sensación de pertenencia y perseverancia, que nos dan un equipo, incluso en los deportes individuales, porque siempre hay compañeros y entrenadores que le ponen el hombro a la situación. Que nuestro yudoca tucumano no se sienta más solito allá en Tucumán ni se vea obligado a venirse a la Capital: que el deporte sea tan federal como nuestros deportistas, porque no son de CABA necesariamente. Sin duda, en el camino de la inclusión social, del crecimiento con un desarrollo que no abandone jamás la justicia social, el deporte es un escalón más, tan importante como los puestos de trabajo de la construcción o como la relevancia que presenta un jugador de Boca Juniors. Siempre buscamos abrir las puertas a nuevas experiencias, actividades, alegrías. Es hora de dejar atrás ese exitismo horroroso que no valora ningún proceso sino sólo el resultado: ya estamos más maduros ahora como sociedad para entender que las recetas de la felicidad inmediata no existen. ¿Acaso no tenemos ejemplos continentales para pensar en cambios procesuales? El deporte no es una esfera aislada: no hay esferas aisladas. Esperemos por Río, pero no cuando falten 40 días para la competencia. Pensemos en estos cuatro años, veamos a nuestros deportistas en la televisión, veamos competencias de ligas nacionales. La gran atleta rusa de gimnasia rítmica, dicen los que saben, cuando sale a la calle en su país es tan reconocida como si aquí viésemos a Messi. Si estamos en caminos de diversidad, de cambio, de apertura cultural pero también de entender un poco lo que significa ser hoy latinoamericano, abramos esas rutas en todas las direcciones posibles. Y si no es en Río (a España le llevó 20 años el crecimiento deportivo), será cuando los tiempos de la madurez así lo indiquen, siempre que el esfuerzo que hoy hace el Enard se sostenga y así se pueda presentar una competencia donde ya no jueguen la liebre y la tortuga, sino que seamos todas liebres. Julieta Venegas nos pide que seamos delicados y esperemos, que demos tiempo para dar todo lo que tenemos, aunque sea un proceso lento. Lo que tenemos que hacer, como canta mi uruguayo predilecto, es amar la trama más que el desenlace.
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