Quisiera fuera una declaración de amor

Las barreras que encuentra el amor son diversas pero siempre son malditas y difíciles de superar. Un ejemplo, tan bello y tan terrible al mismo tiempo, es el que hoy les regalo, en esta semana gris que hoy comienza y en la que estoy un poco triste. Sepan perdonar, queridos lectores, mi melancolia.


 
Anoche lloré al mirar por primera vez When a man loves a woman, un clásico de clásicos a etsa altura del partido. Lloré en las últimas escenas desgarradoras pero también portadoras de esperanza entre Meg Ryan y Andy García. Lloré porque cuando un hombre ama a una mujer sólo puede pensar en eso. Y Percy Sledge lo dice muy bien. Porque Meg y Andy son un matrimonio con dos bellas hijas, aunque la mayor sea hija biológica de un hombre abandónico, y porque se aman. Sin embargo, como no se puede vivir del amor (y quizá eso sea porque la conjunción está mal escogida), los problemas crecen y crecen hasta que ella se da cuenta de que es alcohólica y él se da cuenta de que su trabajo como piloto lo mantiene muy lejos de casa. Pero uno junto a otro, contra viento y marea, siguen dando una pelea que va más allá de lo que sienten o de lo que alguna vez fueron. Tratamientos, malatrato, peleas, botellas de vodka escondidas en un cajón del vestidor, una clínica de rehabilitación, preocupación, stress, la amenaza de perder el trabajo y de que eso signifique algo más que volver a empezar. A todo esto se enfrentan estos dos enamorados que se olvidaron que habían sido felices. 'Si dijera por una vez que no sabes cómo hacerlo, hasta volvería a quererte'. Y Andy se deshace porque él quiere tener todo bajo control, pues es piloto en todos los aspectos de su vida. Pero ella no quiere que la arreglen porque ella no es un problema que puede solucionarse como si se formatease una computadora vieja. Ella quiere que la escuchen, que la respeten, quiere hacer y no sólo ser. Juntos tendrán que volver a descubrirse, sólo que todo es ahora más complicado y menos romántico. Y cuando ella no sabe si lo quiere, o al menos eso es lo que le dice, él se va a Denver, lejos, indefinidamente, llorando. Pero Meg lo ama y lo dice en una conferencia, luego de estar 184 días sobria; lo dice sin saber que él está allí (como tampoco sabe que él la mira mientras entra a casa de noche); lo dice pensando que no lo recuperaría jamás porque no había sido capaz de decirle 'no te vayas'. Parece ser que perdón no es la palabra más difícil. Pero Andy está, está entre los alcohólicos en recuperación, entre los familiares que los apoyan, entre quienes organizaron el evento, entre toda esa gente que por diferentes caminos llegó al mismo sitio. Andy está y se acerca a ella, aún llorosa después de un hermoso discurso, rodeada de sus compañeros que la felicitan. Se acerca a ella, que es hermosa, tanto o más que cuando la conoció, y la felicita también, fingiendo no ser su marido, fingiendo lo que nadie puede, que es esa mirada enamorada y algo triste porque hay una distancia que aún no se ha salvado. Y uno está tembloroso, esperando un abrazo, un gesto de amor, un gesto de perdón: ya no esperamos el 'no te vayas' sino el 'vuelve'. Él dice muchas cosas, como que no había escuchado a su esposa, no había sabido ver, no había sabido estar. Y ella se acerca a él, cambiando los roles, y e dan el beso más lindo que uno podría imaginarse, no porque sea pomposo sino porque pareció real. Como cualquiera besaría a su compañero o compañera luego de un arduo camino, algo juntos, algo separados.
 
Qué película tan triste, pero a la vez tan bella; tan real, incluso con ese final que parece feliz pero quizá no tan feliz, porque sabemos, podemos imaginar lo que sigue y que no todo es un jardín de rosas. Las nubes grises siempre fueron parte del paisaje, nos diría un guatemalteco. Y yo, frente a la pantalla, ya tarde en la madrugada, con la lluvia de fondo y la casa a oscuras, lloré y así me fui a dormir, pensando en Meg y Andy y en todo lo que habían vivido en esas dos horas de película. Porque así como empieza es como termina: siempre lo supimos pero al igual que Andy no pudimos verlo, en realidad; termina como una demostración de esa canción inicial, como algo más que un hombre y una mujer (algo más que una película, que una canción o que una historia). Porque cuando un hombre ama a una mujer, cuando Andy ama a Meg, es sólo ella, son sólo ellos, y por unas horas al menos, eso parece ser lo mejor y lo único.


When a man loves a woman
can't keep his mind on nothing else
he'll trade the world for the good thing he's found
if she's bad, he can't see it
she can do no wrong
turn his back on his best friend if he puts her down

When a man loves a woman
spends his very last dime
trying to hold on to what she needs
he'd give up all his comfort, sleep out in the rain
if she said that's the way it pught to be


Crítica: 4 'Sócrates es un gato'

Comentarios

Entradas populares de este blog

Periodismo independiente. Periodismo de investigación. ¿Dónde tenés la custodia?

No será el mago de Oz, PERO…

Otro eslabón del pedigrí