When a man loves a woman

La cuestión es muy simple: ella y él se encuentran de casualidad, vienen de mundos muy distintos pero al final se enamoran perdidamente. En el medio, hay risas y sufrimiento y un poco de distancia, pero todo vuelve a su lugar, una vez más. Señores y señoras, hoy los quiero agasajar con una joyita del año 1999: Notting Hill.


William Thacker es de Londres y tiene una librería donde vende guías de viaje. Nunca llega a fin de mes y tiene un empleado que no sabe que Demi Moore fue la actriz de Ghost. Su hermana es una persona excéntrica a la que siempre le rompen el corazón y cuyo pelo es del color de las zanahorias. Will vive con un compañero de habitación que usa remeras que le quedan cortas y que nunca lava los platos. La puerta de la casa es azul porque así lo quiso su primera esposa, quien lo abandonó 'más rápido de lo que corre Speedy González'. Su otra novia lo dejó por su mejor amigo, quien es el peor cocinero de la historia mundial. Y entre año y año, las cosas no cambian mucho y la vida de Will tampoco.  Anna Scott es una millonaria actriz de Hollywood, que está de moda en películas que transcurren en submarinos y en el espacio y cuyo novio es lo que diríamos un 'patán'. Es estadounidense y viene a rodar a Londres en donde se le ocurre entrar a la tienda del pobre diablo de Thacker y comprar un espantoso libro gigante sobre Turquía. A partir de allí, tal como relata Will, las cosas toman un rumbo inesperado que termina con ella en la casa de él, bajo sábanas blancas y guiones mal aprendidos. 

Todo parece lindo (irreal pero lindo, surreal pero bonito, surreal but nice) pero lo cierto es que siempre todo se vuelve un poco más dificultoso para los héroes no heroicos de quienes nos enamoramos. Will y su mirada de perro malherido y Anna con su nariz y mentón operados y esa sonrisa maravillosa que no puede ser de este mundo no podrán estar juntos mucho tiempo: todo se sale de control y la prensa publica unas fotos comprometedoras de la juventud de la ahora famosa actriz y la persiguen hasta lo de Will. Discusión, enojo, algo de injusticia, y eso que siempre se dice en estos momentos y que acaba hiriendo a quienes menos lo merecen. Will queda solo, sentado con Spike, el impresentable compañero, y ella se va al país de las barras y las estrellas. Y pasan meses, y él no lo supera y ella vuelve a filmar una película basada en una historia de Henry James -propuesta por Thacker, claro está. Will la va a buscar pero escucha, como siempre, lo que no debe escuchar. Y su corazón inexperto parece no tener consuelo. Pero no todo está perdido: Anna lo va a buscar y le regala un ¡original de Chagall! porque la felicidad no es tal sin una cabra que toque el violín y le pide que recuerde que ella es sólo una chica frente a un chico pidiéndole que la quiera. Will tiene miedo: ella es lo inesperado, lo maravilloso, la luz, y su vida hasta ese entonces es tan sólo gris (o azul, en el caso del frente de su casa) pero al menos es estable. Idas y vueltas, final triste, todo parece perdido una vez más cuando el genial Spike, héroe nacional, hace que Will recapacite y que llegue a la rueda de prensa que ella estaba dando en el Hotel Savoy para anunciar que se iba a los Iunaitidestaits, como diría Copani. Entonces Will, rememorando su breve actuación como periodista de Horse and Hound (escena épica), se hace pasar por reportero y le pregunta a ella si consideraría quedarse en Londres en caso de que este chico llamado Thacker se diera cuenta de que se había comportado como un idiota. Y Anna decide quedarse en la ciudad gris (y ya no tanto) por tiempo indefinido. 




Aquél que no disfrute de películas románticas pensará que esta historia es una más. Y hasta puede que tenga la razón. Pero sin duda los que entendemos de estas tramas  que nos hablan de amor sabemos que no es cierto. Hugh Grant y Julia Roberts nos brindan en esta oportunidad una historia bellamente narrada que cumple con dos consignas básicas: mata-me de rir, fala-me de amor; historia en la que los rostros y los gestos de ellos se vuelven una parte más importante que el mismo guión. Ella tiene la 
naturalidad de la mujer que no pierde frescura ni siquiera al intentar vanamente ganarse el brownie de la desgracia. 
Y él, con su acento inglés, con sus dientes desparejos y su camisa rosa claro, nos gana el corazón desde el mismo momento en que le ofrece albaricoques con miel en la cocina de su desordenada casa a la mismísima Anna Scott. Nos brindan la historia que todos conocemos, que sabemos desde un primer momento cómo va a acabar pero no nos importa. Nos brindan la oportunidad de no pensar en el desenlace sino en la trama, en el cómo, esa manera de ir hilvanando cada escena, cada mirada, cada gesto. Con unas pizcas agradables de comicidad y tristeza propia de los corazones rotos y solitarios, nos vamos envolviendo en esas relaciones que parecen algo reales y aún así algo utópicas. Creer que a la vuelta de la esquina nos vamos a topar con la mujer o el hombre de nuestras vidas y que eso va a cambiar nuestro futuro. Will descubre que puede volver a sentir, que sólo le importa ella, que está enamorado, como pocas veces en la vida, y que no es fácil que nuestro corazón sane (aunque sepamos que va a volver a quebrarse mientras le toque pulsar). Will la va a buscar venciendo sus miedos y su tímida personalidad y Anna no puede más que rendirse ante el encanto inocente del inglés pobre y culto que tiene que atender a una madre insoportable que lo llama en los peores momentos. Una historia de amor que nos guía hacia el final feliz de la mejor manera imaginada. Mi película romántica, querida audiencia, favorita de toda mi vida, junto con esa maravilla de canción que es She, en este caso en la voz de  Elvis Costello. La historia que hoy, en este sábado con nubes en el cielo y humedad en el aire, quise traerles a modo de regalo, y un poco abriendo mi corazón en esta blogosfera, es la que ocurre entre dos personas que acaban leyendo y tomando sol en un parque hermoso de las afueras de Londres mientras otras personas comunes y corrientes les revolotean,ignorando que ellos dos pudieron más que el amor, y son más fuertes que el Olimpo. Irreal, pero lindo. 



Crítica: 5 'Sócrates es un gato'

Comentarios

Entradas populares de este blog

Periodismo independiente. Periodismo de investigación. ¿Dónde tenés la custodia?

No será el mago de Oz, PERO…

Otro eslabón del pedigrí