Si somos una familia muy normal

Paquita necesita el dinero que le deben los patrones para mandárselo a su hijo que quedó en Colombia y así pagarle la escuela. No en todos lados la educación pública es gratuita, y Paquita sabe lo que le espera al niño de no recibir el dinero a tiempo. Pero los patrones, la Doñita y su marido, que se van a Miami como si fuera el paraíso, no le pagan desde hace varias quincenas, y para colmo parece ser que están quebrados. Pues ella es una mujer que no puede dejar de comprarse ropa carísima, dependiendo siempre de sus padres adinerados, sin haber hecho nunca nada de su vida. Y el patrón es un candidato político que tiene la casa hipotecada y está limpio, como ellos dicen. Pero todos los trapos sucios empiezan a lavarse en la casa cuando se invierten los roles.

Gloria, la dueña.


Los patrones no pagan y Paquita se desespera. Encuentra un revólver en el cajón del cuarto de la señora y las cosas empiezan a tomar otros tintes. A punto de irse estaban todos estos personajes a Miami (la señora, el marido, el nene de diez años que paga todos los platos rotos y graba todo en su bendita cámara, las mellizas adolescentes que tienen las narices operadas) cuando Paquita los detiene, apuntándoles con la pistola. Pero no está sola, semejante casa no la puede sostener una sola empleada. También está Toña, la negra grandota, con swing y ritmo y un paso calmo al caminar. Los detienen y los secuestran para que les den lo que en realidad habían ganado con el sudor de su frente. Por supuesto que las cosas no son fáciles y hay algunos altercados, como el hecho de que Danielito, el niño, tome el arma en un desliz de Paquita y le dispare a la araña lujosa que cuelga del techo, haciendo que ésta caiga sobre el perro de la casa, uno de esos como tenía CC en La Niñera (el bendito Chesterton), y lo mate. Todos lo entierran, atados y amordazados. Las niñas, ahora con la horrible ropa de empleadas, cocinan para todos; la madre le sirve el cognac a la "servidumbre"; el padre tiene arruinada la dentadura porque Toña se la rompió con una bola de billar; Danielito piensa que todo es un juego y duerme en su habitación, pues es el único a quien las desesperadas empleadas, que para ser amateurs en el arte del  secuestro lo hacen bastante bien, quieren. La tortilla se da vuelta, pues, al fin y al cabo, ¿qué culpa tiene el tomate que está colgado en la mata? Lo increíble de todo esto es que el secuestro les permite, sobre todo a la Doñita, que se las da de gran señora, darse cuenta de que viven una mentira, de que no han hecho nada de sus vidas más que derrochar dinero y ser arrogantes. Los trapos sucios se ponen sobre la mesa, y en la volteada se abren algunos ojos y se rompen algunos corazones. Pero la vida es más compleja de lo que parece, y a pesar de que la señora de la casa descubra que su marido la engaña con el jardinero o que sus hijas son dos zorras o que Danielito va a necesitar años de terapia para sacarse toda la mierda que tiene encima, todos fingen que no ha pasado nada y si te he visto, no me acuerdo. Paquita y Toña, dueñas por un día de esta vida ajena, se meten en la piscina, usan los vestidos caros del vestidor, el perfume, la plata, los autos. Y luego se van para su Colombia a ver a los seres amados que habían dejado atrás hace años. Se van y todo parece quedar bajo el manto del olvido, aunque todos sabemos que nada podrá ser así, al menos no en la más recóndita parte de la consciencia de cada uno. Una chance, sólo una para poner el mundo de patas al revés. Pero al final todo vuelve a su lugar, un lugar naturalizado donde el pobre es siempre pobre y el rico lo quiere todo pero en el fondo no tiene nada. 

Papá y las nenas.


Chance es una película panameña, difícil de ver en la tele abierta, que nos muestra ese monstruo y esa locura que llevamos dentro, y algunos más a flor de piel. Pues nos horrorizamos de lo que luego predicamos de manera más radical y violenta. Una clase alta hipócrita, que sólo piensa en apariencias y se engaña a sí misma. Unas empleadas cansadas de luchar y luchar y no llegar a ningún lado. Una chance de cambiarlo todo, todo mi reino por un plato volador. Y Paquita y Toña lo consiguen, o eso queremos creer, para así reivindicar a Thelma & Louise. Y pensar que dos días en la vida nunca vienen nada mal. Una cruda realidad relatada con humor ácido merece mi aplauso sincero hacia un film con un humor muy fino, con unas interpretaciones impresionantes y esas escenas maravillosamente bizarras en las que los secuestrados son sometidos a ver las telenovelas latinas que Toña devora con pasión, al igual que sus compatriotas de los barrios humildes. Los viajes de Paquita (a esta altura, la pistolera) y la señora hacen a los cajeros, hacia la casa de la madrina de las empleadas, hacia los barrios pobres de la ciudad. "Tú ni te imaginas lo que es ser pobre", dice Toña a una de las mellizas. Y es así, ella no lo sabe ni quiere enterarse. Pero ni Paquita ni Toña están pintadas, pues son de carne y hueso. Y por ahí sólo pretenden lo que corresponde: el respeto propio del más básico ser humano. La comprensión, el cariño, el realismo. Paquita y Toña que se van sabiendo que nadie va a seguirlas, mereciendo un final feliz y no volar por un acantilado. Paquita y Toña abrazan a Daniel, pues saben que no lo volverán a ver. Y quizá eso sea mejor, porque indicaría que no han regresado. Y por un rato, tal vez más largo de lo que creemos, pueden ser libres.


Toña


Paquita la del barrio

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