Porque se escucha
A las palabras no se las lleva el viento. Nuestra Presidenta lo sabe. Y por eso sus discursos no sólo parecen estar medidos con esa precisión y profesionalidad de los antiguos oradores sino que parecen incluso pensamientos que se hilvanan solos, de forma natural. Tantos recursos para poder decir algo y que llegue, que se entienda, que nos aflijan a veces o nos den alegría. Cristina lo sabe, las palabras tienen filo, atraviesan, interpelan, con sus tonos y sus pausas y sus énfasis y sus refracciones. Ahora, mientras escribo, ella habla desde Rosario y sus palabras me llaman, me convocan a escribir, a fijarlas. El humor ácido, el humor realista sobre la situación de los jueces hoy en este país es una muestra mínima pero brillante, sinecdóquica de su habilidad y por sobre todas las cosas de la fuerza del discurso. Esas palabras que se desmenuzan, que se destrozan o tergiversan (porque tienen poder, porque construyen verdad), que se reproducen en miles de redes sociales, se recortan, se imprimen en remeras de los militantes; esas palabras se oyen. Se escuchan. Están ahí, replanteando lo que se publica, dirigiendo, porque ella es nuestra dirigente. Porque la elegimos (de ahí esa crítica a la Justicia como órgano e institución del poder, porque no nos olvidemos que los jueces también tienen sus palabras, formularias, cristalizadas en antiguos vocativos y antiguas formalidades, tanto quizá como sus propias prácticas y corporaciones).
Hoy es el Día de la Bandera y Cristina está en Rosario, con sus palabras, sus ritmos, sus risas e indignaciones. Dice y redobla apuesta. Porque para el oyente avezado cada discurso dice algo que ya ha sido dicho pero añade siempre algo nuevo, sorprende, es tenaz pero sin perder templanza. Es sensible pero no en vano. Es un discurso que da una mujer, una persona, una militante con un importantísimo cargo político; pero es también una expresión enmarcada en relaciones de poder concretas que después, y esto es lo que quieren negarnos siempre los mismos de siempre, nos afectan, porque todo lo que ella dice, como las palabras de Blanchot, tiene peso, son como piedras o como caricias y un poco de ambas, que caen sobre nosotros pero no sólo desde arriba hacia abajo. Nosotros también somos interpelados desde otro lugar. Nosotros también decimos. El pueblo se entrelaza en el discurso mucho más que como un mero reactor. Quizá porque mucha parte de ese pueblo es militante, y la militancia es activa o no es nada. Es cuerpo en acción, o no es nada. Por eso Cristina es militante, además de todo, o con todo lo demás, siendo esa trayectoria militante la que enmarca no sólo este gobierno sino todo un proyecto y hoy más que nunca todo un discurso.
Hoy es 20 de junio, y en 1820 en un día como este moría Belgrano. Cuando leemos sus textos, pensamos que muchas de sus palabras aún hoy tendrían vigencia. Es más difícil de explicar por qué o cómo. Y en Rosario está otra persona, una mujer (¡quién diría!) que nos dice que la seguridad también es una justicia que funciona. Y en esa frase, que larga al viento de este frío día, demuestra cómo opera ese discurso, que une, integra y piensa de forma mancomunada los procesos que hoy nos atraviesan y a los que contribuimos de alguna manera, positiva o negativamente. Palabras que nos atraviesan como sociedad. Seguridad, Justicia, Patria, ser latinoamericano, continente, escuela, campo, gobierno, política, militancia, comunicación, libertad, expresión, igualdad. Todas estas palabras que tienen peso, porque tienen historia. Mientras termino de escribir estas, mis palabras (que no son sólo mías), Cristina se despidió con un "Viva la Patria". Qué mejor manera de pensar en la historia de las palabras que a partir de esa trillada expresión. Trillada, sí. Pero en boca de nuestra Presidenta, en boca de los militantes, de los nenes que hoy prometen la bandera en el Monumento rosarino, ya no es la misma que en la boca de los militares oxidados de la década del setenta. Las palabras tienen peso y dinamismo, tienen filo. ¿O por qué no se podía siquiera mencionar a Perón en un momento de la historia argentina? Tienen filo y poder, construyen poder y saber, construyen verdad y mentira. Construyen historia y se enmarcan en ella, de maneras complejas y enrevesadas. Mientras termino, Cristina se despidió de todos aquellos que la escuchaban. Brillante, como siempre, lúcida. Y yo aquí sentada, en casa, escribiendo. Porque sus palabras me interpelaron pero de tal manera que lo único que impulsan es acción. Acción creativa, militante, comprometida, desde mi lugar. Y quizá sea eso lo que más rescate yo de este proyecto, lo que otros no pueden ni quieren ver. Es un modelo vivo, dinámico, cambiante. Pero donde lo que se exige a aquel que quiere oír es que se mueva, que trabaje, que milite, que piense, que haga. Y aquí, como si Austin estuviera vivo, la palabra es acción. Y por suerte, o no sé si sea suerte, pero ahora no importa; por suerte, es una acción militante. Que transforma, que se mueve, que libera. Como las palabras que imprimimos en nuestras remeras, es decir, en nuestros cuerpos: en nuestra historia.
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