Todos al diván
A veces dicen que las segundas partes no son buenas. Difícil mantener ese discurso en la lógica de las series de televisión que ahora se manejan por 'temporadas' [terminología que también se ha empezado a usar en los programas de radio]. Es así que esta misma noche podremos ver por la pantalla de la Televisión Pública el inicio de la segunda temporada de En Terapia, serie cuyo formato original es israelí. Este dementor que les habla ha podido ver la primera parte de la serie y se ha quedado verdaderamente prendada. Es decir, aquella experiencia primera no sólo satisface el objetivo de entretenimiento que vende el formato televisivo sino que lo ha hecho desde la innovación y la intrusión: fue la vuelta de la lógica teatral a la lógica vertiginosa de la fragmentaria tele y su prime time. Por eso mismo, en aquel momento me sorprendió el éxito de la serie, dado que el lenguaje del teatro no es transparente ni masivo, incluso en estos tiempos (como diría un español) y en esta ciudad, que tiene una cantidad abrumadora de salas y obras en cartel.
Esta noche, después de varios meses, vuelve a la pantalla chica, entonces, una serie más que interesante en la que Guillermo (Diego Peretti) vuelve a atender y recibir a sus pacientes y a invitar a los televidentes a esa intimidad del consultorio. Los lunes será el turno de Juliana (Carla Peterson) y con ella arranca esta noche a las 22.30 la tira. Juliana es una abogada preocupada por la maternidad en un momento complicado de su vida (y teniendo ya 41 años). Los martes volvemos a la pareja que ya estuvo (y muy bien interpretada) en la primera parte: Ana (Dolores Fonzi) y Martín (Leonardo Sbaraglia, que en la primera temporada estuvo impagable). Esta pareja con problemas conyugales tienen además un agregado: Maxi (Gonzalo Slipak), su hijo con sobrepeso que queda atrapado en los problemas de pareja de sus padres y en su propio universo esquivo. Los miércoles nos encontramos con José (el maestro Roberto Carnaghi) que es un CEO importante pero con crisis de ansiedad y busca la vía rápida de solucionarla en el diván de Guillermo. Los jueves toca Valentina (misteriosamente y ahora esperando resultados Luisana Lopilato), una estudiante de arquitectura de 25 años a la que le diagnostican cáncer. Los viernes, como siempre, el cazador cazado, es decir, el terapeuta en terapia con Lucía (la incomparable Norma Aleandro) que analiza a este psiquiatra ahora separado de Sabrina (Alejandra Flechner) y que vive solo y con consultorio renovado -y problemas familiares que se remontan a un pasado no tan pasado-. Es decir, una estructura que conocemos pero que aparentemente tendría renovaciones y nuevos actores, algunos consagrados (también participará Mercedes Morán) y otros que tendrán que demostrar su potencial.
La primera temporada estuvo marcada por la excelencia no sólo en la actuación de los intérpretes (cómo olvidar a la pareja de Sabaraglia-Fonzi que mantiene su presencia; o al maravilloso Germán Palacios y su policía de élite) sino que también la producción era impecable. Es decir, la filmación tenía una calidad absolutamente envidiable y que nada a su vez le debía a otros canales de este país o de cualquier otro. Amén de los placeres propios de la imagen, la lógica y el diálogo teatrales se habían sabido constituir como centrales, manteniendo al televidente absolutamente sumido en cada palabra, en el gesto, en la mirada, en el llanto o la risa, el comentario hiriente o irónico y la ternura de un último abrazo en la puerta. Cada sesión removía algo no sólo en los actores (como decía Carnaghi en una entrevista radial) sino en los propios espectadores que sin embargo optaban (o se veían más bien atrapados, como el imán que no le huye al hierro) por quedarse cada noche pegados a la pantalla, después de días arduos de trabajo y problemas personales, pero aún con energía para entrometernos en otras vidas también dolorosas o fuera de equilibrio. Esta noche volveremos por un tiempo a ese ritual que casi había quedado en el pasado al menos para quien les escribe, pero que ahora es recibido con mucha expectativa dado que es parte de la nueva producción artística que encara la televisión pública y que podemos rastrear en otros ámbitos y medios.
Esta versión argentina de Be Tipul, la serie original que luego tuvo versiones también americana y británica, ha sido vendida como formato a otros países de habla hispana, por ejemplo España, demostrando la calidad de la producción nacional en el marco de una nueva estética local y enraizada que le imprime su sello inconfundible a todo aquello que encarna y encara como proyecto artístico. Celebramos esta producción y celebramos que se dé en el Canal 7 de la televisión abierta. Después de todo, si no se da en la producción, la difusión y circulación televisiva puede en parte aportar a una construcción más democrática de sentido, más profunda que bailar por un sueño reforzando estereotipos machistas, e incluso sin perder ningún tipo de exigencia estética o de guión. Esta noche, entonces, tenemos sesión. Y quizá a diferencia del paciente que se encuentra sufriendo en el consultorio, nosotros nos deleitaremos con exquisitas performances de increíbles actores que por unos minutos largos nos harán olvidar incluso el detalle de que son parte de un universo ficcional.
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