Es la historia de un amor

Philip es un científico apasionado. Nada en el mundo le interesa más que innovar y en sus arranques creativos es que se olvida de otras cosas que también hacen a la vida de los hombres. Por ejemplo, ir a la iglesia a casarse con Sara, el amor de su vida. Porque no hay duda de que la ama, pero es un hombre con dos amores, aunque no ambos sean humanos. 



En 1997 yo no tenía siquiera 7 años, y fue en ese momento que se estrenó Flubber. No sólo la vi en aquel entonces sino que recuerdo hasta los muñecos de McDonald's que se hicieron con los personajes principales. Yo tenía a Weebo, la simpática robot amarilla con una pantalla en la que reproducía escenas de películas, series o dibujitos que sirviesen como referencia para lo que sea que estuviese pasando. Weebo es tan humana como yo, a pesar de ser de metal: mira películas que hablan de amor, se enamora de su creador -que no tiene ojos para ella, al menos no como ella desea-, desobedece las reglas de vez en cuando y hasta bosteza si tiene sueño. 



Pero también está Weber, que no tiene mucha personalidad (salvo cuando baila rumba) y es quien se encarga de los quéhaceres domésticos. Ambos fueron creados por el fantástico Professor Braniard, interpretado por el único que podría haberlo hecho: Robin Williams. Su amor a la ciencia todo lo puede, pero sólo porque detrás de ese cerebro brillante hay un corazón tan cinco estrellas, como dijera un español que yo me sé. Es atolondrado, inspirado, imaginativo y un poco despistado, como él mismo reconoce. Pero es porque en el fondo es un hombre enamorado, en todos sus aspectos. Sería más que el slogan conocido de 'el amor todo lo puede': diría que el amor y la ciencia cuando es guiada por el afecto. Sus creaciones cobran vida, como un Pinocho que quiere ser y es finalmente un niño 'de verdad'. No alcanzan las emociones: se necesita la carne, parece ser. O toda una película llena de peripecias que abarcan desde partidos de básquet donde hay niños nerds volando hasta autos voladores que se venden a Ford. Y hay un malo: el poderoso hombre rico que cree que todo puede comprarse, después de todo, el ladrón juzga por su condición. Y entre risas (con escenas cómicas para toda la familia) y la dosis justa de melancolía, vemos a un profesor preocupado por salvar la escuela donde trabaja, endeudad hasta la coronilla. Vemos a la directora (Marcia Gay Harden) probándose el vestido de novia por tercera vez en su despacho. Vemos al profesor malvado, que no es un innovador sino un adaptado, como él mismo dice sin ningún empacho, celoso de Phil y absolutamente inescrupuloso. Pero el verdadero científico aquí no es más que un hombre bueno, si hay alguien bueno en este lugar, un poco absent-minded pero honesto y por sobre todas las cosas, un apasionado. De todo, entre otras cosas, de la vida. 


En esta noche de viernes, después de revivir momentos de mi infancia, les dejo la reseña de una linda pelícua-remake de una original de 1961-, inocente (el papel de la ciencia es poco discutido, en verdad, y los inventos son absolutamente humanizados), divertida, sencilla. Pero absolutamente lo que se necesita cuando uno empieza sus vacaciones de invierno, se prepara para ir a trabajar con niños al día siguiente y toma mate, hecho una oruga bajo el saco rojo y la frazada que cubre las piernas. Para una noche de emociones simples, Flubber, una película para amar en un nivel subatómico. 


 

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