Mujer bonita

"Mujer, frente a la vida tú estás de pie", nos cantaba el Paz Martínez en la cortina musical de aquella telenovela de la tarde, Mujeres de Nadie. Y así como la historia que nos contaban Susú Pecoraro y Luis Luque, hoy tenemos (en horario nocturno) la historia de otras mujeres que no se rinden. Hoy, damas y caballeros, vamos a hacer la crítica de la nueva tira de Canal 13: Guapas.


Que son lindas no se puede negar: son bellas, todas, La pregunta es qué es lo que las hace tan lindas, atractivas, casi magnéticas. Porque es cierto que la trama no es gran cosa. Amén de que no es lo que esperaba. Si me dicen que son mujeres que se conocen al perder todos sus ahorros en 2001, pienso, obviamente, que la historia va a tener un trasfondo social necesario. Además de que sería interesante ver un producto televisivo de Pol-Ka sociosituado en esa época, con la calidad de producción y visual que tiene la empresa de Suar. Pero rápidamente se desmarcan: que es pura coincidencia, que es una financiera, que la historia más allá de unos cuantos flashbacks transcurre en el año 2008 (que podría ser 2014 y sería lo mismo). Pero es la actuación de estas guapas lo que efectivamente me hace volver cada noche y ver los capítulos enteros. Cinco mujeres que podrían ser muchas mujeres de esta clase media o no tan media pero desmejorada de cualquier modo; cinco mujeres que tienen problemas que podrían identificar a muchas otras del otro lado de la pantalla; cinco mujeres a lo Sex and the City. Mujeres que van y vienen en los mismos conflictos, eternos, vuelteros, casi irresolubles. Andrea (Araceli González) lo tiene todo y parece no tener nada (o no quererlo).  Un marido agobiante pero bueno (Mauricio Dayub) al que quiere dejar y no puede -cómo cuesta mandar todo a la mierda-, entonces toma y toma y toma. Eso sí, champagne de primera. Mey (Carla Peterson), una rubia-doble-apellido, que de estrella pasa a estrellada: pierde la plata y necesita salir a laburar. Igual, tampoco es la muerte (aunque lo sea para ella): azafata de primera clase. Se enamora de un piloto casado que la engaña (Rafael Ferro) y no se da cuenta de que el amor del bueno (el sensual gremialista del aeropuerto interpretado por Alberto Ajaka) anda cerca -qué ciega es la ciudad, incluso desde el aire-. Mónica (la excelentísima Mercedes Morán), que se enoja por todo, todo el tiempo, sobre todo con su especial hija (Mercedes Scápola), hasta que conoce al Tano (el genial Dady Brieva) que le mueve la estantería y la ayuda a abrirle las puertas al amor (porque ¿quién le dice que no, después de todo?). Lorena (Florencia Bertotti), estudiante de medicina. De todas, la que menos plata tiene (vive en Isidro Casanova, no tiene auto y la mamá tiene una despensa que es un cuarto con ventana a la calle), la más ingenua, la más joven. Se enamora de Federico, su jefe (Mike Amigorena), un cirujano plástico mujeriego y superficial que no sabe (aún) lo que significa el verbo amar.  Y finalmente Laura (la bella Isabel Macedo). Ella es perfecta, impecable, prolija. Una profesional (periodista de televisión) que sigue enamorada de su ex (Esteban Lamothe) aunque él -también enamorado de ella- se esté por casar con una chica más joven a la que embarazó (Natalie Pérez) que trabaja con ellos en ese piso que es un infierno. Idas y vueltas y por supuesto mucho dolor. 


La novela puede que no sea de la calidad de Farsantes (en sus principios, claro está) o que no tenga la profundidad necesaria para abordar un tema tan complejo y siempre candente como es la cuestión de género. Después de todo, Andrea sufre violencia simbólica cuando su marido, inocentemente pareciera, le toma la cintura y le dice "epa, ¿y la cintura? ¿se fue de vacaciones?" a un mujerón como es Araceli. Y aunque no lo fuera. El cuerpo de la mujer puesto bajo la lupa que juzga del hombre. Después de todo, Mey se arrastra detrás de un tipo que no sólo no va a dejar de engañarla, sino que nunca jamás va a dejar de mentirle. Y por qué alguien habría de someterse a eso. Por qué. Porque hay una desvalorización de la propia persona: Mey parece valer por lo que no tiene, por lo que tuvo, por lo que perdió. Después de todo, el personaje de Mercedes Morán tuvo una única pareja relevante en la vida que la golpeó y a la cual casi mata para defenderse. Y eso queda casi invisibilizado cuando tiene un potencial máximo y en verdad ocurre hoy y aquí:la violencia contra la mujer está todos los días presente en nuestras vidas. Después de todo, la preocupación de Laura por quedar embarazada o que le pase el tren es absolutamente corriente. El cuerpo de la mujer, una vez más, bajo la lente. La mujer que decide ser madre, sin ser esposa, no es bien vista, no es aceptable ni aceptada, ni siquiera en sectores "progres" (pienso en la película Yo soy sola). Y ella, Laura, tan formada y perfecta, se sigue arrastrando por un tipo que no puede tomar las riendas de su vida ni de sus sentimientos. Después de todo, Lorena se ve sometida a los abusos de su jefe, que es hombre y que posee el poder (además de que ella se enamora y entonces el amor se vuelve un arma de doble filo para la mujer, aunque parece que no para el hombre). Es decir, son escenas cotidianas que implican un complejo problema social: qué pasa con las mujeres en esos actos cotidianos. No hace falta ser pobre, ni vivir en Paraguay ni tener poca formación escolar: la violencia de la mujer atraviesa todas las clases sociales y etnias. Es un mito que esté restringida a sectores populares, como suele decirse. Y si no, se recomienda la lectura de Maltratadas, el  último libro de Mariana Carbajal. Hasta las chicas con mayor formación y una gran cantidad de plata pasan por situaciones de extrema violencia, física o moral. Sin embargo, Guapas no busca analizar esas realidades, como sí hacía Muejeres de Nadie, sin dejar de ser un novelón. Podría, pero se queda en ese condicional. La potencia que puede llegar a actualizarse o no. Lo mismo que con el abordaje del 2001. Podría ser algo más que una financiera que quebró. Podría ser un destino mucho más general que singular. Pero quizá no pueda aún pedirle a Pol-Ka ese análisis, ese alcance. No sé si deba tampoco. Aunque vale la pena mencionar que para el ojo entrenado, Guapas nos propone pensar muchas problemáticas de género, careciendo de las herramientas para el ojo menos experto. 


Trama predecible, lugares comunes. Por otro lado, actuaciones deslumbrantes de todas (increíble sobre todo Mercedes Morán), fluidez narrativa, calidad visual óptima. Una mezcla extraña, bittersweet, que sin embargo tiene un enganche que nos lleva a seguir viendo qué ocurre con estas guapas. Aún estamos entre la potencia y el acto, aunque juzgando por la experiencia, Pol-Ka suele quedarse en la potencia con este tipo de novelas, no por una cuestión profesional sino más bien de mercado: el rating manda. Y lamentablemente eso juega en contra de los contenidos. Sin embargo, me declaro optimista, y seguiré viéndola hasta que desbarranque (como Farsantes, una pena) o se gane el premio revelación. El tiempo dirá. Mientras tanto, "3 Sócrates es un gato". Y unas ganas aún intactas de seguir viendo sus historias, brillantemente actuadas. 


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