El Mundial y sus días

Cuando los jugadores dicen que no saben bien qué decir, ahí, en ese momento en que los periodistas deportivos que están en el campo los abordan para hacerles preguntas sin mucho sentido, tienen razón. ¿Qué se dice ante semejante panorama, esto es, 24 años sin llegar a semifinales? ¿Qué se dice cuando aún no se ha procesado la alegría (si es que debe procesarse) y es tan sólo ese sentimiento salvaje y puro, que desborda cualquier atisbo de razonamiento? Demichelis dijo "no te puedo hacer un análisis del partido" y en lugar de eso, nos compartió un sentimiento. Es difícil hablar también para aquellos que después de unas horas seguimos emocionados con la garra de los ticos ante la naranja mecánica, pensada invencible. Entonces, ante esos momentos en que no podemos hablar (porque a veces simplemente no se puede); ante esos momentos en que hasta las palabras de un relator nos emocionan; ante esos momentos en que sólo queremos ver la sonrisa del goleador del día o las lágrimas del arquero costarricense que dio todo pero tiene que volver a casa; ante esos momentos, nos quedan las imágenes, tan poderosas, más allá de toda semiosis. Los Mundiales nos pueblan los días de emociones. Llorar si Neymar se quiebra la tercera vértebra lumbar. Llorar porque Costa Rica casi hace lo imposible (que siempre tarda un poco más). Llorar cuando Sabella nos dice "hoy cruzamos el Rubicón". Los Mundiales nos dan y nos quitan (o nos dan al quitarnos a veces), nos envuelveN en la bandera, en el abrazo con el que tengo al lado, en la bronca de la injusticia, en la ilusión que enfrenta a la historia y nos hace pensar que por 120 minutos dios es latino. Aunque después uno tenga que volver a la realidad. Son estos días mundialistas, con sus propios relatos que monopolizan todas las charlas, todas las metáforas para cada una de las situaciones diarias, todas las fotos en facebook. El Mundial y sus días, que son tan escasos pero tan intensos. Dicen que si lo bueno es breve es dos veces bueno. No sé si sea cierto o no, pero ahora mismo parece verídico. Los días del Mundial monopolizan los relatos pero también nos dejan sin habla, ante ese segundo en que el árbitro da por cerrado el partido y todos corren a la cancha para abrazar al que festeja y sigue soñando (como diría Vignolo) o abrazar al que llora porque colorín, colorado, este cuento se ha acabado. Así es de cruel y mágico el Mundial. Nos permite entablar charlas con quienes antes no lo habríamos hecho o nos deja en el silencio emotivo del que celebra o padece. Nos emociona un gesto (Argelia donando la plata a los chicos de Gaza); nos emociona una mirada (la del arquero Navas abrazando a un jugador antes de ir al arco contra los penales perfectos de los holandeses). Nos emociona un abrazo, entre Di María y Messi, que nos regalan el milagro. El Mundial y sus días, porque de hecho son suyos, invaden también este blog, que es parte del mundo, como todo lo demás. Y aunque parece que dije mucho, es todo una gran vuelta porque en realidad no puedo decir nada, no sé qué decir. No puedo analizar la alegría ni la táctica ni la destreza que hoy me generó este contento. Sólo puedo pensar en los relatos y las imágenes que nos deja esta copa del mundo. Este Mundial y sus días. 


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