Yo vengo a ofrecer mi corazón



Eso. Esa foto, ese momento en que después de besar mi estampita del Chiqui Romero, salí corriendo a abrazar a mi vieja. Ese momento en el que la ilusión que nos animaba se vuelve historia, vence la estadística y crea futuro, rompiendo con el destino. Hambre de gloria. Hace mucho que tenemos hambre de gloria. Somos FINALISTAS. Vamos a una final del mundo después de tanto tiempo, de tanta esperanza que se frustraba, de tanto sufrimiento. Porque así somos: primero hay que saber sufrir. Y ahora, el corazón late a mil pero de felicidad (porque antes latía de nervios). Felicidad es esto que sentimos ahora. Es cada chiste que circula por whatsapp. Es cada foto que saldrá publicada mañana en cada portada de diario. Es poder sacarle la lengua al pasado y reivindicarnos. Es cada atajada de Romero la noche de hoy. Es el bombazo de Garay y el llanto de Mascherano, que es un león. La felicidad que el fútbol el da al pueblo, después de haber andado tanto, haber corrido todo. La Nación había sacado una nota el otro día cuando se enfrentaba un equipo de los favoritos con uno de las revelaciones (Costa Rica-Holanda, precisamente). Y el título de la misma era "La ilusión vs. La Historia". Acá redoblamos esa apuesta: la historia es ilusión y nuestra ilusión hizo historia. La felicidad es el Pollo Vignolo diciendo que de los argentinos todo es creíble, todo es esperable. El Diego (con el artículo antes del nombre porque es único) ayer les dio un consejo por televisión, bah, un pedido les hizo a los muchachos: les pidió el milagro. Y hoy fue no sólo una cuestión de juego sino también una cuestión de fe. Hoy fue el cántico de los hinchas en la cancha, el gorrito que algún argento llevó del Papa Francisco, fue el chorro de agua que el otro día Lavezzi le tiró al técnico de nuestra selección, fue el exitismo de Kuffner y los nervios que casi infartan a más de un televidente. Fuimos un equipo que estuvo bien parado, con una defensa que mejora partido a partido. Fuimos nuestro arquero que aunque no se dice especialista en penales, hoy sin duda lo fue. Somos la revelación de Enzo Pérez o Marcos Rojo y la magia de Messi y Di María, aunque hoy no haya jugado. Somos la inefable manera de estar en todos lados de nuestro Jefe, Javier Mascherano, acompañado por Biglia que hizo un buen trabajo. Somos el gol de Pipa contra Bélgica que nos permitió llegar a donde llegamos. Somos el roble de Garay que no deja pasar una y el cabezazo defensivo de Demichelis. Somos la guapeza de Lavezzi que corre y tira centros peligrosos, que hacen temblar a los arqueros europeos. Somos ese 'ooooooooo ooo oooooo ooooo' que acompaña nuestra introducción tan particular del Himno Nacional. La ilusión que hace historia y labra su camino a la final contra el tanque alemán, que además de ser hoy por hoy una potencia, es también un fantasma. Pero nuestra selección demostró que no le teme a los Casparines del fútbol, porque como dijo la Fiera (que junto con Rodrigo casi cierran el partido en el alargue), si hay algo de lo que no se pudo hoy culpar a la Argentina fue de no poner huevo. Dejaron todo. Hace 24 años que no llegábamos a esta instancia. Hace 24 años que la gente pensaba que todo estaba perdido. Y con este partido, con estos jugadores, con este técnico que nos hizo cruzar el Rubicon, fue como gritarle a todo el mundo, '¿quién dijo que todo está perdido? YO VENGO A OFRECER MI CORAZÓN'. Nos vemos en el Maracaná. Nos vemos en la final de la Copa del Mundo del mejor fútbol planetario. Ahora mismo, sólo la felicidad. 

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