Los gatos como yo caen de pie
Años desde la última entrada. Y sin embargo, hay cosas que nunca terminan. Como esos personajes memorables que, pese a sus remakes y los años, no envejecen o no mueren. Uno vuelve a ellos, como referencia, como memoria, como punto de partida. Y así volvemos también aquí. Un blog escrito por mujeres, hablando de una mujer. O de muchas en una sola. Catwoman.
Haber hubo varias. La última de ellas interpretada por la bella Anne Hathaway hace no tanto, en 2012, en lo que ha sido la más oscura de todas las sagas de Batman, dirigidas, claro está, por Christopher Nolan. En otra ocasión, y en boca de otra Catwoman, Halle Berry dijo que al interpretar el personaje se sintió confiada, poderosa y sexy, una "mujer empoderada". Más allá de las malas reseñas que recibió, un punto tiene la bella ex chica Bond -personaje raramente empoderado.
Hoy, sin embargo, la mujer felina que me trae aquí es ni más ni menos que la interpretada por Michelle Pfeiffer en 1992, bajo la dirección de Tim Burton en Batman returns. Película, por cierto, que no recaudó mucho en su momento -como tampoco la otra del mismo director, Batman, a secas- por ser "demasiado oscura". El mundo no estaba preparado, mucho menos, para la oscuridad que Nolan traería luego. Esta Catwoman rubia y pálida, de rulos rebeldes y ojos celestes penetrantes, es quizá la más desquiciada y psicótica de todas, la más romántica, la más lumpen-que-resurge-cual-diosa-de-la-maldad, al igual que la malvada Poison Ivy, en mi memoria representada por la rabiosamente pelirroja y sensual Uma Thurman. Las mujeres malas del hombre murciélago -al contrario de Batgirl, inocentemente representada por Alicia Silverstone en Batman & Robin, con los sexy pero no tan geniales George Clooney y Chris O'Donnell- eran absolutamente irresistibles. Incluso de una forma letal.
La Gatúbela de Pfeiffer nos trae una mujer empapada de la estética de Burton, perturbadoramente bella y hasta inentendiblemente solitaria. Una secretaria que sabe más de lo que debería y es aventada desde la alta oficina por su jefe, el maniático personaje de Christopher Walken. Pero no muere: los gatos siempre caen de pie. Vuelve a su casa, casi en trance, y de una chaqueta de cuero brillante hace el famoso traje, con costuras notorias por todos lados, como un Frankestein felino, cuyo creador sólo saca a relucir por las noches. Extraña malhechora, puesto que no podemos decir que sea equiparable a los demás villanos de la serie: en ocasiones se asocia a Batman aunque nunca por completo. Impredecible, ¿caprichosa?, peligrosa sin duda. Y un poco enamoradiza. Pero no es suyo el rasgo, sólo por ser mujer. Batman vive enamorándose de las mujeres que se le cruzan, mujeres únicas por cierto. Siendo quizá la excepción el de Christian Bale, un hombre murciélago que se me vuelve más ermitaño que los anteriores. El que acompaña a Pfeiffer es ni más ni menos que Michael Keaton, enamoradizo a más no poder y con menos comicidad que el viejo Adam West. Una dupla, la de los sesenta, sensual como ninguna. En las últimas de Nolan el amor es mucho más trascendental y menos inocente que en sus orígenes. Y por sobre todo, el amor duele.

Pero esta Catwoman rubia -una de las pocas, diría- es ante todo sorpresiva. Sensible, loca, inestable, poderosa, inteligente y por momentos muy confiada. Siempre hay una trampa, siempre una cae como la Irene Adler de Sherlock Holmes: la única capaz de vencer a la inteligencia del detective, que se deja traicionar por sus emociones. Esa nota que siempre le añaden a los personajes femeninos, y en pocas ocasiones se dejan traslucir en los héroes-machos. O quizá aparecen, pero nunca terminan de arruinar del todo sus planes. Además de erigirlos finalmente como héroes. Estos seres heroicos parecen tener una incapacidad para amar y ser amados. Sobre todo siendo lo último la causal de lo primero. Catwoman no es la excepción, por supuesto. Y en su trazo de múltiples rostros, pieles, espíritus y cuerpos puede dejarse ver siempre esa huella. Ese "verbo amar" que no puede terminar de conjugarse. Y lo mismo para sus contrapartes masculinas. Lo que, por cierto, siempre nos deja una puerta abierta -a los románticos, sin duda- y una espera de ese "kiss you good-bye" que se repite eternamente y acaba con la batiseñal proyectada imposiblemente en las nubes. "Toda historia es una historia de amor", decía un simple personaje de una telenovela argentina. Pero en el caso de los superhéroes siempre es también una historia de desamor. Belleza, sensualidad, pero también tristeza y soledad, como las tan bien pintadas en la Catwoman de Michelle Pfeiffer, por siempre una de mis favoritas. Miau.


Pero esta Catwoman rubia -una de las pocas, diría- es ante todo sorpresiva. Sensible, loca, inestable, poderosa, inteligente y por momentos muy confiada. Siempre hay una trampa, siempre una cae como la Irene Adler de Sherlock Holmes: la única capaz de vencer a la inteligencia del detective, que se deja traicionar por sus emociones. Esa nota que siempre le añaden a los personajes femeninos, y en pocas ocasiones se dejan traslucir en los héroes-machos. O quizá aparecen, pero nunca terminan de arruinar del todo sus planes. Además de erigirlos finalmente como héroes. Estos seres heroicos parecen tener una incapacidad para amar y ser amados. Sobre todo siendo lo último la causal de lo primero. Catwoman no es la excepción, por supuesto. Y en su trazo de múltiples rostros, pieles, espíritus y cuerpos puede dejarse ver siempre esa huella. Ese "verbo amar" que no puede terminar de conjugarse. Y lo mismo para sus contrapartes masculinas. Lo que, por cierto, siempre nos deja una puerta abierta -a los románticos, sin duda- y una espera de ese "kiss you good-bye" que se repite eternamente y acaba con la batiseñal proyectada imposiblemente en las nubes. "Toda historia es una historia de amor", decía un simple personaje de una telenovela argentina. Pero en el caso de los superhéroes siempre es también una historia de desamor. Belleza, sensualidad, pero también tristeza y soledad, como las tan bien pintadas en la Catwoman de Michelle Pfeiffer, por siempre una de mis favoritas. Miau.

Comentarios
Publicar un comentario