Teenage wasteland

¿Cómo enfrentamos lo que nos aterra? O peor aún, qué hacer frente a lo desconocido. Las películas de terror y de suspenso todo el tiempo nos ponen cara a cara con aquellos miedos que todos ya conocemos (aunque no todos los hemos vivido): el asesino que se cuela en nuestras casas una callada noche de invierno, el ser extraño que ronda los alrededores suburbanos y que siempre encuentra al viajero solitario en medio de la noche, los ruidos extraños que vienen de atras de puertas donde se supone no hay nada, la sombra y la respiración que parece seguirnos por calles inhóspitas (aún peor para las chicas, que evocan otros miedos). Qué hacer con ese monstruo que podría estar oculto en la habitación en penumbras. Nos da miedo la oscuridad, nos da miedo la soledad, la noche, la casa vacía, el barrio desértico, el pueblo donde nunca pasa nada (realidad tan abstracta para los citadinos como yo, tan de ciencia ficción como cualquier novela). Qué hacen las personas solas en estas situaciones. Y nos preguntamos además, ¿qué harían los niños? 

A veces, para halagar alguna resolución que los chicos logran vislumbrar, más allá del problema, se los encumbra como ejemplo sorprendidamente, como si por ser chicos no pudieran lograr tal o cual cosa. Hay algo de real y hay algo de prejuicio. Uno creería que los adultos, que ya han vivido tantas cosas, tendrían más herramientas otorgadas por la propia experiencia para enfrentar ciertas cosas, decisiones difíciles, momentos delicados y hasta encrucijadas. Pienso en la entrevista que el periodista Roberto Navarro le hizo hace días a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Ella puso como ejemplo la organización de adolescentes por una lucha política x. ¿Los chicos pueden y nosotros, adultos, políticos, sindicalistas, no? Es una mezcla entre orgullo y sorpresa. Quizá el bochorno por pensar dónde quedamos los adultos parados en esa foto. O también el pensar que hay otros modelos que le dan herramientas a esos mismos pibes para organizarse. Lo mismo podríamos esperar frente a situaciones tenebrosas. ¿Qué pasa en las películas de terror con los chicos? Son mediadores entre ese mundo de fantasía y horror y el mundo adulto de la "normalidad", de aquello que es cotidiano y se controla por leyes y reglas que los adultos mismos proporcionan en tanto comunidad. Los chicos son lo que se topan con cualquier elemento sobrenatural, desde un video hasta una máscara. El terror los rapta, los secuestra, los seduce. ¿Quiénes los rescatan? A veces adultos, desde el principio. Pero otras veces, otro equipo de chicos, niños dispuestos a escuchar hasta lo inverosímil, que leen y se nutren de aventuras que otros han vivido para hacer un plan, con los recursos que tienen, con lo que hay en un garage, en el cuarto, entre la ropa que nunca les importó de sus hermanas mayores, o entre utensilios de cocina que sólo conocen porque ven de refilón a sus padres (generalmente las madres) cocinando. Las historias de terror y suspenso y aventuras que involucran niños nos muestran cómo ellos siguen modelos (sociales, morales, hasta militares) que aprenden de lo vivido y de lo visto: lo que la tele nos enseña, o una película o un comic. Los niños se organizan, a veces de manera tétrica (escondiendo alguna crítica moral a la sociedad) como en El señor de las moscas. A veces de manera divertida y tierna como en Super 8. Aquello que los adultos ven como un hobby, una distracción para el estudio o "cosas de chicos" es lo que les salva la vida. Pero no sólo a los niños: nos salva a todos. Ellos son tanto el motor de una búsqueda (el chico perdido, como en La guerra de los mundos) o el escuadrón que sale a la caza. Y de estos escuadrones hechos de elementos robados de algún jardín de una típica casa suburbana de algún pueblo estadounidense en alguna década pasada, quiero hablar. Quiero hablar de lo que hablan todos: Stranger things.



Serie producida por Netflix, nuevo acompañante casi terapéutico de este siglo XXI. Al principio no me llamó la atención, pero finalmente la vi. Una temporada, 8 capítulos, un domingo. Stranger things es la historia de cuatro amigos creativos, cuatro chicos con una imaginación fantástica y una capacidad asombrosa de inventar realidades vívidas aunque ficticias. O eso parecía. Indiana, un pueblo que nadie jamás estudiaría en una lección de geografía, década del 70. No hay celulares, no hay computadoras, hay películas y juegos y comics y memorias de lo que fue Vietnam. Hay un gobierno que experimenta con chicos y busca poderes para enfrentar a los comunistas. Y hay seres extraños que viven en dimensiones paralelas, cuyos portales se abren un día ante la presencia de una niña a-social, una niña que fue criada como experimento, cuyo nombre es un número (la genial actuación de Millie Brown). Y que apenas habla inglés. Una niña, El, (abreviación para Eleven), que se gana el corazón de uno de nuestros inventivos muchachos, el líder quizá, y quien junto con otros dos de los chicos encabezan la búsqueda de su amigo desaparecido, Will (el tierno Noah Schnapp). Los niños se comen la serie. Despiertan algo de ternura pero a su vez nos envalentona su valentía. Y por supuesto que nos conmueve esa amistad que sobrevive a todo, incluso a las preguntas que hasta nos pueden parecer banales y sin embargo forman parte de nuestro acervo popular. ¿Puede una chica tener el pelo rapado en los 70 a los once años?¿Puede pertenecer a un grupo de niños "nerds" y juntarse a jugar con ellos?¿Puede defenderlos?¿Puede ser su amiga sin que nazca otro tipo de amor o atracción?¿Puede salir a la calle sin un vestido?¿Puede, pese a todo, ser linda? Eleven tiene poderes telekinéticos, porque el gobierno experimentó con su madre, a quien además dejó en estado vegetativo, y apartó a la niña de una familia que podría haberla criado. Eleven no conoce demasiado el agradecimiento genuino, el cuidado y la preocupación auténticos, o siquiera la palabra "friend". "A friend is someone who always tells you the truth...friends don't lie".  Y con esa explicación que los chicos le dan, se le abre un mundo a esta niña que no pertenece ni aquí ni allá. No quiere volver a los experimentos que el casi maléfico aunque parsimonioso Dr. Brenner lleva a cabo en su cuerpo, en su mente, en sus emociones. Pero tampoco puede simplemente ingresar en el mundo de Mike y su familia. Mike, Lucas y Dustin (Finn Wolfhard, Caleb MacLaughlin y Gaten Matarazzo) serán los tres mosqueteros en busca del missing boy como un primer equipo al que deben sumar, con idas y vueltas, a esta "niña que vivió" y que con ellos además aprendió a querer y a ser tenida en cuenta más allá de todo.


Hay otros escuadrones, casi en un orden generacional. Los adolescentes. Si el primer grupo es pre-teenage, ya éste está en su etapa más central. Nancy, Jonathan y finalmente Steve. 16 años, experimentando lo bueno y lo malo de la famosa "American high school". Ella (la bella Natalia Dyer)  es la niña brillante, hermana de Mike, con quien ya ni se comunica. Quiere probar cosas nuevas pero tiene miedo, y en este mundo donde pasan cosas raras de la noche a la mañana, ese proceso de descubrimiento se ve teñido por la desaparición de su amiga Bárbara, siguiendo los patrones de la del pequeño Will. En el medio conoce a dos chicos: su novio popular, Steve (Joe Keery), que es un malcriado ricachón con auto propio; y el introvertido y antisocial Jonathan (el misterioso y atractivo Charlie Heaton), hermano de Will (todos los lazos nos llevan al mismo sitio en un pueblo como Hawkins), que saca fotos y esas fotografías serán la clave para entender qué pasa y para asomarse aunque sea por un rato a la ilusión de una relación social, casi amorosa. Este escuadrón intermedio, valiente e inteligente, también se contacta y será mediador entre los niños y los adultos.


El último grupo, el de los adultos, viene de la mano de la madre de Will, Joyce (la perturbada Winona Ryder), quien está alterada y reviviendo fantasmas (no tan fantasmas esta vez) de un pasado que sigue vigente en el abandono de un marido usurero y un trabajo que la explota y le impide pasar más tiempo con sus hijos; y el jefe de policía, Hopper (David Harbour), que no vale por lo que tiene sino por lo que ha perdido: su pequeña hija Sarah y una loving wife, que quizá se fue muy pronto. The chief es inteligente pero está oxidado. Dejar la ciudad para ir a un pueblo de mala muerte lo sumió en parte, junto con su duelo inconcluso, en el alcohol y la monotonía, de la cual logra salir ante estos casos que claman por un jefe astuto y sagaz. Y lo encuentran, enfrentando lo que los estatales ocultan porque es ilegal, inmoral, criminal y hasta peligroso. Este es el equipo, en sus tres variantes. Interesante cadena. Sobre todo porque muchos piensan que los chicos inventan y mienten, y los adultos que se acercan a ellos para trabajar juntos justanmente son una mujer a quien el pueblo empieza a tratar de loca y un jefe de policía que supo ser un city cop y ahora es un borracho con panza, que vive en una casa prácticamente abandonada al lado de un lago. Un equipo alocado quizá para ser pensado como heroico se vuelve el mejor escuadrón que ese pueblo y esas circunstancias podían conseguir. 



¿Qué tiene  Stranger things? Tiene como nodo el dilema de pertenecer. Lo familiar, lo que debería ser normal, lo que esperan de nosotros allá afuera y lo que nosotros queremos acá adentro. Outsiders que quieren entrar, y personas que ya están dentro de "los circuitos correctos" pero quieren salir. Matrimonios sin amor, parejas que no funcionan, presiones sociales sobre los chicos y adolescentes, policías corruptos que mienten y matan. Todo está fuera de lugar, más aún cuando esa otra dimensión donde habita el monstruo que rapta gente se abre. Justamente por una niña que no pertenece a ningún lado, que  ni siquiera "parece una chica" y que sin embargo nos salva, aunque eso incluya irse. Evaporarse. Nadie pertenece pero todo se potencia cuando el mundo que habita ese monstruo, esa dimensión paralela luce como la nuestra, sólo que aterradora. La clave de lo siniestro no es lo extraño: es lo familiar que se vuelve tétrico, tóxico, inhabitable, mortal. La solución ante semejante panorama tuvo dos partes, que solemos dividir, pero aquí van juntas: el plan pensado, las herramientas y tácticas para cazar al monstruo o al menos averiguar qué pasa; y la emoción y la fe en que Will está vivo y en que puede ser rescatado. Los salvan a estos personajes la razón y el amor.  Esa otra dimensión, the Upside Down, está también a veces entre nosotros, de este lado de ese portal. Y de a poco, en el proceso de rescatar al amigo, al hijo, al ciudadano, las cosas se acomodan para que todos puedan ser un poco más felices. Hay misterios abiertos o sin resolver para el que mira del otro lado de la pantalla, esperando una segunda temporada. Pensando incluso cómo podría ser. Pero dentro de ese universo ficcional que Netflix nos propuso, hay gente que vive un poco más feliz, gente que no tuvo el mejor desenlace y probablemente gente a la que no le pasó nada, que ni siquiera se dio cuenta, como muchos de esos adultos que a lo largo de la serie quedan como ignorantes, poco curiosos, absolutamente ajenos no sólo a lo que pasa en sus pueblos sino en sus propios sótanos, con sus propios hijos. Interesante elemento el de los chicos, cómo aquí aparecen retratados. El humor, la picardía, la valentía improvisada, el ingenio, la voluntad y el compañerimo. Esos elementos puedo asociar a estos chicos que en este caso son los maestros, los que nos enseñan a los adultos de este lado de la pantalla (en esta dimensión) qué camino se debe tomar, encendiendo las lamparitas y mostrándonos las palabras que definen las aventuras que a veces se salen del tablero de juego y se vuelven realidad.


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