Flor de un día
Brilliant detective, total dick. Así es el lema de la serie. Así es Everett Backstrom.
Departamento de Policía de Portland. Unidad de Crímenes Especiales. Un equipo criminológico poco convencional, y a la cabeza de esta descripción, su jefe, Backstrom, que le da nombre a la serie. Protagonizada por el genial Reinn Wilson, a quien amamos como Dwight en The office, Backstrom es una serie que desde el principio nos recuerda a Dr. House pero en una estación de policía en vez de un hospital. Quizá Everett no sea tan apuesto como Greg y a su vez tampoco es rengo, pero es diabético,tiene sobre peso, es alcohólico y su corazón es más grande de lo que debería. Everett vive con un arrendatario gay del bajo mundo que lo conecta con el mercado negro y seres turbios de la noche del crimen. Val, quien resulta ser su hermano, también es la mayor diferencia con House. Me dirán que House lo tenía a Wilson. Es cierto. Pero los personajes son distintos (bastante), así como también la llegada de Val a la vida de Everett lo es: hijo de una prostituta que inició sexualmente a Backstrom (hijo) además de haber sido amante de Backstrom (padre). El resto del equipo consiste en una detective de Vicios que queda fuera de su unidad siendo aún muy joven e inteligente. Ella, Nicole Gravely, quiere hacer las cosas como se deben hacer. Y ya está claro cuál es el roce entre ella y Backstrom. Detective Almond, un veterano en la fuerza ya, con un número de convictos mayor al de la media, pero que ya "está viejo" y es relegado a esta unidad de extraños perdedores. Almond es pastor evangélico los fines de semana y quizá el mejor olfato policial que Everett tiene en su brigada. El forense, piscólogo, criminólogo del grupo, Niedermayer, es un Ken de Barbie. Inteligente y sabelotodo, odiado en la fuerza por corregir a los médicos forenses (correctamente) y por ser un filósofo que en plena escena de crimen cita a Buda o a Brecht, es relegado (con su facha intachable) a estar bajo el comando de un ebrio comilón de mente brillante. Niedermayer, el apasionado, admira y defiende a Backstrom, y a primera vista pareciera estar chupándole las medias, pero descubrimos luego que así es él. Tiene un affair con Nadia, la misteriosa francesa liberal (que ni siquiera se llama así) que se encarga de la sección IT. Ella está allí ocultándose de quien la persigue, cosa que jamás sabremos dado que Fox canceló la serie al terminar la primera temporada de 13 capítulos. Y finalmente, Moto, el negro que aparece cuando hay que cagarse a trompadas. Ex peleador, es un buen tipo, sencillo y hosco, y sueña con dejar el uniforme y pasar a estar de civil como los detectives. Se esfuerza, pero no llegamos a verlo cumplir su sueño. Alguien mira desde afuera: la ex de Backstrom. Sorprende saber que el detective tuvo una hermosa esposa, inteligente y sagaz, que lo conoce como nadie y a la que sigue amando pese a haberse separado hace años. La Tracy de House, sin duda. Así como Gravely es su Cameron. Sólo que no hay romance en esta serie. La esposa de Everett investiga los casos en que alguien muere a manos de los policías y por lo tanto es una piedra en el zapato. ¿Y quién cierra el círculo? El padre de Backstrom, Blue. Un sheriff, un cowboy de los de antes, a cargo de un condado donde hay una reserva indígena: mientras los indios hagan sus cosas turbias dentro de la reserva, Blue da vuelta la cara. Pero nada se le escapa. Salvo su hijo Everett, el menor y más frágil dentro del cosmos de un cowboy, pero el brillante, con quien nunca se llevó bien. La madre muere cuando Everett es un niño y sus hermanos no son mejor compañía. Blue y Everett son dos abismos. Y más de una vez se encontrarán en el camino del crimen y los homicidios.
Backstrom nos atrae por su no corrección política. Su carencia total de tacto. Y su capacidad, no obstante, de comprender exactamente qué pasa con las personas frente a él. Sobre todo cuando son oscuras. Es prejuicioso y a su vez perceptivo. Fanfarrón pero por momentos sensible. No sólo parece querer resolver casos por una cuestión de ego, aunque es difícil de ver, sino que hay algún tipo de preocupación por esa víctima, viva o muerta, que tiene en frente. La razón por la que nos gusta House, probablemente. Aunque la relación entre él y Val sea más fuerte que cualquier vínculo que House haya tenido con alguien en sus múltiples temporadas. Algo del final, que hay que destacar. Backstrom toca fondo cuando mejor está. No puede manejar la felicidad, el pertenecer a un grupo finalmente, el poder contar con alguien. Y gracias a su médico indio que lo acompaña, a los tumbos, por ese camino, llega a esa reunión de AA que parecía ser el principio de otra etapa...o no. Pero, nuevamente, no lo sabremos, porque no hay otro capítulo ni otra temporada, ni otra línea de investigación a seguir. Fue un amor de verano, fugaz, el que tuve con Backstrom. Me cautivó su ser totalmente anticautivante. Tan parecido en algunas cosas al nuevo presidente de los EEUU, aunque menos poderoso y menos bruto. Everett se cansó de la corrección política. No le importa si en frente tiene a un indígena, un judío, una lesbiana, un gay, una feminista. Y sin embargo, el crimen lo va a resolver, sea quien sea el que caiga. No lo amedrenta ninguna minoría, ni ninguna mayoría. Lo amedrenta su padre, la ausencia de esa madre, y el amor nuevo (y un nuevo tipo de amor, además) de su equipo de trabajo, del que reniega y al que necesita. Como su cerveza en ese último capítulo. Como la comida chatarra en el primero. No es fácil estar bien si siempre estuviste mal. Everett es la oscuridad y la luz que oscilan y pelean dentro. Es ante todo un detective. House o no House. Entretenido y cínico. Una serie de policial que nos hace reír y no deprimirnos como las (buenísimas) series británicas. Y un gran amor de verano, que nos engancha por unos días. Y después se va.
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