El extrañamiento propio

Hace diez años pude viajar a Italia. Yo tenía 16 años y me quedaba en la casa de una chica de mi edad, de Turín. Estábamos,con un grupo de compañeros del colegio, en un viaje de intercambio. Me acuerdo que cuando nosotros llegamos, justo había una especie de concentración/marcha a la que iban a asistir los estudiantes secundarios italianos (la primera en sus vidas). Las autoridades del colegio de allá no quisieron que los argentinos fuéramos, porque si pasaba algo, no querían tener problemas. También me acuerdo pensar que nosotros, con 16 años, teníamos muchas marchas encima, por el 24 de marzo, por reclamos a la rectoría de la Universidad, por el aniversario de La Noche de los Lápices (película que vimos con los estudiantes italianos, incrédulos, conmovidos, llorando a moco suelto). Pero bueno, no nos dejaron ir. Entonces le pregunté a la chica que me hospedaba cómo era la manfiestación. Y me sorprendió su respuesta: tenía un horario pactado, un lugar fijo, hasta un programa de oradores. Parecía más una jornada que una protesta. Siempre nos hicieron pensar que Europa, primer mundo, estaba un paso más adelante que nosotros, pobres sudacas. En ese momento, nos dimos cuenta que era exactamente al revés. El liceo italiano no tenía ni centro de estudiantes. 
Este recuerdo se me hizo presente hoy después de haber estado ayer en el estadio de Arsenal, durante la presentación de Unión Ciudadana en el acto al que convocó Cristina Fernández de Kirchner. Día de la Bandera. Miles y miles de personas, dentro del estadio, y por fuera. Nos quedó chico el estadio en la fresca (y ayer colmada) Avellaneda. Pensaba qué pensarían esos chicos italianos, hoy ya jóvenes adultos como yo, de este evento. Miles de personas de a pie y militantes pasando su feriado en un acto en un estadio de fútbol para escuchar a una ex presidente. ¡Una ex presidenta! Con el frío, viajando mucho en algunos casos, estando horas en la tribuna o el campo o la calle frente a una pantalla. Qué pensarían en otros países de nuestros ritos políticos. Que el escenario fuera una cancha de fútbol (¿otro rito argentino?) en el conurbano tan golpeado por las medidas del gobierno macrista. Que la oradora fuera Cristina (esa mujer) en un pequeño escenario y que nos hablara a nosotros, ciudadanos, como otra ciudadana más -que sabemos que no es una más-. Si un antropólogo de otras latitudes nos viera, ¿qué diría de esta "actuación cultural" en términos de Baumann?. Cantamos "una más y no jodemos más", pidiendo un bis, pero no de un tema: de una candidatura. A 16 años del que se vayan todos, pedimos una más. Pero por si esta ¿performance? fuera poco, además tuvo una sorpresa para los de adentro, acostumbrados a oír a Cristina hablar. Ella cambió su estilo discursivo. Se corrió de escena (un poco) para darle paso a ciudadanos de a pie que sufren esta realidad que vivimos todos. Dijo sin decir y diciendo mucho. Palabras que van cobrando sentido (y fuerza) en las horas posteriores, en la obervación diferida y repetida, en la afueras de la emoción del acto. Ayer fue una fiesta que nos dejó pensando. Una fiesta que no invirtió roles sino que nos convocó a hacernos cargo de ellos, del rol político, como ciudadanos y sin dejar -muchos de nosotros- de ser militantes. La organización está en las manos de todos los que ayer fueron interpelados. Muchos se quedaron preguntándose por la candidatura: ¿sí o no?. La respuesta no importa ahora porque en realidad esa no fue nunca la pregunta ayer. Quizá porque es obvia. Quizá porque ayer no era el momento para ese interrogante. Quizá porque Cristina, que es brillante, nos estaba dando la chance de ser tan inteligentes como las circunstancias nos lo exigen. Fue un mensaje hacia dentro, las propias filas des-enfiladas. Fue un mensaje para afuera, para aquel que necesita alguien que lo vuelva a interpelar. Fue un mensaje para el que la está pasando mal y para que aquel que no lo padece tanto pueda mirar más allá de su baldosa. Fue un llamado a la cordura: las condiciones sociales apremian. ¿Deuda a 100 años? ¿Baja de pensiones por discapacidad? ¿Tarifazos impagables? Si vivimos este disparate, el breve discurso de Cristina fue un llamado a la cordura. Los pies en la tierra, como los tienen aquellos que no llegan a fin de mes, que son muchos desde fines de 2015. En una fiesta colectiva, necesaria por otro lado, en un estadio de fútbol, con cantitos y banderas, vino Cristina Fernández de Kirchner a decirnos: MÍRENSE. Miren al de al lado. Miren más allá de ustedes. Eso es lo que importa. Porque este presente oscuro presagia algo peor: el no-futuro. Y nosotros, durante 12 años, nos dedicamos a una sola cosa: a construir futuro. "Vinieron a desorganizarle la vida a la sociedad": hallazgo total de la presidenta, la presidenta que al nombrar lo obvio lo vuelve comprensible. Y por lo tanto, materia de transformación. La Unión Ciudadana, en un ritual más que ritualizado pero absolutamente nuevo y original (y casi anti-ritual pero no), fue una convocatoria en el día de la bandera, que desconcertó pero sólo para generar pensamientos nuevos. El acto de ayer le escapó al cliché. Y por lo tanto, renovó  nuestro pensamiento. ¿Qué pensarían esos chicos italianos? Ahora me doy cuenta que eso es anecdótico. Lo importante es que ayer hubo un extrañamiento propio. El acto de Cristina fue casi un ejercicio antropológico. Pero por sobre todo, fue un acto de una estadista. Y en eso que parece tener a la ex mandataria en el centro, como siempre, hubo algo más, alguien más: el pueblo interpelado. El acto de ayer fue un ejercicio de pensamiento, de alguien que no nos subestima sino que nos redobla la apuesta con nosotros mismos. El mensaje no masticado, sino para ser reflexionado, pero para qué. Para entender cómo volvemos a organizarnos la vida. Y un sólo eje: lo que importa es el pueblo. 


Comentarios

  1. Like in The Vampire Diaries, happy death day trailer viewers could easily get emotional whiplash from all the turnarounds and betrayals. This whole town is in a codependent, abusive relationship with itself and you half wonder why everyone doesn't just pack up and get out of each other's face.

    Instead, people will end up bedding former enemies, who may very well end up trying to kill them again a few episodes down the road. It's entertaining but a bit exhausting to watch. watch rampage full movie online free Because the series keeps the twists coming hard and fast, you don't often get a chance to feel bored or to ponder just how ridiculous it all is.

    (A trick also employed by The Vampire Diaries.) The acting is okay for this sort of thing, with some wood-adjacent performances not spoiling the fun. The cast seems to relish chewing the scenery and especially enjoys getting all arch and Evil. watch the devils candy 2017 free online

    When a new episode rolls around, I will often completely have forgotten what happened the previous week, so the recaps at the beginning are useful. And yet, I can't help but watch. The Originals is like candy-floss, pleasant on the palate but it quickly evaporates. watch Avengers Infinity War online free hd


    It disappears straight out of my mind after watching, as if it has been rejected by the memory bank. A guilty pleasure then, just like the series that Sired it, even if The Originals does not feel very original. happy death day nude

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